ECONOMíA › ECONOMIA Y LOS BANCOS ACUERDAN LAS TASAS DE INTERES

Tarjeta roja a la competencia

 Por Julio Nudler

“Así es como se forman los precios en este país”, admitió una fuente del sector financiero después de que Roberto Lavagna anunciara anteayer la reducción de las tasas de interés de la financiación con tarjeta. No fue la competencia entre las entidades emisoras sino un acuerdo entre ellas, con el Ministerio de Economía como promotor, el mecanismo puesto en juego para moderar, en alguna medida, las enormes tasas activas cargadas al hipotético consumidor. Aun así, ellas siguen siendo desproporcionadas cuando los bancos se están fondeando a tasas increíblemente bajas. Por el dinero más caro que captan, que es el de los plazos fijos, pagan hoy intereses que rondan el 4 a 5 por ciento anual. Sin embargo, las tasas activas disminuyeron muy poco, algo así como lo que ocurre con la nafta cuando baja el barril de petróleo. Una vez que los bancos lograron cubrir sus requisitos de liquidez y ahuyentar el peligro de bruscos retiros de fondos, sus gerentes dejaron de estar ávidos por captar dinero del público porque luego no se lo prestan a nadie.
Con una cartera crediticia en contracción, la banca se procura ingresos a través de comisiones de toda clase, que crea o altera unilateralmente. Mediante una eficaz acción de lobby bloqueó la prohibición legal de hacerlo. Ahora todo lo que se requiere es que los clientes se lo autoricen, trámite que cumplen al firmar sin leer detenidamente la letra chica de los contratos de adhesión que les ponen delante. Otra fuente de rentabilidad son las tasas de las tarjetas, que los bancos resignarán en parte con la expectativa de un mayor número de operaciones.
La disminución en los tipos de interés a aplicar coincide, por otra parte, con un fuerte retroceso en los índices de incobrabilidad. Estos se habían disparado hasta 2001, junto a la masiva emisión de plásticos. Más que en la tasa, los usuarios decidían financiarse o no según el nivel de la cuota resultante. Sólo calculaban si les alcanzaría para pagarla. Desde el estallido de la convertibilidad, tanto por el cese en la emisión de tarjetas como por la interrupción en los planes de cuotas, el sistema se depuró, reduciéndose marcadamente la incobrabilidad.
Según una comunicación emitida por el Banco Central el 22 de agosto último, la financiación bancaria vía tarjetas puede ser, como máximo, un 25 por ciento más cara que la otorgada por el mismo banco a través de préstamos personales sin garantía real (prenda o hipoteca). En el mercado se comenta que diversos bancos encontraron maneras de burlar ese tope. En cuanto a los emisores no bancarios de tarjetas, su referencia es la tasa promedio del sistema financiero, que debe proporcionar el BCRA. Pero a éste le está costando definir un número razonablemente representativo en un circuito virtualmente paralizado.
La rebaja de tres puntos en el IVA –que, en realidad, implica para el comprador un abaratamiento del 2,48 por ciento– contiene el aporte fiscal a este intento de alentar el consumo. La otra contribución de Hacienda consiste en reducir del 10 al 5 por ciento la retención de IVA que las tarjetas les efectúan a los comercios, y que éstos luego deducen al efectuar su propia liquidación ante la AFIP. La ventaja sólo es financieramente significativa para los establecimientos que, por haber efectuado inversiones en bienes de uso y equipos, cuenten con saldo a favor.

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