EL MUNDO › ESCENARIO

Obama cool

 Por Santiago O’Donnell

Obama tiene ritmo, Obama es cool. Tiene uno-dos-tres, equipo, agenda y programa. Tiene dos hijas y tiene a Michelle, que no lo deja olvidar. Tiene pasado y futuro. No grita ni golpea, se desliza. Va. ¿A dónde va? Primero la economía. Esta semana salió a hablar tres veces, siempre del mismo tema pero con alguna variación. Con ritmo. La primera fue para calmar a los mercados a horas de la apertura del lunes. Mensaje: no soy el presidente todavía, pero las cosas están mal y no puedo hacerme el boludo.

Con la excusa de presentar funcionarios de su futuro gabinete económico, salió a decir que está trabajando en un paquete de estímulo bien demócrata, bien keynesiano, porque lo consultó con su grupo de expertos y decidió que era lo mejor. Algo ya. Lo dijo de otra manera, pero dijo algo así: yo soy Obama, yo decido cuánto se imprime, todo el mundo quiere comprar dólares, estoy listo para imprimir. Sólo falta la aprobación del Congreso. Tengan lista la ley para el 20 de enero, la quiero firmar el día de la asunción. Como los grandes.

Así anunció Obama su paquetazo. En primera fila, sentado detrás de un cartelito con “Oficina del Presidente Electo”, como si alguien no supiera. En segunda fila, seis asesores económicos equilibrados de la siguiente manera: a la izquierda, una experta en pobreza y dos desarrollistas; a la derecha, tres financistas requeteamigos de los mercados. Cuatro cabezas de blancos, una de negro y otra de mujer. En tercera fila, una hilera patriótica de banderas estadounidenses. Detrás de las banderas, un cortinado negro para beneficio de las cámaras.

La escena estuvo impecablemente coreografiada, como siempre, crédito de David Axelrod, a quien la prensa norteamericana describe simplemente como “su asesor más cercano”. Un tipo simpático y panzón, con bigote, entradas y corbata floja. Look desgarbado que arrastra de sus tiempos de reportero del Chicago Tribune. En su nueva función, David hace las delicias de cuanto programa político se transmite por televisión, por dos razones: porque siempre está accesible y porque siempre repite, varias veces y sin equivocarse, el nombre de su entrevistadora o entrevistador.

La puesta de David estuvo bien. El mensaje dio en el blanco. Lluvia de elogios en el New York Times. Hay equipo, hay estrategas. ¿Qué sector se descuidó? ¿Dónde están las debilidades? Todo bien con Wall Street, se quedaron tranquilos los nombramientos de John y Michael. Y con la gente todo bien, Obama dio la cara y prometió piñata. ¿Quién falta? Falta un grupo importante. Faltan esos votantes blancos de clase media de New Hampshire y Ohio, esos jubilados de Florida, esos yuppies de Virginia. Toda esa gente que venía votando republicano y que apoyó a Obama por la guerra y por el cambio. A esa gente le gusta manejar su propio dinero. Odian cualquier cosa que huela a gasto público, suba de impuestos o cambio de reglas. Conservadores fiscales, que le dicen. O “demócratas de Reagan”, por su volatilidad. Un segmento que gasta y vota. Entre pitos y flautas, un veintipico por ciento del padrón.

Rápido, llamen a otra conferencia de prensa. Igualita a la anterior, misma hora-mismo-lugar-misma escenografía, apenas veinticuatro horas después. David, encargate. Pero claro, algo cambia. Mensaje parecido, pero con distinto énfasis. Mismo protagonista, Obama, pero distintos actores secundarios. Siempre para adelante.

Porque todos son bienvenidos a la gran carpa de Obama. Pasen y vean. Obama presenta a Peter, su futuro director de Presupuesto. Peter, un clásico. Viene de manejar el presupuesto del Capitolio. Un veterano del lápiz afilado. Un conservador fiscal. Mensaje: el paquetazo no es gratis.

