ECONOMíA › PANORAMA ECONOMICO

Jóvenes imberbes

 Por Alfredo Zaiat

Los canales de transmisión de las turbulencias financieras internacionales hacia la economía real se han obturado en los últimos años. Desde el nacimiento del nuevo siglo no faltaron impactantes acontecimientos que han agregado incertidumbre sobre el futuro. El petróleo casi llega a los 80 dólares el barril, la tasa de interés internacional subió de 1,00 a 5,25 por ciento anual, hubo dramáticos atentados terroristas en Estados Unidos, Inglaterra y España, se desencadenaron varias guerras o conflictos de baja intensidad, golpes militares como el más reciente en Tailandia y ruidosas caídas de gigantes económicos por fraudes contables. Estos y otros factores que generan volatilidad en las cotizaciones de activos financieros no tuvieron efectos devastadores sobre la economía real como sí provocaron otros shocks en las dos décadas anteriores. Ese tranquilizador cambio en la reacción de las economías a las sacudidas financieras y políticas revelan dos fenómenos que se interrelacionan. Por un lado, la efectividad de ciertas defensas construidas a partir de las traumáticas experiencias pasadas y, por otro, la extrema fragilidad que prevalece en los mercados por la desregulación y la sofisticación de los negocios financieros, que somete a una intensa presión el equilibrio global.

Dos casos de bancarrota de fondos denominados hedge funds, el vehículo de más alta gama para la especulación frenética en el casino financiero global, muestran las diferentes reacciones e impactos que han tenido sus respectivas debacles en la economía global. La caída del primero, en 1998, el Long Term Capital Management, hizo conocido para la mayoría del público no especializado la existencia de los hedge funds. Estos no operan como los convencionales que recaudan dinero para invertir en la compra de acciones y bonos con una estrategia de renta en una perspectiva de mediano y largo plazo. Esos fondos tienen un capital de base y a través de sofisticadas transacciones de préstamos (apalancamiento) los activos se multiplican varias veces su capital. Obtienen retornos muy elevados así como también pérdidas fulminantes. El LTCM tenía de socios a los premios Nobel de Economía (1997) Robert Merton y Myron Scholes. Había obtenido desde su nacimiento en 1994 un rendimiento promedio del 40 por ciento anual. Pero, en 1998, cuando Rusia declaró la moratoria en los pagos de su deuda, entró en crisis. En un trabajo de la Universidad del CEMA sobre hedge funds, elaborado por Pedro Ernesto Magenties, se precisa que ese fondo tenía al comienzo del estallido ruso una base de activos con una relación 25 veces superior al capital –lo normal es de 6 a 9–, hasta llegar a la estratosférica relación de 130 a 1 durante el momento más dramático. “Debido a que la Fed (banca central estadounidense) consideró que la caída de ese fondo podría ser muy perjudicial para el mercado, se tomó la decisión sin precedentes de intervenir”, apunta el investigador, para agregar que “catorce bancos y firmas corredoras invirtieron 3650 millones de dólares a cambio del 90 por ciento de la firma” para evitar que el desastre financiero se expanda.

La más reciente explosión de un hedge funds fue el 20 de septiembre pasado. Se trata de un fondo canadiense, Amaranth, que perdió 6 mil de los 9 mil millones de dólares que administraba en menos de un mes. El experto Miguel Olivera explica en su blog (olivera.blogspot.com) que el fondo apostaba al spread (diferencial) entre el precio futuro del gas en marzo y el de abril. “Usualmente el precio futuro del gas en marzo es más alto que el de abril porque a medida que se acerca el verano en el Norte, la temperatura sube, el consumo cae y los inventarios de gas suben”. Amaranth (Olivera recuerda que amaranto o kiwicha era un cultivo muy importante en la civilización azteca) apostaba a que el diferencial entre ambos precios, en lugar de caer, iba a subir, como en 2005 con el efecto del huracán Katrina, fenómeno climático que le hizo ganar mucho dinero al fondo. Pero este año no hubo grandes tormentas, entonces el precio del gas –y los futuros– cayeron. Y vino la quiebra. El canadiense Brian Hunter es el protagonista de esta historia de Wall Street, que con apenas 32 años manejaba ese millonario hedge funds. Olivera hizo un retrato fulminante: “De lo que se trata, me parece, es de la enorme inexperiencia que tienen estos jóvenes imberbes que creen que los mercados alcistas duran para siempre”. The Economist se ocupó del tema en un interesante artículo (Flare-up –”Llamarada de fuego”– ilustrado con una foto de un pozo de gas venteado). Destaca que Amaranth no fue el primer hedge funds que desbarrancó por la caída del precio del gas y apunta que otro más pequeño (MotherRock) también colapsó después de grandes pérdidas el mes pasado. El conservador semanario británico elogia que a diferencia de la caída del LTCM, la Reserva Federal no intervino y que la quiebra de Amaranth fue absorbida con calma por el mercado.

Desde una mirada heterodoxa, los profesores John Eatwell y Lance Taylor en el atractivo libro Finanzas globales en riesgo. Un análisis a favor de la regulación internacional (Siglo XXI editores y Cefid-AR) señalan que la intervención en LTCM revela que “la regulación eficaz evitó el contagio sistémico”. Sin embargo y pese a ese elogio, ambos especialistas apuntan a las condiciones estructurales que hacen inestable el sistema: “Es la volatilidad potencial la que crea presiones sobre las políticas económicas de los países”. Por ese motivo y teniendo en cuenta que “la liberalización internacional ha exacerbado la volatilidad del mercado y aumentado enormemente el peligro de contagio”, Eatwell y Taylor proponen una Autoridad Financiera Mundial para la regulación del riesgo sistémico. Esa u otra iniciativa en ese sentido tienen la urgencia de la oportunidad dado el contexto de cierta “inmunidad” de las economías a shocks financieros. Más aún con el planteo sombrío de Olivera: “Venimos de años y años de retornos impresionantes en los mercados financieros. Además, las empresas y familias están bastante endeudadas. Y el bajísimo nivel de transparencia de los mercados financieros, con estos hedge funds poco o nada reguladas y la mala contabilidad de los bancos que tienen gerencias de riesgo que no entienden o no quieren entender, son un caldo de cultivo para el desastre”.

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