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Rusitas

  • Planificación climática. Moscú es una ciudad muy preparada para las terribles condiciones climáticas que debe soportar. Durante el largo y crudo invierno, las temperaturas pueden llegar a 30 grados bajo cero, mientras que en los veranos, que “duran un suspiro”, según definió un miembro de la embajada argentina, se han llegado a registrar 40 grados. La infraestructura está adaptada a esta situación. En Moscú hay una red de agua caliente centralizada, que provee a las cañerías de todos los hogares. El agua se calienta en plantas con chimeneas tipo central nuclear. Las paredes de los departamentos y las casas se deben aislar de la temperatura exterior, por eso pueden llegar a medir hasta dos metros y medio de ancho. Además, la enorme amplitud térmica destruye las veredas, de modo que la alcaldía moscovita debe renovarlas todos los años. En lugar de baldosas, a raíz del clima, las veredas son de asfalto.

  • Reunión cumbre. ¿Qué hubiera pasado si Lenin no hubiera fallecido en 1922, muy temprano en el período soviético? ¿Cómo hubiera evolucionado el régimen si Vladimir Ilych no le daba la venia, en los primeros años de la revolución, a Joseph Stalin para que crezca en poder hacia dentro de la naciente burocracia soviética? Cualquier especulación es contrafáctica. Mientras tanto, los turistas pueden disfrutar del ingenio de dos buscavidas que aprovecharon los parecidos, se compraron disfraces y juntaron a los dos grandes líderes del comunismo ruso en la Plaza Roja de Moscú. Cobran unos cuantos rublos por sacarse una foto junto a Lenin y Stalin y algo menos para fotografiar, incluso con cámara propia, a las réplicas vivas.

  • ¡Taxi! Una de las cosas más curiosas de Moscú es el servicio de “taxis”. La herencia soviética aquí parece tener todavía plena vigencia, ya que los rusos no están acostumbrados a tomar taxis tal como sucede en cualquier ciudad grande del mundo. De hecho, el servicio de taxis se oficializó hace pocos meses, se ven pocos coches por la calle y la espera, cuando se llama a un móvil, puede llegar a 45 minutos. En cambio, lo mejor para trasladarse, si no es subte o colectivo, es el “taxi a la rusa”, como aquí le dicen. La persona en la calle intenta parar, con la mano levantada, a todos los autos que pasan. Rápidamente un coche se va a detener, y ahí nomás se transa, en función del destino final, el precio. Para un argentino, lo mejor es ir con un mapa de la ciudad para indicar la dirección y avisar, mostrando directamente un billete, cuánto se quiere pagar. El “servicio” es muy seguro para el pasajero, indican conocedores del tema, y le permite, al improvisado chofer, hacerse de unos manguitos extra.

  • Subte. El subte de Moscú es una maravilla. “Un palacio para los pobres”, recuerdan que se lo definía décadas atrás en la rusa comunista. Las estaciones están decoradas con arañas para la iluminación, tienen grandes arcadas y muchas de ellas, columnas de mármol. Las escaleras mecánicas para llegar al andén son interminables, tanto que el recorrido puede durar un par de minutos, con decenas de cálidas luces en los costados que dan mucha mística al paisaje. Además, muchas estaciones son temáticas. Por ejemplo, la de Dostoevskaya es un homenaje al genial escritor ruso Fedor Dostoievsky. Escenificaciones de Crimen y castigo, como el momento en que Raskolnikov mata con el hacha a la vieja o cuando los agentes lo interrogan en la sede policial, están pintadas en murales. Otra estación, por ejemplo, tiene cientos de estatuas con figuras simbólicas del comunismo: el campesino, el obrero, el atleta, el soldado rojo y varias más.

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