ECONOMíA › DEBATE SOBRE COMO BATIR A LA INFLACION

La madre de todas las batallas

La suba de precios ya era un problema picante y encima se metió en la campaña. Página/12 convocó a cinco profesionales de distintas tendencias para que analizaran sus causas, sus riesgos y posibles soluciones. Más allá de sus diferencias, coincidieron en señalar la gravedad de la crisis del Indec y en alertar por una posible escalada antes de que se concrete la concertación.

HECTOR VALLE, PRESIDENTE DE FIDE

“Es imperioso que el Estado actúe”

Imagen: Gustavo Ercole

Además de economista, Héctor Valle es actualmente presidente del Fondo Nacional de las Artes. Pero no abandona su especialidad, que lo destaca como uno de los ideólogos de la política económica desarrollista. Preside la consultora FIDE.

–¿Por qué están aumentando los precios?

–Estamos en un contexto donde se suman varios elementos que presionan a la suba. Los precios de los commodities están impactando hasta en los países centrales. En Francia el kilo de pan vale 4 euros, en Italia acaban de hacer un boicot a las pastas. Todo por el incremento del trigo. En un país como el nuestro que es productor de alimentos, los cuales componen una porción significativa de las exportaciones, estos incrementos tienen un impacto directo. Hubo un desplazamiento de cultivos estacionales, de verduras, por la soja, y eso también golpea. Otro problema muy importante es el severo grado de oligopolización de las industrias de bienes básicos, como la petroquímica, el plástico, el acero, el aluminio, el papel y el cartón. Son proveedores de insumos de la industria y de las alimenticias que también presionan. Para poner un ejemplo, los blíster y las bolsitas subieron más de 10 por ciento el mes pasado.

–¿Hay una solución coyuntural y otra de fondo?

–Sí, pero hubo fallas en ambos casos. Los problemas estacionales necesitaban respuestas mucho más rápidas por el lado de la importación, y en lo estructural se debió haber trabajado con subsidios cruzados de manera mucha más intensa de lo que se lo hizo. Se requiere mucha más sintonía fina por el lado de la oferta y la demanda.

–¿Por ejemplo?

–Hay que trabajar muy fuerte en las cadenas de comercialización y en transparentar mercados oligopólicos. Pongo el caso de la carne. No tiene sentido seguir vendiendo la media res en Barrio Norte y en Lugano. Los frigoríficos deberían invertir en cadenas de trozado y colocar los productos de mayor consumo diferenciados por barrio. Eso haría más eficiente el sistema de comercialización y abarataría los precios. No se le cobraría el lomo a la carnicería de Lugano. Hay mucho por hacer.

–Usted pide una mayor intervención del Estado en la economía.

–Veamos la industria petrolera. No invierte en refinerías ni en producción en ningún lugar del mundo. Invierte en la compra de reservas porque advierte que el crudo es un bien escaso que aumentará de precio. Esa es la lógica de la empresa privada, que no tiene por qué coincidir con la lógica social. Entonces es imperioso que el Estado actúe para responder a las necesidades del conjunto. En petróleo, minería, en industrias básicas, en petroquímica, en acero, en siderurgia, el aluminio, el Estado debería tener una intervención muy fuerte. Incluso produciendo. Si dejamos esos campos al sector privado no tenemos expectativas. Los problemas inflacionarios volverán una y otra vez.

–Algunos industriales argumentan que las inversiones no crecen lo suficiente porque hay asignaturas pendientes que generan incertidumbre.

–¿Y en qué economía capitalista del mundo no hay incertidumbre? Un mes antes de que estallara la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos la Reserva Federal iba a subir la tasa de interés y ahora está pensando en bajarla. ¿Que más certidumbre quieren? Tienen una política cambiaria favorable, subsidios en combustibles, el mercado interno está creciendo, hay una protección efectiva por el tipo de cambio, una situación impositiva que no discrimina en contra del capital sino del consumo, una estabilidad macroeconómica inédita. ¿Qué más quieren?

