EL MUNDO › ISRAEL ESTARíA ESPIANDO A EE.UU.

Con la misma moneda

 Por Rupert Cornwell *

Los amigos no espían a los amigos. Esa ilusión sobre la actitud de Estados Unidos hacia sus aliados fue definitivamente desacreditada por las revelaciones de Edward Snowden sobre la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos y su socio británico en espionaje electrónico global, GCHQ. Pero Washington está siendo pagado con la misma moneda por unos de sus más cercanos amigos internacionales, Israel.

Israel ha estado tratando de robar secretos de los Estados Unidos, su principal protector y benefactor, pero también ocasionalmente su rival desde la creación del Estado judío en 1948, e incluso antes. De acuerdo con la revista Newsweek, estas actividades han “cruzado la línea” lo que raramente ocurría en el pasado.

En las palabras de un asesor del Congreso, con acceso en enero a sesiones informativas clasificadas sobre el tema, el comportamiento de Israel era “muy revulsivo, alarmante, incluso aterrador”. Israel, al parecer, está detrás de todo lo que puede poner en sus manos: documentos no sólo diplomáticos y políticos, sino la tecnología industrial y militar. Los medios incluyen misiones israelíes comerciales a Estados Unidos, las fusiones entre empresas israelíes y estadounidenses y, presumiblemente, el espionaje de las agencias de inteligencia israelíes. “Todo el mundo lo hace”, es una reacción común a este tipo de afirmaciones de comportamiento impropias de caballeros. Pero en el caso de Estados Unidos, nadie lo hace como Israel, ni siquiera los aliados con los servicios de inteligencia tan calificados como los de Francia, Alemania, incluso el Reino Unido. Las últimas acusaciones surgieron cuando Susan Rice, asesora de seguridad nacional de Obama, estaba de visita en Jerusalén para discutir el proceso de paz en Medio Oriente, Irán y otros asuntos regionales. Obtuvieron desmentidas indignadas predecibles de los voceros israelíes. “Una maquinación maliciosa dirigida a dañar las relaciones”, declaró Avigdor Lieberman, el ministro de Relaciones Exteriores, quien agregó que “no nos involucramos en actividades de espionaje en Estados Unidos, ni directa ni indirectamente”.

La controversia ilustra la complejidad de la relación entre los dos aliados que comparten un enemigo común en el Islam radicalizado, un pozo de grandes cantidades de inteligencia y que no pierden la oportunidad de profesar su compromiso inquebrantable entre sí –pero cuya mutua confianza e interés tiene límites tácitos pero muy definidos–.

El apetito de Israel por espiar es impulsado por el instinto de supervivencia de una nación rodeada de enemigos, y cuyas sospechas pueden despertarse rápidamente por eventuales tratos de Estados Unidos con sus vecinos en los que no participa. Estados Unidos, por su parte, hace inteligencia en Israel por razones similares, para ganar conocimiento previo de cualquier acción unilateral que podría planear (un ataque contra Irán, por ejemplo) que puedan poner en peligro los intereses norteamericanos.

Las nuevas demandas coinciden con los esfuerzos estancados por parte de Israel para asegurarse la admisión en el programa de exención de visa de Estados Unidos, del que se benefician en la actualidad 38 países. Hasta ahora, el supuesto era que dos cuestiones estaban causando el retraso en el Capitolio: acusaciones de discriminación contra árabes y musulmanes estadounidenses que tratan de ingresar a Israel, y un número creciente de jóvenes israelíes que se quedan más tiempo del que permiten sus visas de turista y trabajan ilegalmente en los Estados Unidos.

Ahora, se vislumbra un tercer problema: la preocupación de las agencias de seguridad de Estados Unidos que cualquier aflojamiento facilitaría la entrada al país de los espías israelíes. En vista de ello, el retraso aún sorprende, dada la influencia del lobby israelí. Cuando se trata de espionaje, esta influencia parece tener sus límites. “Ellos pensaban que con sólo chasquear los dedos –le dijo un miembro del personal del Capitolio a Newsweek–, los amigos de Israel conseguirían cualquier cosa, sin pasar por las autoridades de inmigración y el Departamento de Seguridad Nacional. Pero no es así.”

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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