ECONOMíA

El imparable ascenso del dólar defendible

El corralito se entreabre. Los depósitos liberados no retornan. El Central les da el dinero a los bancos. Parte va al dólar. Mientras tanto, caen las reservas desafiables por una masa nominal de pesos en expansión. ¿Adónde lleva este juego?

 Por Julio Nudler

¿Cuál es el dólar que interesa: el que se forma cada día en el mercado, por el juego de demanda y oferta, o el que el Gobierno puede “defender” con sus reservas, ensuciando la flotación? En su último informe, la Fundación Capital calcula que, al ingresarse en el corralito, dadas las reservas de divisas y la cantidad de medios de pago que había en la economía, el Banco Central podía asegurar que el dólar no superase $1,30. Ahora el tipo de cambio defendible ya escaló a 1,90. ¿Seguirá subiendo, a qué ritmo, hasta dónde? ¿Cuánto aumento aguantaría el actual programa económico antes de que empiecen a saltar todos sus retenes y la inflación se acelere y propague por los reajustes salariales?
Hasta hoy la dinámica es divergente –otra manera de llamarla explosiva, aunque no necesariamente vertiginosa–. Como la base monetaria se expande y las reservas se contraen, el precio del dólar que el BCRA puede defender es cada vez más alto. En otras palabras, necesita una mayor licuación de los pesos en circulación, medidos en dólares, para preservar ese equilibrio fundamental. Esto no sólo significa más y más devaluación, sino también más inflación interna.
¿Por qué se dilata la base monetaria (es decir, la cantidad de pesos)? Una causa es el déficit fiscal: el Central tiene que emitir con destino a Hacienda porque la recaudación no cubre el gasto público. La otra razón es la asistencia a los bancos vía redescuentos y pases. El esquema puede representarse del siguiente modo: los bancos en el medio, con una tronera por la que desagua el corralito, y encima de ellos el BCRA, reponiéndoles gran parte de la plata que pierden y no recuperan, ya que el público no reintroduce en el sistema el dinero que logra liberar. Según cuantifica FC, en febrero el drenaje promedia $ 160 millones diarios, y los préstamos del Central a la banca suman $ 136 millones por día. La otra hoja de la tijera, las reservas, viene mellándose a razón de u$s 17 millones diarios este mes, luego de haberles dicho adiós a 42 millones por jornada en enero.
Si la progresión mantuviera la pendiente mostrada desde el hundimiento fáctico de la convertibilidad, ocurrido el 3 de diciembre, a mediados de año el dólar defendible se parecería a $ 2,80. Y si la cotización en el libre mantuviese la crema actual, en las pizarras se vería un dólar superior a $ 3,20 para cuando pase el solsticio de invierno. ¿Empleados públicos y jubilados podrían en ese caso seguir cobrando lo mismo que cuando el dólar valía un peso? Probablemente no. ¿Podrían hacer algo Jorge Remes Lenicov y Mario Blejer para frenar este deslizamiento? Quién sabe. Por empezar, no pueden volver a calafatear el corralito, porque secar la economía es matarla del todo, y en la parálisis no hay cierre fiscal ni programación monetaria posibles.
A la luz de esta dinámica se entiende la desesperación por conseguir el respaldo del tándem Estados Unidos-FMI: un paquete destinado a reforzar las reservas permitiría bajar el dólar defendible, el que a su vez induciría por algún tiempo una cotización más baja (o al menos estabilizada) en el libre, sin que necesariamente implique ventas de divisas por el Central. Es que los grandes exportadores, antes de liquidar sus dólares calculan de reojo cuál es el dólar defendible. Como nunca liquidarían por debajo de ese valor de referencia, ese dólar le marca un piso al mercado. Por tanto, ciertas expresiones del Presidente, augurando drásticos repuntes del peso, son tristemente inútiles.
Si la descomposición de la economía y de las expectativas no fuera tan extrema, el drenaje del corralito podría ser autosostenido en buena medida por los propios bancos a través de los depósitos que retornaran a sus ventanillas y del recupero de la cartera de créditos. Pero la realidad es otra. Gradualmente, la banca le está pasando el problema al Estado, vía BCRA, y éste está aceptando esa masiva socialización de pérdidas. En algún punto, los bancos, junto con sus desastrosos balances, serán técnicamente del Estado, y éste deberá decidir –como en el caso del Galicia– siacepta formalizar la absorción. En cuanto al retorno del dinero libre a los bancos, por ahora no hay moneda, ni tasa de interés ni confianza que lo hagan posible.
Que el dólar libre se sostenga por encima del defendible mantiene al sistema en permanente estado de dolarización potencial. Mientras no sea ésa la decisión política, habrá que negociar a matacaballo con el Fondo o, como medicina parcial pero efectiva, aplicar una retención a las exportaciones (¿por qué sólo a las de petróleo?) para reducir el déficit fiscal a monetizar y moderar el traslado a precios de la devaluación. Ello si los lobbies lo permiten.

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