ESPECTáCULOS › “E24”, LA VIDA EN LA GUARDIA DE UN HOSPITAL PORTEÑO

Las heridas en primer plano

El nuevo ciclo de Cuatro Cabezas, que debutó con excelente rating, decreta la última ley del show de la realidad: lo íntimo no existe.

 Por Julián Gorodischer

La revolución de “E24” no es su pintura del médico-héroe ni “la vida real como nadie te la mostró”. Eso se sabía: el médico de guardia es la última y justificada figura del heroísmo y sirve para contar historias de ficción y de la vida en directo, sobre todo cuando dignifica el oficio. Nada nuevo. Pero, ¿quién había visto antes en la tele abierta ese rostro desfigurado al que “le van a quedar cicatrices”? ¿O la frente agujereada del borracho al que hirieron en la pelea callejera? ¿O las facciones del suicida justo después de tomarse cincuenta pastillas y otro poco de alcohol? Nunca la TV había perdido el pudor, el miedo o el asco de acercarse en detalle al cuerpo degradado, de estudiar los misterios de la carne cuando deja de estar “a nuevo”. En su primer capítulo, la expectativa rindió en términos de rating. “E24” (lunes a las 23, por Canal 13) midió 25.9, superando por buen margen a “El show de Videomatch” (20.4).
El cuerpo de “E24” perdió la completud. Ya no es compacto sino líquido: vierte sangre, pus o baba, en el caso del suicida. Nadie luce exaltado, sino que sobrevuela un extraño conformismo en la “chica bien” cuando le avisan que va a quedar marcada, o una suave reacción del tipo herido ante los puntos. El fondo de resignación reformula las leyes de la Emergencia: esto no es como lo mostraban en “E.R.” o en “Hospital Público”; éste no parece un territorio de gritos y desesperación. Es otra cosa: una zona de silencio y vacío, marco que contiene al cuerpo líquido, el que ni siquiera busca una descarga; se conforma. El cuerpo de “E24” se hace, en cambio, más convencional cuando no habla de sí mismo, cuando intenta reflejar la ciudad insegura por la cantidad de robos o peleas en sus calles; crece cuando remite a su dolor físico. Contar la ciudad a través del herido es más de la tribu de cronistas urbanos (“Kaos”, “PuntoDoc”, “Ser urbano”, etc.) que se asombran de la extrañeza de la vuelta de la esquina; lo nuevo es la embarazada agónica a la que se le está saliendo un hijo en primer plano, la masa amorfa y el chorro que manchan la lente de tan cerca. Lo nuevo de “E24” es decretar la última ley del show de realidad: lo íntimo no existe.
Ni siquiera se puede recibir la sutura en la herida o suicidarse tranquilo sin estar filmado, y tal vez el interrogante que flota, todo el tiempo, detrás de las imágenes, sea: ¿por qué dijeron que sí? ¿Por qué una persona aceptaría mostrar la cura? ¿Tan amplio es el target de buscadores de fama repentina? En “E24” se ven lastimados de todo tipo, y se ve a un suicida fallido, y también a un bebé afectado por una neumonitis que le generó la humedad de la zona en la que vive. Es el impacto del ambiente sobre el cuerpo: el nuevo famoso-de-hospital ha sido dañado por una circunstancia pero tiene arreglo. Hay, siempre, una solución a mano: tratarse en el hospital. Esa posibilidad de revertir el daño, ese punto en el que el cuerpo se repara, es a primera vista el límite elegido para definir lo que se muestra y lo que no (al menos en el primer programa): no más allá de la herida, no la enfermedad. Se ve el rostro desfigurado del intoxicado, o la cara vendada de la mujer robada, y la pregunta vuelve: esta clausura de lo íntimo exigió un consentimiento previo. ¿Por qué no verlos, también, cuando les hacen la propuesta?
El editado es, tal vez, el aspecto más convencional de “E24”. Si sus imágenes convocan a taparse los ojos (ese momento en que la TV “se pasó de la raya”), su armado final prefiere pensar lo visto en términos de compensación: el “fiambre” al que atropellaron (y al que se ve en una recorrida de la ambulancia de emergencias) opuesto a la cara feliz de la madre con el recién nacido. Si en su desarrollo, “E24” inaugura un modo nuevo de mirar (en detalle y sin asco), para terminar elige la fórmula remanida del melodrama. Como si lo mostrado no valiera por sí mismo, como si se necesitara una justificación para digerir, “E24” da un paso másatrás de su propia revolución cuando expone su escena final. Han visto al herido, pero se irán a dormir tranquilos cuando vean lo que sigue: ha nacido un niño.

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“E24” inaugura una manera diferente de mirar televisión.
 
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