ECONOMíA › A MEDIADOS DE FEBRERO COMIENZA LA SEGUNDA REVISION

Aterriza la “buena fe” del FMI

No hay descanso en la relación con el Fondo Monetario. Tan sólo transcurrió una semana desde la última aprobación que el organismo dio a la economía argentina, y desde Washington ya se definió la visita a Buenos Aires de una nueva misión. El objetivo: seguir monitoreando la marcha económica, con vistas al vencimiento de 3100 millones de dólares que ocurrirá el próximo 9 de marzo.
“Tenemos la expectativa de que la misión estará viajando a la Argentina para mediados de febrero”, anunció ayer el vocero del FMI para América latina, Francisco Baker, desde la capital estadounidense. Si bien en los papeles figura el seguimiento de las metas fijadas en el último acuerdo, el telón de fondo de la visita de los técnicos será la marcha de la renegociación de la deuda en default.
La posición de la Casa Rosada es terminante: no se pagará ese vencimiento a menos que exista certeza de que el FMI dará el visto bueno a la revisión. De esa manera, reintegraría el desembolso a los pocos días de efectuarse.
Desde Washington no ponen en duda la situación de la economía. Es obvio que el Producto está creciendo a un ritmo que los sorprende. Sin embargo, dejan trascender que la clave para la aprobación será si el Gobierno encauzó la negociación de la deuda. La última revisión, por ejemplo, se demoró más de un mes porque en el exterior propiciaban un compromiso argentino a que se pagaría más a los acreedores que el 3 por ciento de superávit pautado.
La presión irá en aumento. Uno de los países del poderoso G-7 reclamó ayer una señal “de buena fe” hacia los acreedores. Fue el director del Tesoro de Francia, Jean-Pierre Joyet, quien adelantó que los ministros de Finanzas del Grupo pedirán a la Argentina que “inicie un diálogo constructivo y de buena fe con el conjunto de los acreedores”.
No es, precisamente, el sentimiento de algunos acreedores. La asociación de bonistas alemanes DSW calificó como una “bofetada en la cara” la expresión de Néstor Kirchner de que quienes compraron bonos argentinos en la década de los 90 “sabían que estaban timbeando, yendo al casino a ver cómo les iba”.
A pesar del enojo de los acreedores, el ministro del Interior, Aníbal Fernández, insistió con ese análisis. Dijo que los bonistas “tendrán grandes pérdidas y se lo merecen”, suscribiendo así con uno de los párrafos de un editorial del diario londinense Financial Times. El funcionario puso como ejemplo el rendimiento que tenía un bono argentino y su similar estadounidense: “Cuando en Estados Unidos un papel seguro tenía 1,5 o 1,6 por ciento de tasa de interés efectivo anual, la Argentina pagaba el 12,34 por ciento”. Ese diferencial conllevaba implícito el riesgo de la inversión.

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