–¿Qué espera para 2008?

–Con los problemas que tenemos en el Indec, es muy difícil decir en cuánto estará la inflación. Nuestro relevamiento en FIDE nos da todos los meses uno o dos puntos más inflación en alimentos que lo que reflejan los resultados oficiales. Es un problema que hay que resolver de manera urgente. Por otra parte, me preocupa que los formadores de precios hagan un ajuste importante antes de fin de año para cubrirse de una eventual concertación. Es una buena oportunidad que tienen los industriales para ratificar su apoyo al modelo.

JAVIER GONZALEZ FRAGA

“Duplicar el superávit”

Imagen: Rafael Yohai

Javier González Fraga fue presidente del Banco Central del gobierno de Carlos Menem. Es un candidato permanente a ministro de Economía. Su nombre resuena cada vez que se habla de un recambio en el Palacio de Hacienda. Ahora, forma parte del equipo de Roberto Lavagna. Sostiene que la clave para derrotar la suba de precios es duplicar el superávit fiscal –para lo cual sugiere cambiar subsidios por ajuste de tarifas– y lograr un acuerdo entre sindicatos y empresarios.

–¿Cómo enfrentaría el aumento de precios?

–Es un problema grave porque estamos en el comienzo de una aceleración inflacionaria. El nivel de los últimos doce meses debe estar cerca de 20 por ciento. En agosto fue de más del doble de lo que publicó el Indec. Es un tema que requiere atención, pero como dice Roberto Lavagna, ni la atención de un funcionario patovica que persigue a los que aumentan los precios, ni tampoco una suba de las tasas de interés y una caída del dólar como proponen los ortodoxos.

–¿Cuál es la salida?

–Hay que buscar el consenso de los diferentes actores, de sindicatos y empresarios, para coordinar expectativas, y aplicar mucha política fiscal. Atrás del proceso inflacionario está el debilitamiento del superávit, que pasó de 4 puntos del PIB a 2 si se lo mide bien, sin computar los ingresos extraordinarios de la Anses.

–¿Disciplina fiscal equivale a menores subas salariales?

–No necesariamente. Me refiero a revisar subsidios y a frenar erogaciones de corte político. Hoy se subsidia el gas a un hotel de Retiro de 250 dólares la noche y se obliga a la Villa 31 a pagar cuatro veces más por la garrafa. Es absurdo. En la medida en que se postergue la suba de tarifas de servicios públicos, seguirá habiendo gasto público.

–¿El 2008 será un año con alta inflación?

–Todo depende de quién gane y cómo se hagan los ajustes que hay que hacer. Hay que blanquear precios que no están reconocidos, cambiar la política de subsidios. Hay que subsidiar la demanda y no castigar al productor. Por ejemplo, hay que sacar los controles de precios en la carne y la leche. Coincido con Martín Redrado en que la inflación es un tema preocupante.

–¿Qué pasará con el tipo de cambio?

–Si se mantiene un superávit fiscal de 2 puntos del PIB, la apreciación es inevitable. Los recursos no alcanzarían para pagar los intereses de la deuda, mucho menos para que el Tesoro compre dólares para sostener la cotización. La clave es volver a los 4 puntos de superávit fiscal. El modelo está desviado, no colapsado. A diferencia de los ‘90, se puede corregir sin romper ninguna regla.

–¿Espera una caída del consumo?

–No estoy de acuerdo con desacelerar el crecimiento económico. Pero si no hacemos algo se va a frenar solo.

–¿Confía en la concertación?

–El instrumento central es el fiscal, pero al mismo tiempo se debe lograr una convergencia de expectativas. Para eso, lo primero es resolver la crisis del Indec. Hoy no tenemos una pauta creíble de inflación y eso es grave. Moyano dice que el aumento de 20 por ciento en los sueldos ya quedó absorbido por la inflación, los empresarios suben los precios para protegerse. La solución no es sólo fiscal. No creo en la mano invisible y mucho menos en lo que hace a la política cambiaria y monetaria. En el corto plazo, me preocupa el último trimestre del año. Los comerciantes se están llenando de mercadería porque se ven venir una suba fuerte.

