EL MUNDO › DILMA ROUSSEFF DIO UN MENSAJE EN EL DíA DE LA INDEPENDENCIA DE BRASIL EN UN CONTEXTO DE CRISIS ECONóMICA

“Si cometimos errores, vamos a superarlos”

La mandataria dio a entender que el ajuste recetado por el ministro de Hacienda, Joaquim Levy, es un “remedio amargo, pero indispensable”. Defendió la democracia y el voto popular. La manifestación opositora en Brasilia estuvo despoblada.

 Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

Llena de aire. Lo más destacado en la manifestación de ayer contra Dilma fue una muñeca inflable de unos 10 metros de altura exhibida a unas 8 cuadras del palco donde la presidenta encabezaba el desfile por el Día de la Independencia en el centro brasiliense. La radio Globo de Brasilia alentó a los indignados de la capital desde temprano recomendándoles llevar cucharas para hacerlas sonar contra los biombos de aluminio que protegían el palco presidencial y la avenida Eje Monumental. Hubo las consignas de siempre “Fuera Dilma”, “Viva las Fuerzas Armadas”, “Abajo el PT”, “Basta de Comunistas” pero esta vez los neogolpistas fueron pocos. Uno que no marchó fue el ex candidato a diputado por el Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB), Matheus Satler García, a quien la justicia le prohibió acercarse a Rousseff. Esto porque Satler grabó un video en el que prometió “arrancar” la cabeza presidencial “con una hoz y un martillo” si no renunciaba antes del 6 de septiembre.

El magnicidio prometido por el activista del PSDB (partido de Aécio Neves) no ocurrió y el monigote de Dilma se vino abajo a los pocos minutos de haber sido inflado junto a otro, de igual altura, que reproducía la imagen de Luiz Inácio Lula da Silva vestido como presidiario.

Ahora bien, el despoblado acto de ayer en Brasilia está lejos de ser un barómetro del rechazo contra Dilma que sigue por las nubes. Todo indica que si hubiera otra convocatoria nacional, la de ayer fue solo brasiliense, cientos de miles volverán a colmar las calles (así fue el mes pasado) pidiendo el golpe blando que para guardar las apariencias nombraría como jefe de Estado al vicepresidente Michel Temer, del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).

La presidenta admitió que su gobierno marcha a los tumbos y envió una advertencia a los que buscan entrar al Palacio del Planalto por la ventana. “(Haremos una) firme defensa de la mayor conquista por la cual debemos velar permanentemente: la democracia y el voto popular como único método para elegir a nuestros gobernantes y representantes”.

“Si cometimos algunos errores, y eso es posible, vamos a superarlos y seguiremos adelante...Algunos remedios para enfrentar esta situación son amargos pero son indispensables”. Se refería seguramente a la recesión, el aumento del desempleo y el ajuste recetado por el ministro de Hacienda Joaquim Levy, copiado de los manuales del FMI. O del conservador presidente español Mariano Rajoy, ejecutor de una política económica elogiada ayer por Levy durante una visita a Madrid.

El discurso del Día de la Independencia pronunciado por Dilma fue transmitido por Internet y no en cadena de radio y televisión para evitar que fuera respondido con cacerolazos como los ocurridos meses atrás.

Dilma Rousseff, con su banda presidencial verde y amarilla, y Michel Temer sonrieron institucionalmente ayer ante el paso de tanques blindados frente a la tribuna oficial donde no se escuchaban las protestas. La presidenta está obligada a convivir con su vice para mantener a flote la gobernabilidad de una administración asediada por la euforia golpista de las clases medias (que de momento no tiene eco en los más empobrecidos), la oposición del PSDB encabezada por Aécio Neves y Fernando Henrique Cardoso y el mercado financiero.

En esa lista desestabilizadora está el “oficialista” Temer que la semana pasada cenó con una de las agrupaciones pro impeachment, “Acorda Brasil” (Despierta Brasil) cuya coordinadora es la “socialite” Rosangela Lyra. Entre canapé y canapé el primer hombre en la línea sucesoria de Dilma dijo que ella, debido a su popularidad del 7 por ciento, posiblemente no llegará al fin del mandato. Ergo: Temer aceptó ante sus contertulios de San Pablo, entre ellos varios empresarios golpistas, que ya comienza a probarse el talle de la banda verdeamarilla para la que no fue electo.

Dos días después de decir lo que dijo, Temer lo desmintió con el gesto igualmente inerte al que utilizó para negar ser un “conspirador” hace un mes, ocasión en la que se postuló, elípticamente, como alguien capaz de garantizar la unidad nacional ante la “grave crisis” política e institucional.

Los planes destituyentes de Temer y su correligionario del PMDB, Eduardo Cunha, jefe de Diputados fueron repudiados ayer por los miles de militantes que marcharon en San Pablo en “defensa de la democracia, no del gobierno”. Fue la 21ª. Primera edición del “Grito de los Excluidos” convocada por la Iglesia católica, los Trabajadores Rurales Sin Tierra, la Central Unica de los Trabajadores, los Trabajadores urbanos sin Techo y varios partidos de izquierda como el PT de Dilma y Lula.

“Esta Avenida Paulista, que es de la gente que tiene poder económico y político, va a seguir siendo tomada por nosotros para hacer este grito de los excluídos, para demostrar que no vamos a aceptar la retirada de los derechos de los trabajadores”, dijo Raymundo Bongim, coordinador de los Movimientos Populares de San Pablo. La marcha de ayer fue la primera tras el lanzamiento, el sábado pasado, en Belo Horizonte, del Frente Brasil Popular.

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Un grupo de asistentes al desfile del Día de la Independencia muestra su apoyo a la presidenta Dilma Rousseff.
Imagen: EFE
 
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