EL MUNDO › ROUSSEFF AFIRMó EN SU DISCURSO DE INVESTIDURA QUE LA PETROLERA ESTATAL ES CAPAZ DE SUPERAR LA CORRUPCIóN Y LOS CERCOS ESPECULATIVOS

“Petrobras es más grande que cualquier crisis”

En la toma de posesión de su segundo mandato, Dilma dijo que combatirá los ataques contra la compañía petrolera. Y que habrá ajuste de las cuentas públicas, aumento del ahorro interno y aumento de la productividad.

 Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Un sol absoluto recibió ayer a la presidenta Dilma Rou-sseff a las 14.58 horas, cuando saludó desde un Rolls Royce descapotado al público reunido frente a la Catedral, en el centro de Brasilia, durante el desfile previo al discurso de investidura en el que ratificó su defensa de la petrolera estatal Petrobras. “No podemos permitir que Petrobras sea blanco de un cerco especulativo y de intereses afectados por la adopción del régimen (de explotación conocido como) de participación y por la política de contenido nacional” de los equipamientos y las plataformas, aseveró en el tramo más significativo de su alocución ante el Congreso.

Economista con experiencia en asuntos energéticos la presidenta que ayer inició su segundo mandato es coautora del nuevo modelo de explotación que otorga prerrogativas a Petrobras y recorta los beneficios de las firmas extranjeras en los megacampos descubiertos a partir de 2007, ubicados a unos 5000 metros de profundidad.

En su discurso de toma de posesión repitió la misma tesis formulada días atrás en un desayuno ofrecido a periodistas locales y corresponsales: el escándalo de corrupción de Petrobras es un biombo que disimula un plan para desnacionalizar la explotación de hidrocarburos.

El régimen en vigor desde 2010, cuando fue parcialmente anulado el heredado del gobierno del socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso (1995-2003) “asegura el control nacional de nuestras riquezas. Petrobras es más grande que cualquier crisis y por eso es capaz de superarlas y salir adelante”, sostuvo Rousseff ayer ante senadores y diputados aliados, dado que la oposición boicoteó el acto.

Sorprendió que la mandataria tomara al toro por las astas con un tema tan espinoso, que salpica a empresarios, ejecutivos de la petrolera y políticos de la alianza oficialista, en una solemnidad que habitualmente es dedicada a tratar temas generales y esbozar las prioridades del flamante gobierno. De acuerdo con la causa instruida por un juez federal a cargo del caso Petrobras, las principales empresas constructoras sobornaron a ex directivos de la petrolera, pero hasta el momento nada indica que esa mancha ensucie a toda la dirección.

La oposición conservadora, la prensa local y medios financieros extranjeros exigen que la conducción de Petrobras sea reemplazada por algún especialista procedente de una compañía privada.

Desde que el juez y la policía, evidentemente afines a la oposición, comenzaron a filtrar informaciones de la causa pese al secreto del sumario, las acciones de la petrolera se desplomaron en las Bolsas de San Pablo y Nueva York. Paralelamente, un fondo buitre y accionistas patrocinados por grandes estudios de abogados abrieron causas contra Petrobras, en una mencionando a Dilma, ante tribunales de Nueva York.

Dilma reconoció la existencia de irregularidades en la compañía del Estado “y es por eso que vamos a investigar todo con rigor para fortalecerla cada vez más. Vamos a crear mecanismos para que estos hechos no se puedan repetir”. “Brasil sabe que jamás hice pactos con la corrupción, con ningún ilícito, mi gobierno fue el que más apoyó el combate a la corrupción... la corrupción le roba el poder legítimo al pueblo”, reforzó.

Y allí empalmó con un “Pacto Nacional contra la Corrupción existente ...tanto en el ambiento público como en el privado”, que necesitará el apoyo del Congreso para la sanción de una legislación más dura contra los delitos electorales y del Poder Judicial para abreviar los procesos.

Parte del público llegado a Brasilia desde varios estados vio el pronunciamiento de Dilma ante congresistas reproducido en pantallas gigantes, mientras muchas personas buscaban guarecerse del solazo.

De conjunto color salmón, la presidenta lucía segura ayer hablando con una elocuencia bien dosificada. Esta Dilma es una política más experimentada que aquella algo vacilante, poco modulada al hablar, en la ceremonia de asunción de su primer gobierno en el lluvioso primero de enero de 2011.

En el pasaje más emotivo de su discurso recordó sus años como prisionera de la dictadura cuyos crímenes fueron investigados por la Comisión de la Verdad, responsable de un extenso informe presentado el 10 de diciembre pasado. “Soy una ex opositora de un régimen de facto que provocó dolor en mí y me dejó cicatrices, pero no tengo ningún revanchismo... siempre me emociono al decir que soy una sobreviviente”, recordó Dilma.

Afuera del Palacio Legislativo con sus dos semiesferas símbolo de la arquitectura brasiliense (una el Senado, la otra Diputados), los vendedores ambulantes ofrecían agua helada, paraguas, sombreros y remeras con el lema “Dilma, corazón valiente”, ilustradas con una vieja foto de la guerrillera de 23 años poco después de ser detenida en los años ’70.