RUBEN LO VUOLO, DEL CIEPP

“El Indec es parte del problema”

Imagen: Daniel Jayo

Rubén Lo Vuolo está enojado con el Gobierno. Le imputa haber dejado pasar la oportunidad de desarrollar una estrategia integral de crecimiento de la oferta de bienes. Le reprocha la manipulación del Indec, que agravó el problema de las expectativas. Y cuestiona que en lugar de ejercer una administración de precios institucional, lo haya hecho de manera inconsistente. “Ahora puede venir la receta ortodoxa”, advierte el economista, ya no tan cercano a Elisa Carrió, e investigador del Centro Interdisciplinario para el Estudio de Políticas Públicas.

–¿Qué pasa con los precios?

–Me cuesta responder esa pregunta sin tener la información confiable del Indec. Es un despropósito y una aventura tratar de reemplazar el indicador oficial, que hoy no existe. Tengo que detenerme en el Indec porque es parte del problema. Cuando se distorsiona la información se afectan las expectativas. Es lo contrario a lo que pretende el Gobierno: aumenta la incertidumbre y los formadores de precios tienen margen para hacer lo que quieran. Lo del Gobierno es infantil y muy grave. Muestra un absoluto desprecio por el personal de la administración pública. Es lo opuesto a lo que hacen los países desarrollados, que conforman una estructura de gestión altamente profesionalizada. Sin esa estructura, no se puede llevar adelante una política de administración de precios eficiente.

–¿Los acuerdos de precios fracasaron?

–No se puede controlar el funcionamiento de la economía sin las herramientas necesarias. La administración de precios no se consigue de manera personalizada sino con un andamiaje institucional. Al destruir el Indec atentan contra esa política. Cómo van a manejar los precios si desconocen cuáles suben y por qué. En definitiva, todo indica que hay una aceleración de precios porque el Gobierno interviene el Indec. El propio Gobierno es el que alimenta las expectativas inflacionarias.

–¿Cuál es la gravedad del problema de la inflación?

–Con estas tasas de crecimiento de la economía, el movimiento de precios es un proceso normal. Por eso hay que tener información para saber cuáles suben más, en qué contexto, en qué mercado, en qué condiciones de competencia. Todo eso hace a una política integral de regulación de precios con la cual yo estoy de acuerdo. El problema más que el nivel es el ritmo y las razones. Eso es lo que me preocupa.

–¿Por qué?

–La conducción económica discursea de heterodoxa, pero debería volver a leer toda la bibliografía. El problema que tenemos es que la estructura productiva está desbalanceada y eso provoca distorsiones y cuellos de botella, que deben resolverse con una batería de políticas activas que no se han aplicado. Se dejaron pasar cuatro años en los que había margen para sacar pecho y hacer mucho. Hay serios problemas de oferta. Como no se instrumentó una política integral, me preocupa que ahora, frente a una aceleración inflacionaria, se caiga en la receta ortodoxa de restringir la demanda.

–¿Resolvería el problema?

–No resolvería ningún problema de fondo. Si no desarrollamos una política consistente de crecimiento de la oferta, cada vez que suba la demanda volveremos a toparnos con el mismo problema inflacionario. Lo que me está preocupando es que en el corto plazo el Gobierno pueda estar obligado a producir un shock de retracción de la demanda, que como siempre perjudicaría a los sectores más desprotegidos. Así como en la convertibilidad pusieron en el centro de la escena el problema del tipo de cambio, cuando en realidad había muchos otros, ahora se pone en el centro el problema de la inflación, que no es el único. El error es haber llegado a este lugar donde la inflación aparece como el único problema.

–¿Qué supone que ocurrirá?