Y ni un reproche por la herencia recibida. Al contrario. Un caluroso, casi afectuoso llamado a la unidad bipartidista. Porque tienen razón los conservadores fiscales: hay que ahorrar. Hay que eliminar el gasto superfluo. Algunos van a sufrir y hay que avisarles, pero por ahora es mejor no mencionar el Departamento de Defensa. Que esperen los detalles. Eso sí: siempre hay que nombrar a Abraham Lincoln, el prócer republicano que fue a la guerra para abolir la esclavitud. Con espíritu bipartidista, Obama proclama: “por encima de la ideología, lo que importa es la eficiencia”. Total la ideología ya está: paquetazo y puestos de trabajo.

Atención: Bush anuncia el rescate del Citi y pide un salvavidas para las automotrices. Cool. ¿Para qué pelearse con Bush? Más bien hay que ayudarlo. Ayudarlo para que entienda el mensaje.

Rápido, David, para que no queden dudas, hay que hacer otra. Tercer día, tercera presentación, tercer discurso de Obama sobre la economía. Mismo equipo, mismo cartelito, mismas banderas, misma mueca de preocupación, misma promesa. Pero distinto énfasis. Mensaje: salvataje para la gente, disciplina y mano dura para los bancos.

“Durante dieciocho años, bajo la dirección de Alan, la Reserva Federal (Banco Central) fue un viva la pepa. Pero ahora se viene Paul, que es el que estaba antes que Alan. Será mi jefe de Asesores Económicos. Y con Paul no se jode. Va a diseñar una red de controles para que las cosas vuelvan a ser como eran antes. Porque cuando Paul manejaba el Fed, los créditos se podían pagar y los bancos no quebraban.” No fueron sus palabras exactas, pero casi. Crisis económica, laburo ya, pero también austeridad y disciplina. ¿Se puede? “Sí, se puede”, contestan los pins en las solapas de los voluntarios, millones de remeras negras que llevan impresas la imagen de Obama. El dream team toma nota y revisa carpetas. Hay confianza, hay ganas, hay ideas, se percibe el movimiento.

Telón lento y negro. Largo silencio. David cuelga un cartel: “No molestar. Equipo trabajando”, Un poco de hielo hasta la próxima función.

De política exterior ni hablar. Apenas un llamadito al presidente de Afganistán. Para Obama, lo único urgente en el mundo es Afganistán. Porque están los chicos y la están pasando mal. Por eso llamó. Lo demás puede esperar. Irak, dentro de todo, está tranquilo. Lo demás no existe, o mejor dicho, se lo tragó la crisis. Nada de fotos con los líderes del mundo aunque vengan a Washington.

Hillary canciller pero el anuncio después, porque ahora se viene el Día de Gracias. Tiempo de familia. Hillary, los Clinton, el mundo, la visión, todo eso para después de fin de semana largo. ¿Cuándo? Pronto, pero primero hay que vender a Robert como secretario de Defensa. El tipo viene de ser ministro de Guerra de Bush, nada menos, pero antes estuvo en el Grupo de Estudios del Congreso. Recomendó la retirada de Irak y negociar con Irán. Un tipo flexible, con buenos contactos en el Pentágono y las dos hileras de Congreso. Un jugador de equipo.

En combo con Hillary, Robert sale con fritas. Aunque se enojen un poco los pacifistas. No es momento de aflojar. Bombardean Bombay. Si hay rock and roll en Cachemira, se complica Afganistán.

¿Robert y Hillary la semana que viene? ¿Mejor esperar? El juego de Obama es el básquet, y en el básquet todo es tempo. ¿Cómo sigue la guerra? ¿Cómo sigue la crisis? ¿Conviene hablar? ¿Mejor callar?

El rap de Obama es positivo y alternativo. Pasión con compasión, tecnología para la ecología. Main Street antes que Wall Street. Hip hop, chill out, hip hop, chill out.

Con ritmo, como un lustrabotas. Pomada negra con lustre. Para sacarles brillo a zapatos gastados. Gastados, brother, de tanto pisar.

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