EL MUNDO › EL REGIMEN IRAQUI MANTIENE INTACTOS SUS RESORTES DE PODER

Todo bajo control entre las bombas

Las principales figuras del iraquí aparecen en los medios frecuentemente; el gobierno reparte las raciones de comida para agosto y septiembre y la población civil puede salir y entrar de Bagdad como si se tratara de días comunes, a pesar de los bombardeos.

Por Angeles Espinosa
Desde Bagdad

Trece días después del inicio del asalto estadounidense a Irak, el régimen de Saddam Hussein se mantiene prácticamente intacto. Los intensivos bombardeos de la capital no han alcanzado a ninguno de los nueve altos responsables a los que Washington quiere juzgar por crímenes contra la humanidad, a la cabeza de los cuales están el propio presidente iraquí y sus dos hijos, Udai y sai. Más aún, el Estado sigue funcionando apoyado en un aparato de seguridad que, por si acaso, ha reforzado aún más su control sobre la población.
Como cada día, el ministro de Información, Mohamed Said al Sahaf, compareció ayer desafiante ante los periodistas. “Vamos a derrotar a los agresores, no al pueblo estadounidense a quien esos villanos no representan”, declaró, “porque no tenemos nada contra los norteamericanos, sino que luchamos contra los invasores y tenemos plena confianza en que ganaremos”. Sus palabras pueden sonar a bravuconada ante la evidente desproporción de fuerzas y medios entre la superpotencia mundial y un país diez veces más pequeño en tamaño y en población. Sin embargo, en la calle, los iraquíes también se sienten capaces de vencer.
Incluso para quienes en los meses anteriores a la guerra se atrevieron a expresar descontento con la dictadura, la presencia de tropas extranjeras en su país ha ejercido un efecto paralizante. Da la sensación de que la población se hubiera apostado en las ventanas a la espera de ver lo que ocurre. La mayoría de los iraquíes no se identifican con ninguno de los dos contendientes en el duelo. En parte, esta actitud es fruto de la desconfianza hacia la nueva y la vieja potencias coloniales, Estados Unidos y el Gran Bretaña. En parte, es también miedo a jugarse antes de tiempo.
“El punto de inflexión fue Um Qasr”, señala un observador político. El empantanamiento de las tropas estadounidenses en ese puerto evidenció que se había minimizado el apoyo con el que contaba el gobierno de Bagdad en el sur del país y magnificado el impacto del imponente despliegue norteamericano. En efecto, al tercer día del ataque, las caras largas de los funcionarios del régimen se mudaron en gestos de firmeza y desafío.
No son sólo declaraciones. También hay hechos. El Ministerio de Comercio inició la distribución de raciones alimenticias para los meses de agosto y septiembre en todo el país. Durante los próximos diez días, sus camiones repartirán medio millón toneladas de comida a 48.000 comerciantes-agentes. La logística involucrada en este proceso, que controlan agentes del partido Baaz y de la Policía y supervisa el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, demuestra que el país sigue funcionando. Un 60 por ciento de los iraquíes dependen de esa ayuda para su supervivencia y, en vísperas de su salida de Bagdad, fuentes de la ONU expresaron a esta enviada su preocupación porque la guerra interrumpiera ese suministro.
“Estimamos que los más necesitados cuentan sólo con raciones para seis semanas ya que la repentina acumulación de comida les ha llevado a vender parte para satisfacer otras necesidades”, advertía una portavoz desde el anonimato. La interlocutora también señalaba que los últimos repartos no habían incluido todas las legumbres, leche en polvo y alimentos infantiles que deberían por falta de abastecimiento. El esfuerzo gubernamental por seguir alimentando a la población no puede sino reforzar su base popular.
En Bagdad, los guardias de circulación observan impotentes los atascos que aún se producen en calles comerciales como Al Jumhuriya. A la vez, es cierto que la mayoría de los puestos del mercado del Serrallo se hallan cerrados y que Hadrithiye, donde se concentran muchos edificios y viviendas oficiales, se ha convertido en un barrio fantasma. Abren las tiendas de alimentos, pero también las de maletas y, curiosamente, las deantenas de televisión. “A falta de satélites, tratamos de ver el canal en árabe de Irán que informa sobre la guerra las 24 horas del día”, explica Mulham.
Fuera de la capital, la situación cambia según la provincia. La señora N. regresó de Balad Ruz (provincia de Diyala, entre Bagdad y la frontera con Irán), donde se ha refugiado con sus hijos, sin tener que parar en un solo control de carretera. “Eso es porque la situación está tranquila y el régimen cuenta con apoyo popular”, interpreta su marido, un funcionario, sigue trabajando en Bagdad.
No es el único caso. Aunque la estación de taxis y autobuses de Alawi, en la orilla occidental de la ciudad, estaba ayer semivacía, los iraquíes siguen entrando y saliendo de Bagdad sin mayores problemas, algo que los periodistas no estamos autorizados a hacer. “La semana pasada llevé a mi familia a Baba y allí casi no se nota que haya guerra”, aseguró a esta enviada un vecino del barrio de Karrada. “Las tiendas están abiertas y la gente sale a la calle con normalidad”, añadió tras admitir que “han bombardeado la central de telecomunicaciones y no es posible hablar por teléfono”.

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Un marine norteamericano trata de destrozar un retrato de Saddam Hussein en Nasiriya.
 
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