–Estamos entrando a un escenario de agudización de las contradicciones internas. Vamos a un escenario más complicado. Son las consecuencias de preocuparse sólo del corto plazo. El Gobierno debería pensar en una política de distribución del ingreso equilibrada. Hoy, deja afuera al 50 por ciento de la población que trabaja en negro o está desempleada. Si en lugar de apostar todo al salario hubiera optado por una política universal de ingresos, por un sistema impositivo no basado en los impuestos al consumo, por la extensión de la cobertura sanitaria, hoy tendríamos menos presiones inflacionarias. Esa sería una política keynesiana.

ALDO FERRER, DEL PLAN FENIX

“No veo que se dispare”

Imagen: Arnaldo Pampillón

Aldo Ferrer es uno de los referentes del Plan Fénix, el grupo de expertos de la Universidad de Buenos Aires que logró convertirse en una usina de pensamiento alternativo al discurso dominante. También es director de Enarsa. Su trayectoria quedó marcada por su libro Vivir con lo nuestro y por su gestión como ministro de Economía de Levingston y Lanusse. Apuesta a aumentar la oferta y a la concertación social.

–¿Está preocupado por la inflación?

–La verdad que no. Mientras se mantengan las condiciones macroeconómicas, se avance con una política de acuerdo de salarios y de precios de productos sensibles, la oferta va a ir respondiendo. Como no sufrimos un estrangulamiento externo la oferta puede responder por producción nacional y por importaciones. Se ha configurado un cuadro que es radicalmente distinto al que nos llevó a crisis inflacionarias en el pasado. No hay ningún precio crítico de la economía que necesite un ajuste violento: ni el tipo de cambio, ni las tarifas de servicios públicos, ni los salarios. Hay que consolidar los equilibrios macro y que el Estado arbitre en la puja distributiva a través de la concertación. Hecho todo eso, la verdad es que no veo cómo se pueda disparar la inflación.

–¿Con eso alcanza?

–Desde luego que hay productos muy volátiles como los alimentos o la energía sobre los que hay que trabajar. También con los faltantes estacionales. No digo que no haya que ocuparse, sobre todo porque los argentinos tenemos una memoria traumática con la inflación. Somos el país de desarrollo medio con más alta inflación del siglo pasado. Es esencial mantener a raya las expectativas para no afectar a la opinión pública ni frenar inversiones. Por supuesto que tenemos un tema a resolver con la inflación, pero no veo riesgos de una aceleración.

–¿Usted por dónde atacaría?

–Por el lado de aumentar la oferta, por una mejora de los mecanismos de competencia y por la administración de un conjunto de precios básicos.

–Algunos economistas advierten por el crecimiento del gasto público.

–Tienen que ver qué pasa con los ingresos. Si el gasto aumenta pero es financiado con recursos genuinos, como viene ocurriendo, y se mantiene un sólido superávit fiscal, no me preocupa. En la cuestión del gasto, en este momento lo fundamental no es tanto el nivel, que no es exagerado ni en términos históricos ni en comparación con otros países, sino la calidad, que hay que mejorarla bastante.

–¿Considera que el superávit fiscal ha bajado demasiado?

–Todavía no, pero es un tema central de la política económica. Es un ancla fundamental de la política de tipo de cambio competitivo. En la medida en que se consolide la solvencia fiscal, el modelo puede sostenerse.

–¿Qué habría que hacer con el dólar?

–El superávit fiscal es el que permite sostener el tipo de cambio y generar inmunidad frente al sistema de financiamiento externo. Respecto del dólar, hay que mantener la paridad real a mediano y largo plazo. Necesita reflejar la suba de precios internos. De lo contrario, la apreciación restringe las posibilidades de crecimiento. La devaluación da una ganancia de rentabilidad de una sola vez, que después hay que cuidar. Una caída del dólar desacelera la economía y no necesariamente produce una caída de la inflación. Está visto que van por carriles separados.

