EL MUNDO › LA ACADEMIA SUECA PREMIO A LA ABOGADA, EX JUEZA Y ACTIVISTA IRANI SHIRIN EBADI

Un Nobel a los derechos de las musulmanas

Shirin Ebadi, una jurista iraní, recibió ayer el Premio Nobel de la Paz por su lucha por los derechos humanos, particularmente de las mujeres y los niños, en la República Islámica. Ebadi advirtió contra “toda intervención extranjera” en su país.

 Por Eduardo Febbro

Página/12
en Francia
Desde París

El anuncio del Premio Nobel de la Paz 2003 sorprendió a su galardonada, la jurista iraní Shirin Ebadi, en la capital francesa. Primera mujer musulmana en recibir el Premio Nobel de la Paz desde la creación de esta distinción en el año 1901, su atribución recayó en Shirin Ebadi “por sus esfuerzos en favor de la democracia y los derechos humanos”, según el comunicado oficial del Comité del Premio Nobel anunciado en Oslo, Noruega. “Toda persona que trabaja por los derechos humanos en Irán debe vivir con miedo desde su nacimiento hasta su muerte. Yo aprendí a superar el miedo”, dijo hace unos años la abogada iraní. Ayer, en París, Shirin Ebadi declaró que “este día no me pertenece a mí sino a todos los militantes por los derechos humanos alrededor del mundo”. Con todo, Ebadi consideró que el galardón será algo “importante para mi trabajo en favor de los derechos humanos y de los ciudadanos de Irán”.
Apenas premiada, la Nobel de la Paz 2003 asumió su condición, reveló que “muchas personas que luchan por la libertad y la democracia están presas” y pidió al gobierno iraní que liberara “inmediatamente” a los prisioneros políticos. Al tiempo que, mirando en dirección de Washington y sus intenciones intervencionistas, Ebadi rechazó “toda intervención extranjera en los asuntos iraníes”. Para esta abogada de 54 años, “el combate por los derechos humanos lo protagoniza el pueblo iraní y debe ser asumido por cada pueblo en cada país”. Esa defensa de los derechos territoriales no se extendió a la defensa de la democracia en Irán. Aunque dio la imagen de una mujer moderna, la laureada admitió que en su país “la vida no es fácil” a causa “de la ley iraní”. Sin embargo, esas dificultades no responden a dictados religiosos. Shirin Ebadi aseguró que “el Islam no es incompatible con los derechos humanos. Los musulmanes deben sentirse felices con este premio. Si usted lee el Corán no encontrará nada en contra de los derechos humanos. Hace 20 años que trato de hacer pasar el mensaje: se puede ser musulmán y tener leyes que respeten los derechos humanos”. Ebadi responsabilizó a las personas que detentan el poder porque éstas “justifican las violaciones a los derechos humanos en nombre del Islam” y admitió que “lamentablemente, en la gran mayoría de los países musulmanes el balance en materia de derechos humanos es muy negativo”. En un plano más internacional, Shirin Ebadi denunció “la guerra desigual” que agita a los territorios palestinos ocupados. Se trata, recalcó, “de una guerra de piedras contra un ejército superpoderoso”. A propósito de Irak, la abogada iraní destacó que la población iraquí “no tiene agua ni electricidad, las necesidades vitales no están garantizadas. ¿Como puede hablarse entonces de derechos humanos?”.
Undécima mujer en recibir el Premio Nobel y primera musulmana en ser laureada, Shirin Ebadi acumuló las primicias a lo largo de su vida. En 1974 fue la primera mujer en ser nombrada jueza en su país, un puesto que abandonó en 1979 a raíz de las leyes votadas luego de la Revolución Islámica iraní. En ese entonces, un decreto promulgado por los imanes estipuló que las mujeres eran demasiado emotivas como para dirigir un tribunal... La Premio Nobel de la Paz 2003 continuó sin embargo su labor: fue abogada y profesora en la Universidad de Teherán y se dedicó por entero a la defensa de los derechos de las mujeres y los niños. Pero la posición que le trajo más problemas fue su militancia a favor de los derechos de las mujeres en el seno de una sociedad ultraconservadora y, por encima de todo, su compromiso con las personas perseguidas, a las que defendió jurídicamente. A pesar de su posición minoritaria y del hecho de ser abogada y mujer, Ebadi investigó el asesinato de varios intelectualesopositores ocurridos entre 1998 y 1999 y defendió las familias de otros. A fuerza de sobresalir del montón, la mujer suscitó el encono de los ultraconservadores. En junio del año 2000 fue detenida junto a otro abogado reformista y condenada a cinco años de cárcel con suspensión de pena. También se la inhabilitó para ejercer su profesión durante cinco años. Otras de sus actividades más visibles fue la que protagonizó con los niños. “Debemos cambiar la forma en que percibimos a los niños, debemos respetar el derecho de reconocerlos como individuos independientes, dotados con su propio pensamiento de niños”, explica la laureada, que fundó y dirigió la Asociación para los Derechos del Niño en Irán. La frase tiene un sentido concreto en una sociedad donde los niños no son considerados como todo el mundo y donde las maneras con que se trata a un niño y a una niña son diametralmente opuestas. Las mujeres tampoco gozan de los mismos derechos que los hombres. En caso de divorcio, la tenencia legal de los hijos recae por ley en el padre. Por eso la abogada no cesa de repetir que “la cultura patriarcal es el mayor adversario de los derechos de la mujer en los países musulmanes”. A lo largo de los años y a través del mundo, Shirin Ebadi alentó a la mujer iraní en general a no bajar los brazos, a ocupar los espacios públicos, a estudiar y a distinguirse.
Los países europeos y la comunidad internacional en su conjunto saludaron el hecho de que el Premio Nobel de la Paz lo haya ganado una mujer iraní. Luego de algunas contradicciones Teherán también se sumó al coro de felicitaciones donde, sin embargo, se destaca una voz amarga. El ex presidente polaco y Premio Nobel de la Paz de 1983, Lech Walesa, estimó que la elección de Ebadi era “un gran error”. Según Walesa, el galardón tenía que habérselo llevado el papa Juan Pablo II, uno de los grandes favoritos que se quedó en la lista de espera.

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La jurista Shirin Ebadi festeja ayer en París la inesperada decisión de la Academia.
“El Islam no es incompatible con los derechos humanos –dijo–. Los musulmanes deben estar felices.”
 
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