EL MUNDO › HABLA DAVID MALONE, EXPERTO EN NACIONES UNIDAS Y TITULAR DE LA ACADEMIA INTERNACIONAL DE LA PAZ

“Bush logrará el apoyo de la ONU a la guerra”

La exposición de Colin Powell ante el Consejo de Seguridad de la ONU puede considerarse un fiasco. Ninguno de los países opuestos a una guerra a Irak cambió de posición. Pero de aquí al viernes 14, cuando el Consejo debe escuchar el nuevo informe del jefe de inspectores de armas, mucho puede cambiar. A continuación, el análisis de un experto entrevistado por Página/12.

 Por Eduardo Febbro

Luego de las presuntas evidencias presentadas por el secretario de Estado norteamericano Colin Powell sobre el armamento iraquí, la guerra en Irak puede depender más que nunca de una cuestión de aritmética: quiénes, entre los 15 miembros del Consejo de Seguridad, votarán a favor de una nueva resolución autorizando el recurso a la fuerza. Las cuentas actuales muestran que, entre los cinco miembros permanentes y los 10 no permanentes, la administración Bush no cuenta con la mayoría necesaria. Entre los cinco grandes, sólo Gran Bretaña apoya a Estados Unidos. Entre el resto de los países, apenas dos o tres están con Washington. Para David Malone, diplomático, presidente de la Academia Internacional de Paz, catedrático y agudo conocedor de los mecanismos de las Naciones Unidas, el peso de la decisión futura recae sobre países más pequeños sobre los que Washington puede influir.
–Los antagonismos en el seno del Consejo de Seguridad ¿no pueden maniatar las intenciones de Washington debido a los problemas jurídicos que plantea?
–Creo que en las próximas semanas esas diferencias no tendrán mucha importancia. París, Londres, Moscú o Berlín están enfrentados a imperativos políticos antes que jurídicos. A los consejeros de las Naciones Unidas se les pide que justifiquen jurídicamente las decisiones políticas de los gobiernos antes que lo contrario. Además, creo que hoy, en el seno del Consejo de Seguridad, hay cuatro miembros que están abiertamente a favor de la guerra: EE.UU. y Gran Bretaña, dos miembros permanentes, Bulgaria y España, miembros no permanentes. Luego hay cinco potencias que están en contra: Francia, Rusia, China, Siria y Alemania. En suma, hay tres miembros permanentes del Consejo que se oponen y dos no permanentes que tienen la misma posición. Luego están los demás seis miembros: Chile, México, Guinea, Camerún, Angola y Pakistán. Mucho depende de estos seis países, que no se han decidido claramente.
–El poder de EE.UU. frente a estos países es tal que la administración Bush puede orientar su decisión.
–Una campaña diplomática norteamericana, con todo lo que esto implica, es por lo general muy eficaz. Sin poder predecir lo que harán estos seis gobiernos, es seguro que van a reflexionar dos veces antes de oponerse a Washington. Camerún y Guinea son dos países francófonos y van a escuchar a Francia con mucha atención. Pero cabe recordar que en las negociaciones que rodearon la adopción de la resolución 1441 estos países terminaron adoptando el punto de vista de Washington. Hay dos países para los cuales la decisión será difícil: Pakistán, donde la población es muy hostil a una guerra contra Irak, al tiempo que el gobierno está muy ligado a Washington, y México. La política exterior mexicana siempre rechazó la solución de los conflictos a través de las armas y siempre tuvo relaciones complejas con los Estados Unidos. Pero México está ligado hoy a EE.UU. mediante un acuerdo como el NAFTA y, por consiguiente, el presidente Fox tiene una opción difícil por delante. Si tuviese que apostar, apostaría que los EE.UU. y Gran Bretaña van a conseguir los nueve votos a favor que les hacen falta para que se adopte una resolución. De ahí a saber si los otros tres miembros permanentes del Consejo se abstendrán o usarán su derecho de veto, no lo sé. Creo que ni los rusos ni los chinos usarán solos ese derecho. Queda Francia y el interrogante de saber si París utilizará su derecho de veto, si actuará así para oponerse a una resolución propuesta por otro de los miembros europeos del Consejo de Seguridad.
–¿Moscú no puede cambiar de actitud a último momento?
–No creo. El presidente Vladimir Putin apostó mucho por Occidente y particularmente en sus relaciones con Bush. No creo que Putin ponga en peligro sus relaciones personales con Bush por Saddam Hussein. Rusia se ha hecho silenciosa en estos momentos, mucho más silenciosa que en septiembre del año pasado.
–¿Y China?
–Desde hace aproximadamente un año y medio hay una nueva dinámica en el Consejo de Seguridad. Esa dinámica muestra que entre Pekín y Washington hay mucho más respeto en las relaciones. Tampoco veo que Pekín vaya a oponerse a los EE.UU. en este caso. Por eso digo que todo reposa sobre la actitud de Francia: si los franceses hacen uso de su derecho de veto, tal vez Pekín y Moscú se unan a ellos. Sin esa condición, no habrá veto chino o ruso en el Consejo. En agosto y septiembre del año pasado Francia utilizó toda su influencia para llegar a un acuerdo dentro del Consejo de Seguridad, que desembocó en la resolución 1441. Asimismo, no hay que olvidar que la actitud que asuma Alemania será igualmente determinante. No sabemos realmente si Berlín, que se define contra una resolución del Consejo de Seguridad autorizando la fuerza, terminará votando en contra de una resolución que vaya en ese sentido. Alemania preside el Consejo durante todo el mes de febrero y tradicionalmente el papel que desempeña la presidencia consiste más en elaborar un consenso que en comprometerse en el debate.