“Mi nombre es Carlos Carvalho, vine de San Pablo, mejor poné que vine de la periferia de San Pablo con dos amigos para estar en este día importante”, dijo un muchacho de barba y anteojos de sol.

“Le tenemos confianza a Dilma, es guerrera...el gobierno no fue maravilloso, no fue la redención de todos los problemas del pueblo. Va a ir mejorando. Lula dijo que a Dilma le va a pasar igual que le pasó a él, en el primer gobierno las cosas van yendo de a poco, en el segundo se aprende de los errores y te va mejor.”

Unos pasos más delante de Carlos y sus amigos paulistas iba un adolescente con una bandera argentina. “No soy argentino”, respondió cuando le pregunté de dónde es, y al lado de él una chica, Lelina da Cruz, caminaba agitada con un paraguas medio desvencijado.

“El sol está pesado. Soy de Belo Horizonte, ahora hace unos meses que no tengo trabajo, vine con mi hermana Simone, que es cobradora en una terminal de ómnibus, las dos vinimos con la caravana del PT, estamos en el campamento” montado por el partido en una cancha de básquet al lado del estadio mundialista Mané Garrincha.

“Cómo no íbamos a venir a ver a Dilma, nosotras la votamos porque es de las nuestras... la vimos pasar justito frente a nosotros... estaba linda, linda”, se despidió Lelina con el paraguas oscuro casi destruido.

Además de asumir la presidencia, Rousseff estuvo ayer con los 39 ministros de su nuevo gabinete, donde sobresale el jefe de la Casa Civil, Aloízio Mercadante, un petista de probada fidelidad a la mandataria.

El otro nombre más citado es el de Joaquim Levy, un economista neoliberal que nunca militó en el PT y si tiene alguna simpatía partidaria es por el opositor Partido de la Socialdemocracia Brasileña, derrotado por estrecho margen en los comicios de octubre.

Levy fue el precio pagado por Rousseff para saciar las demandas del capital financiero so riesgo de una corrida bancaria desestabilizadora, de la que ya fue víctima Lula en 2002, antes de aceptar que el Banco Central quedara en manos de un ex presidente del Banco de Boston.

Ortodoxia y recorte de gastos son las palabras que resume el plan económico de Joaquim Levy, al cual Dilma, una economista de convicciones desarrollistas, se refirió como si hablara de una penitencia inevitable para reactivar una economía que en 2014 creció el 0,2 por ciento según proyectó la Cepal.

“Nadie más que yo sabe que Brasil necesita volver a crecer, los primeros pasos para esa caminata pasan por un ajuste de las cuentas públicas, aumento del ahorro interno y aumento de la productividad”, dijo con el gesto de quien acaba de saborear un sapo a las brasas.

“Haremos todo esto con el menor sacrificio de la población, en especial de los más necesitados. Reafirmo mi profundo compromiso con la preservación de todos los derechos laborales y jubilatorios”, se comprometió Dilma.

Hace una semana Levy manifestó algo distinto a lo dicho por su jefa, cuando respaldó un proyecto de ley de tercerización laboral repudiado oficialmente por el secretario de Asuntos Gremiales del PT, Angelo Dagostino.

A pesar del rigor del plan que se viene, la presidenta aseguró que mantendrá en pie programas como la Bolsa Familia y Mi Casa Mi Vida, además de anunciar que el lema de su segundo gobierno será “Brasil patria educadora”, y prometió más fondos procedentes de los royalties cobrados a las petroleras.

Luego de hablar en el Legislativo la jefa de Estado se dirigió al Planalto, sede del gobierno, donde recibió los saludos de varios presidentes latinoamericanos como el venezolano Nicolás Maduro, el uruguayo José Mujica y la chilena Michelle Bachelet.

Desde el telón montado frente a la Plaza de los Tres Poderes el público, donde predominaban los militantes del PT y la Central Unica de Trabajadores, seguía esa parte de la ceremonia con algunos vivas a Dilma y algunos abucheos, por ejemplo a la cadena televisiva Globo.

Dos muchachos decían “nooo, nooo” cuando Dilma era saludada aparentemente (el sol impedía ver con precisión) por Joe Biden, el funcionario norteamericano que más viajó a Brasil desde el escándalo desatado por el espionaje de la agencia NSA, dedicada a robar datos del escritorio de Dilma, Petrobras y otras empresas estatales.

Biden ya invitó al menos dos veces a Rousseff para que realice una visita de Estado luego de que fuera suspendida la prevista para 2013 a raíz de las escuchas de la NSA.

Va de suyo que el tema volvió a ser tratado ayer, cuando ambos se encontraron reservadamente en el Palacio Itamaraty, sede del Ministerio de Exteriores, organismo que hasta el cierre de esta edición se había limitado a divulgar una foto de ambos dialogando.

Consultado sobre su encuentro de 10 minutos de Dilma el enviado del presidente Obama, declaró que se trató de “un nuevo acto, es un nuevo comienzo”. Luego lo indagaron sobre la posibilidad de que Dilma realice la primera visita de Estado de un gobernante brasileño a Washington desde los años noventa, a lo que respondió “espero que sí”.

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La mandataria Rousseff saludó desde un Rolls Royce descapotado al público reunido frente a la Catedral, en el centro de Brasilia.
Imagen: AFP
 
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