EL MUNDO › EL HIJO DE KHADAFI PRONOSTICO QUE SUS FUERZAS LOGRARIAN HACERSE CON EL CONTROL DE BENGHAZI, BASTION OPOSITOR

“Todo habrá terminado dentro de 48 horas”

Después de feroces enfrentamientos y a un mes de iniciada la rebelión en Libia, crece el temor de que el régimen acabe con todo atisbo de levantamiento. El Consejo de Seguridad retomó el debate acerca de la zona de exclusión aérea.

 Por Kim Sengupta *

Desde Benghazi

Integrantes de las fuerzas rebeldes en las proximidades de la ciudad de Ajdabiya, que pasó a control del Ejército.
Imagen: EFE.

Se pudieron arrancar las ataduras después de cuatro décadas de dictadura, dando señales de un nuevo comienzo, brillante y valiente. Pero un mes después, con feroces enfrentamientos, la revolución libia parece encaminarse hacia un final trágico y sangriento. Todo anuncia lo peor: los bombardeos habrían llegado a Benghazi, la segunda ciudad libia.

Todavía hay una parpadeante esperanza de que la derrota, al menos en esta última hora, pueda ser evitada. Que Occidente actúe para ponerle fin a la brutal ofensiva militar de Muammar Khadafi, que –como se viene pronosticando– se amotinen sus fuerzas. Pero, en lo que queda de la Libia Libre, cada vez crece más la resignación: el futuro tan esperado no llegará. En la oscuridad, también se siente crecer el temor a la posible reprimenda que vendrá cuando regresen las fuerzas del régimen. Las familias se separan porque los que están en peligro empiezan a escaparse. Otros se quedan y dicen que prefieren morir luchando que ser víctimas de una ejecución o de años de cárcel y torturas.

Mientras tanto, ya se ejecuta el final del juego. El combate continuó ayer en Ajdabiya, la ciudad más cercana a Benghazi. Benghazi es la capital de la Libia libre, donde el movimiento de protesta dispuso su gobierno provisional y sigue en manos de los rebeldes. Al final de la tarde de ayer, las tropas gubernamentales se estaban moviendo por el desierto hacia el sur: a través de esa ruta podrán acceder hasta la frontera egipcia y rodear a las partes del este del país que todavía no están bajo su control.

Mientras se acumulan las pérdidas para los rebeldes, también se propaga la amargura por lo que perciben como la cruel indiferencia del Occidente, que genera continuos interrogantes acerca de por qué fracasó la propuesta de imponer una zona de exclusión aérea. Ayer, Saif el Islam, el hijo del coronel Khadafi, que se volvió una de las más prominentes figuras del régimen, declaró que cualquier movida internacional resultaría irrelevante ya que Benghazi está condenada. “Todo habrá terminado dentro de 48 horas”, pronosticó en una entrevista televisiva.

La amenaza fue repetida, una y otra vez, en el canal de televisión controlado por el Estado. Quienes la escucharon en un café de Beghazi estallaron y desafiaron al régimen a los gritos. “Vamos a colgarte en Trípoli por todos los crímenes que cometiste contra el pueblo libio”, gritó Yusuf Istarzi, un maestro de escuela que se convirtió en combatiente. “Los hijos del monstruo son peores que él mismo”, disparó. Su compañero, Jawad Abdulahi, movió la cabeza. “Sí, pero él va a colgar a muchos de nosotros si logra llegar hasta acá. Y tiene razón, es muy tarde para imponer una zona de exclusión aérea. Necesitamos ataques aéreos contra Khadafi pero, ¿Estados Unidos y Europa harán lo que pedimos o, al contrario, firmarán un acuerdo con Khadafi por el petróleo? Ahora tenemos que concentrarnos en nuestra propia defensa”, dijo.

Las fuerzas rebeldes establecieron su línea de defensa en Zuwaytina, diez kilómetros al este de Ajdabiya. Desde allá intentarán ayudar a los grupos de combatientes que están atrapadados. Las fuerzas del régimen usaron tácticas que resultaron exitosas la semana pasada: bombardear desde el aire, tierra y mar así como enviar tanques y vehículos blindados.

Desde Benghazi, los líderes rebeldes manifestaron que echarán a las tropas de Khadafi de Ajdabiya a través de las luchas callejeras, a las que se sumarán los residentes que tomaron las armas para defender la causa rebelde. Como muchas de las declaraciones formuladas por ambas partes, ésta también resultó ser una ilusión y el régimen se las ingenió para rodear la ciudad. De hecho, la prensa informó que los bombardeos llegaron hasta el aeropuerto de la propia Benghazi, pero no se precisó si hubo bajas.

Hubo violencia severa en Ajdabiya. Las fuerzas del régimen respondieron desde los tanques a las emboscadas de los rebeldes en las zonas residenciales. Las ambulancias no lograban llegar hasta la línea de fuego así que muchos de los heridos no pudieron ser trasladados para recibir atención médica. Cuando lograron acceder, la cantidad de heridos era tal que los hospitales no pudieron responder a la demanda. Los pacientes fueron atendidos en el piso de los pasillos o en la misma entrada. Los que estaban graves fueron trasladados a Benghazi.

Rahim Ali Ajdah, uno de los trasladados hacia el bastión rebelde, había manejado desde Zuwaytina hasta Ajdabiya para confirmar que su familia estuviera a salvo, pero los disparos de un rifle automático alcanzaron el auto en el que iba. “Había hombres de Khadafi en un control y abrieron fuego. No sé por qué. Estoy muy preocupado por mi familia. Vivimos en un barrio que fue bombardeado y en donde mucha gente murió.” Desde la cama contigua, Mohamad Shawar contó cómo se incendiaron dos autos que llevaban a siete combatientes. “Chocaron también nuestro auto, me balearon en la pierna, pero pude escapar. Me escondí en una casa y un hombre me sacó de la ciudad”, recordó. Frente a este panorama, el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) volvió a reclamar un alto el fuego mientras el Consejo de Seguridad retomó el debate acerca de la zona de exclusión aérea.

En los primeros días de libertad, el arte jugó un rol fundamental a la hora de expresar la protesta. Los juzgados de Benghazi, donde están los cuarteles del movimiento rebelde, se llenaron de dibujos políticos. Un poco después, la escena bohemia se mudó a un centro de medios cercano, donde los jóvenes mantenían debates y se reunían con la prensa internacional. La mayoría de los periodistas se fueron a encontrar con las fuerzas de Khadafi, por lo que el centro quedó prácticamente vacío. Había una nueva acuarela en las paredes: un hombre despidiéndose de su mujer y sus hijos. Se llamaba El exilio.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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