–¿Con qué criterios se juzga si Irak violó o no las obligaciones que se desprenden de la resolución 1441 y cuál es el papel que desempeñan en todo este debate los inspectores que supervisan el desarme en Irak?
–Es obvio que los inspectores tienen influencia y que además asumen actitudes diferentes. Mohammed El-Baradei, el director de la Agencia Internacional de la Energía Atómica, la AIAIEA, encargada de supervisar las armas nucleares, parece satisfecho porque los iraquíes no tienen ni armas nucleares ni programas de producción de esas armas. Hans Blix, el jefe de la misión de la ONU, se expresa en un tono distinto. El informe que Blix presentó en el Consejo de Seguridad el pasado 27 de enero es desastroso para Irak. No dice ni una sola palabra favorable al régimen ni a la cooperación brindada por Bagdad a los inspectores. Si de aquí al 14 de febrero Hans Blix no cambia radicalmente de tono, pienso que varios gobiernos se dejarán influenciar por este factor. En cuanto a las pruebas y la violación flagrante de la resolución 1441, bueno, aquí se trata de un juicio puramente político. Lo que es muy grave para Washington puede resultar sin importancia para Berlín. Pero no es imposible que, dentro de la dinámica de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, los cinco acerquen sus posiciones en las próximas semanas. A ello se le agrega la campaña diplomática que Londres y Washington lanzarán como telón de fondo para convencer a los otros miembros del Consejo de que apoyen el texto que ambos proponen.
–¿La eventualidad de que Saddam Hussein se rinda antes de que se desencadene la guerra es viable o pura fantasía?
–Yo no excluyo esa posibilidad. La mayoría de los dictadores tiene mucho coraje con la vida de los demás pero rara vez con su propia vida. Hay pocos dictadores que hayan abandonado el poder voluntariamente. La gran mayoría se refugiaron en otros países o huyeron cuando llegó el momento indicado. No es porque Saddam Hussein afirme que combatirá hasta el final que hay que tomarlo al pie de la letra. Hay una posibilidad –y no una probabilidad– de que se vaya, de que haya un golpe de Estado. Nada puede excluirse.
–Si Francia termina uniendo su voto al de una resolución autorizando la guerra, París puede jugar pese a todo un papel moderador.
–Si Saddam Hussein permanece en el poder, Washington está decidido a ir a la guerra. Pero Francia puede poner de relieve varios puntos: Paríspuede insistir en la definición de los objetivos precisos de una acción militar, tanto más cuanto que Estados Unidos no es muy claro con respecto a lo que quiere hacer. París también puede contribuir a aclarar cómo Irak va a ser gobernado después de la intervención militar. Haga lo que haga en el futuro, Francia no ha dicho la última palabra. Honestamente, me parece que, en general, la política común europea en materia de defensa y de política exterior se ha convertido en una broma internacional.
–¿Es posible que Londres y Washington pasen por encima del Consejo de Seguridad?
–Si eso ocurriera sería muy grave para el Consejo de Seguridad y un fracaso diplomático patente para Londres y Washington. Queda muy claro que los norteamericanos tienen la firme intención de poner término al régimen de Saddam Hussein. Lo que no está claro es qué porvenir han previsto para Irak una vez que Saddam Hussein haya sido derrocado. En Washington se habló de un gobierno militar, de una administración civil dirigida por iraquíes o por las Naciones Unidas. No sabemos gran cosa acerca de los proyectos norteamericanos luego de la intervención militar. Es un aspecto sorprendente porque si se respeta el calendario fijado para el operativo militar, en los próximos dos o tres meses la cuestión va a plantearse. Es preocupante. También se pensó trabajar con los movimientos iraquíes en el exilio a fin de constituir un gobierno en el exilio. Pero las discusiones que tuvieron lugar en Londres no arrojaron ningún resultado porque los movimientos opositores iraquíes están muy fracturados. ¿Acaso EE.UU. prevé dejar lo esencial de la administración iraquí en pie, decapitando únicamente algunos elementos del régimen? Esta opción no retuvo la atención de Washington pero podría ser defendida por otros estados. Lo que resulta claro es que las Naciones Unidas jugarán un papel importante en Irak. Tal vez se pueda optar por un gobierno basado en el modelo de Afganistán. Es obvio que un gobierno militar controlado por Estados Unidos no es viable por mucho tiempo. Por eso el papel de los aliados es esencial para Washington. La fase post-conflicto plantea más problemas que la misma guerra, la cual, de todas formas, será asumida en un 95 por ciento por los norteamericanos.