MIGUEL KIGUEL, DE ECONVIEWS

“Hay que frenar la demanda”

Imagen: Sandra Cartasso

Miguel Kiguel conformó junto a Pablo Guidotti la delantera del equipo económico de Roque Fernández entre 1996 y 1999. Tras ello, fue presidente del Banco Hipotecario y a lo largo de los años se ha convertido en un economista de consulta permanente de banqueros, grandes empresarios y organismos internacionales. Su mirada sobre cómo atacar la inflación va ganando consenso en esos sectores. Es titular de la consultora Econviews.


–¿Cuál es su diagnóstico de la suba de precios?

–Daría la impresión de que la inflación se ha acelerado. Es difícil saberlo con precisión porque el Indec dejó de entregar un índice confiable, pero los precios estarían entre 5 y 6 puntos por arriba del resultado oficial. Se ve en el índice de inflación nacional y, en menor medida, en la recaudación del impuesto al cheque y del IVA.

–¿A qué atribuye la aceleración?

–Hubo políticas expansivas. Crecieron todas las variables nominales: el gasto público un 55 por ciento, los salarios en torno al 23, la cantidad de dinero el 24, y ahora las tasas de interés, que se habían mantenido bajas hasta la crisis internacional. Con todo eso, no había razones para pensar que la inflación no fuera a crecer.

–¿Prevé un proceso de espiralización?

–Si el próximo gobierno hace las cosas bien, no tiene por qué espiralizarse. Si se lo toma a la ligera, es probable. La próxima administración tendrá que perforar un piso de expectativas que ya se ubica en un 15 o 16 por ciento de inflación anual. 2008 es un año para revertir expectativas. Es un año crucial, porque mientras más nos quedemos en estos niveles de precios más costará bajarlos. Hay un riesgo importante de que las expectativas empiecen a independizarse de la realidad macroeconómica. Si se llega a ese punto, después es como cuando se para el primero en la platea: al final terminan todos parados.

–¿Usted qué propone?

–En el corto plazo hay que frenar un poco la demanda. Estamos cerca del pleno empleo y con la inversión actual podemos esperar que la oferta de bienes crezca un 4 por ciento por año. Con el consumo creciendo al doble de esa cifra, seguirán las presiones inflacionarias. Por otro lado, hay que tomar medidas para que las variables nominales como el salario, el gasto público y la cantidad de dinero se muevan de manera consistente con un objetivo de inflación moderada.

–¿La demanda que no es abastecida por la producción nacional podría ser cubierta con importaciones?

–Algunas cosas sí, pero el problema serio son los servicios, como la vivienda (alquileres), la medicina, el esparcimiento, los consumos que constituyen el 70 por ciento de la canasta de la clase media. Abrir la economía sirve para disciplinar algunos precios, pero lo que está haciendo el Gobierno es lo contrario.

–¿Frenar la demanda equivale a detener el crecimiento económico?

–Se está creciendo por arriba del potencial. Para crecer a una tasa del 6 por ciento anual, la inversión debería ser equivalente a 26 o 27 puntos del PIB, 4 puntos más que en la actualidad. Nuestra capacidad da para crecer 4 por ciento en forma consistente, sin desequilibrios, sin presiones inflacionarias ni ahogo externo. No es mal negocio crecer 4 por ciento durante una década. Diría que es un excelente negocio.

–¿Incrementar la oferta no le parece una opción?

–Todo se puede hacer, pero no de la noche a la mañana. Si hoy queremos hacer una central eléctrica, tenemos que esperar tres años hasta que esté terminada. No es tan fácil hacer crecer la oferta. En el corto plazo es más bien una ilusión.

–¿Y la concertación?

–Es una vía, pero la prioridad es la política salarial, fiscal y monetaria. Y hay que hacerla teniendo en cuenta equilibrios múltiples. No es fácil, hay que mirar los salarios al mismo tiempo que se necesitan subir las tarifas. Además, existe un riesgo significativo a que las empresas se anticipen a la concertación con un fuerte ajuste de precios antes de fin de año para quedar mejor paradas.

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