ECONOMíA › LOS NEGOCIOS DE LOS TIBURONES DETRAS DEL CANJE

Los malos nunca pierden

Por M. M.

En el casino de las finanzas mundiales pareciera existir una regla inquebrantable: los malos nunca pierden. Ni siquiera el canje de deuda negociado por Kirchner y Lavagna –que quedará en los libros como el de mayor quita de la historia– pareciera haber violado a esa máxima no escrita.
¿Por qué hubo en las últimas semanas una avalancha de bancos y fondos de inversión interesados en ingresar al canje? Una explicación posible es que se dieron cuenta de que Argentina no podía pagar más y que una poda menor hubiera tornado inevitable un nuevo default en pocos años. La deuda posdefault será de 120.000 millones de dólares, un nivel más elevado en relación al PBI que durante la convertibilidad. Tal carga exigirá un esfuerzo fiscal para honrar los servicios de la deuda nunca visto (ver cuadro).
Otra explicación la dio el presidente del JP Morgan –el mayor banco de inversión norteamericano– en una reunión reservada en Nueva York con un funcionario argentino: “Tengo trabajando conmigo a 50 PhD (doctores en economía) y ninguno encuentra una rentabilidad tan alta como la que ofrecen los bonos en pesos (indexados por Cer) en Argentina. Ustedes por los próximos dos años no van a volver a caer en default. 10 por ciento anual en dólares no se consigue ni en Turquía; en Brasil tal vez ganamos un 7 por ciento, pero hoy el riesgo el mayor”.
En las últimas semanas, el JP Morgan compró varios miles de millones de dólares en bonos argentinos en default a inversores particulares, por debajo de los 29 centavos, los que se espera que coticen en abril a unos 37 centavos. Ahí nomás, el banco habrá obtenido una jugosa ganancia de capital, a lo que habrá sumarle la rentabilidad anual en intereses mencionada más arriba. Mucho más atractivo todavía fue el negocio para los que compraron allá por 2002 los papeles a 17 centavos.
Además del Morgan, se sabe que Merrill Lynch, otro de los grandes, compró 6000 millones de dólares en bonos argentinos para no quedar fuera del negocio. Y hasta el empresario mexicano, Carlos Slim, habría jugado sus fichas con más de 2000 millones.
El negocio que ahora olfatean los tiburones es la compra de bonos a los que no ingresaron al canje (a valores de remate) a la espera de que en el futuro el gobierno argentino reabra la opción de trocarlos por los nuevos títulos.
Roberto Lavagna propuso, a fines del año pasado, un nuevo “código de conducta” para los mercados financieros que, entre otros puntos, privilegiaba a los tenedores originales de la deuda (aquellos que compraron los papeles a 100) de los que, en el paso de manos, especulan hasta el infinito con esos papeles. El G-20 (integrado por el G-7 más un grupo de países emergentes) ni siquiera se dignó a discutirla. Por ahora, las reglas de este casino son así.

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