–El otro enigma que rodea esta nueva fase de la posible guerra en Irak es por qué Saddam Hussein siguió en el poder luego de la aplastante derrota de 1991. ¿Por que los aliados que lo desalojaron de Kuwait en 1991 no lo derrocaron? Parece como si el actual presidente Bush se hubiese dado cuente de repente de la existencia de un país como Irak.
–Fue el presidente Bush padre quien tomó la decisión de no seguir la campaña militar de 1991 –Tormenta del Desierto– hasta Bagdad. O sea, finalmente decidió no derrocar a Saddam Hussein. Bush estaba entonces rodeado de una serie de personalidades que vuelven a estar presentes en la segunda administración Bush. Los norteamericanos siempre tuvieron cierta dificultad en digerir el hecho de que Saddam Hussein no haya sido totalmente derrotado en 1991, que haya sobrevivido. En el entorno del actual presidente norteamericano hay un grupo de incondicionales empeñados en terminar de una buena vez por todas con Saddam Hussein. Durante los primeros meses, la política exterior de Bush fue muy unilateral. Estuvo marcada por el rechazo de los instrumentos de las Naciones Unidas, por ejemplo el rechazo del protocolo de Kioto, el rechazo del tratado sobre las armas biológicas, del programa de las Naciones Unidas para el desarrollo, de la Corte Penal internacional. Para la nueva administración, lo importante eran las grandes potencias, o sea, Moscú y China, con quienes tuvo al principio una actitud hostil. La teoría de uno de las consejeros de Bush en materia de política exterior consistía en decir que para EE.UU. lo único importante eran las grandes potencias y los grandes temas: los pequeños países y los temas sin importancia no debían interesar a Estados Unidos. Los atentados del 11 de septiembre cambiaron las cosas.En primer lugar intervino la campaña militar contra el régimen de los talibanes y la red Al-Qaida y luego la instalación del gobierno afgano. Una vez solucionado ese problema, se hizo evidente que en el seno de la administración Bush se decidió pasar a otra etapa, la cual, obviamente, no podía ser otra que Irak. El tono cambió radicalmente en agosto del año pasado pero Bush, tal vez influido por las iniciativas británicas, decidió en septiembre buscar la implicación del Consejo de Seguridad y aceptó entablar una negociación muy ruda, especialmente con Francia, que llevó a la adopción de la resolución 1441. Las encuestas de opinión muestran que los norteamericanos apoyarán al presidente en caso de guerra contra Irak. Sin embargo, los sondeos indican también que la sociedad no quiere que Estados Unidos vaya solo a la guerra. De todas formas, hay una serie de países que irán a la guerra junto a Washington, principalmente Gran Bretaña y otras potencias europeas como España e Italia. Los otros aliados exigen una nueva resolución del Consejo de Seguridad con la mención explícita del recurso a la fuerza para aliarse con los Estados Unidos. Ese es precisamente el debate que agita hoy al Consejo de Seguridad.
–Esa resolución futura es objeto de las discusiones actuales. ¿Cuáles son sus ejes?
–Estados Unidos busca una resolución parecida a la 678, la que desencadenó la primera Guerra del Golfo. Ese texto preveía el inicio de la guerra a partir del 15 de enero de 1991 si Saddam Hussein no cambiaba de posición. Hoy es lo mismo. Londres y Washington trabajan en una resolución que dejaría un lapso a Saddam Hussein para que cambie totalmente de comportamiento. Si no lo hace, se fijaría una fecha, tal vez el 15 de marzo o el 1º de abril, para autorizar la guerra. La próxima resolución será la definitiva. Creo en todo caso que los militares norteamericanos quieren que la fase militar concluya antes del 1º de mayo debido a razones climáticas. Los militares han fijado como fecha límite para empezar el próximo 15 de marzo. Por esa razón excluyo una negociación demasiado larga en el Consejo de Seguridad.
–Chile y México son actualmente miembros del Consejo. ¿Washington puede cambiar el rumbo de sus posiciones oficiales?
–Ambos países tienen posturas distintas. Chile es un país políticamente cercano a EE.UU. Sería sorpresivo que Chile no apoye a Washington. Para México, la cuestión es mucho más difícil, está el NAFTA y las relaciones entre Bush y Fox. Pienso que México apoyará a EE.UU. como una opción in extremis. Pero en América Latina hay cierta impaciencia respecto a EE.UU. Washington siempre solicita el apoyo de América Latina sin ocuparse de los temas importantes de América Latina, especialmente los temas de apertura comercial o los apoyos financieros durante las crisis. América Latina se siente abandonada pero eso no implica que se opondrá a Washington. América Latina se aliará a EE.UU. esperando obtener algo a cambio en el futuro. Creo que Fox terminará por apoyar a EE.UU. porque si México se niega las consecuencias podrían ser graves para México. Incluso si Bush es capaz de comprender un voto negativo de Fox, el Congreso norteamericano no lo entendería nunca.

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David Malone, experto en Naciones Unidas, de la Academia de Paz.
 
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