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Del campo de refugiados a una masacre en Jerusalén

El terror volvió a golpear y lo hizo en un barrio religioso de Jerusalén Occidental, causando 9 muertos y más de 50 heridos. Se esperan represalias contra el campo de refugiados del que provino el atacante.

La respuesta a la ofensiva israelí en dos campos de refugiados palestinos no se hizo esperar: un atacante suicida mató ayer a nueve personas, entre ellas un bebé, e hirió a más de 50 en el vecindario ultrarreligioso de Beit Israel en pleno Jerusalén Occidental. El atentado fue reivindicado por las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa, facción armada vinculada con el movimiento Fatah, del líder palestino Yasser Arafat, en venganza por las incursiones israelíes que comenzaron el jueves en el campo de Balata y continuaron el viernes en el de Jenín. El ejército israelí ayer se retiró del interior de Jenín, pero mantuvo sus controles en Balata y en las entradas y salidas de ambos campos.
Por el poder y el estruendo de la explosión primero se creyó que se trataba del estallido de un coche bomba, pero el vocero de la policía de Jerusalén, Gil Kleiman, estableció luego que “un kamikaze se inmoló haciendo explotar una bomba cerca de un automóvil” en la calle Haim, luego de la celebración religiosa judía de los sábados. Una llamada telefónica anónima reivindicó el atentado en nombre de las Brigadas y reveló la identidad del kamikaze: Mohammed Darajneh al-Chouhani, de 19 años, un residente del campamento de refugiados de Deheishé, en la región autónoma de Belén, donde fuentes israelíes dijeron que se esperaba una represalia en las próximas horas. Según los testigos, el palestino estaba disfrazado de religioso judío, pero estaba fumando, cuando en shabat (jornada religiosa) está prohibido fumar, lo cual despertó sospechas que sin embargo no impidieron el atacante se hiciera estallar.
Las Brigadas de los mártires de Al-Aqsa son uno de los principales grupos en la mira israelí dentro de su ofensiva en los campos de refugiados. Israel describió el ataque como “matar por matar” y culpó del hecho a Arafat, a quien acusa de no controlar al terrorismo de sus filas. La Autoridad Palestina, por su parte, condenó el atentado y a la vez responsabilizó a la “política de agresión contra el pueblo palestino” del premier israelí, Ariel Sharon. El Departamento de Estado condenó el ataque “en los términos más firmes” y llamó a Arafat a hacer el máximo para arrestar a sus responsables.
En tanto, el ejército israelí se retiró ayer del campo de refugiados de Jenín, en Cisjordania, que invadió anteayer en busca de activistas de la resistencia palestina. El ejército informó que su operación en Jenin estaba cumplida. No obstante, las tropas israelíes ayer continuaban con sus operaciones en Balata, un campamento con 16.000 mil refugiados, 30 kilómetros al sur de Jenín, donde tres palestinos fueron muertos ayer y otros 17 fueron heridos. Con estas nuevas bajas llegan a 25 los muertos palestinos, entre ellos una niña de 10 años, y dos soldados israelíes desde que el jueves comenzaron las incursiones en Balata y Jenin, las primeras en campos de refugiados desde el inicio de la Intifada, en setiembre de 2000.
Previamente al repligue de Jenín –parcial, porque las tropas rodean la ciudad y a veces ingresan en ella– los soldados hirieron de gravedad a Mahmud Abdel Iya, el “segundo” en esa ciudad del brazo armado del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas). Las operaciones militares en Balata y Jenín, bautizadas “Viaje Pintoresco” por el gobierno del primer ministro Ariel Sharon, desataron una ola de críticas internacionales, entre ellas las de la ONU y los organismos de derechos humanos.

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Un socorrista ortodoxo carga a un bebé luego del atentado que mató a otro ayer.
Las Brigadas de los Mártires de Al-Aqsa se reivindicaron el ataque e Israel acusó a Arafat.
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