SOCIEDAD › UNA VECINA DEL NUDO 10 DE SOLDATI RELATA EL MIEDO COTIDIANO A UNA TRAGEDIA

Vivir con el corazón en la boca

María Eugenia Andicoechea, vecina del nudo 10, había denunciado en 2009 el estado calamitoso del edificio. Una de sus hijas cayó el año pasado del 3º al 2º piso y está en tratamiento. Ayer, todos los bloques menos el PRO se reunieron con los vecinos.

 Por Carlos Rodríguez

“Los chicos se cayeron enfrente de mi departamento, por una baranda que está floja desde que yo llegué al nudo 10, en 2005, en un edificio que ya estaba destruido, como si le hubiera pasado una guerra por encima”. María Eugenia Andicoechea, que había denunciado en 2009 el estado lamentable del nudo 10 del Complejo Habitacional Soldati, donde se produjo la tragedia, estuvo ayer en la Legislatura porteña, junto con otros vecinos, donde se reunieron con legisladores de todos los bloques, con excepción de la bancada del PRO. La presidenta del bloque del Frente para la Victoria, Gabriela Alegre (ver aparte), anunció que pedirán que se convoque a la Legislatura al titular del Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC), Emilio Basavilbaso, para que dé explicaciones sobre el incumplimiento de las obras de reparación integral del complejo que habían sido ordenadas en 2011 y ratificadas por la Cámara en lo Contencioso Administrativo en 2014.

Ayer, en el barrio, hubo una manifestación de vecinos, que seguían aguardando una supuesta visita del jefe de Gabinete y candidato a jefe de Gobierno porteño por el PRO, Horacio Rodríguez Larreta, quien concurriría para entrevistarse con los familiares de los tres chicos accidentado.

Eugenia Andicoechea, en diálogo con Página/12, dice que una de sus hijas “el año pasado se cayó del tercer piso al segundo y por eso se encuentra en tratamiento psiquiátrico”. Sus otros hijos –tiene seis– “están enfermos, algunos con neumonía, otro con asma y dos con tratamiento psiquiátrico por las condiciones en las que vivimos”. Por eso ruega que “los políticos actúen como padres, que se pongan una mano en el corazón y que hagan lo que tengan que hacer”.

María Eugenia Andicoechea vive en el edificio 14, ex 8, del nudo 10, desde donde cayeron al vacío los tres chicos, uno de los cuales murió, mientras que los otros dos siguen internados en grave estado. Ella vive en el quinto piso con sus seis hijos. Dice que lo cotidiano es “vivir con el corazón en la boca desde el primer día en que llegué en el año 2005”. Se decidió en 2009 a “hacer algo”, teniendo en cuenta que se aprestaba a vivir “veinte años en el barrio”.

Andicoechea asegura que el gobierno porteño está acelerando la escrituración de los 3700 departamentos del complejo porque quiere “sacarse el problema de encima”. Agregó que “es una alternativa con la que está jugando ahora el gobierno porteño, que se las ofrece a los que son propietarios y a los que no lo son; a cualquiera le dan la escritura con tal de deshacerse del barrio y sacárselo de encima”.

Ella afirma que la escritura, “más que una validez para el vecino, tiene validez para el gobierno porque cuando escriture la última persona del barrio, ellos se pueden desentender por completo y ya no tienen que responder nada referido a la situación que se vive en el barrio; no se trata de un gesto de bondad del gobierno porteño, todo lo contrario”. Precisó que en 1974, cuando se entregó el barrio, “todavía no estaba terminado, no había final de obra, pero cuando yo llegué, en 2005, el barrio ya estaba destruido, le había pasado una guerra por encima”. La falta de escritura “nos impide la posibilidad de vender, pero también es muy difícil vender un departamento en un edificio que es una tapera”.

El nudo diez, como se dijo, está compuesto por cuatro edificios que se unen en los ascensores, hoy inhabilitados en todo el barrio. La caída de los tres chicos al vacío se produjo en la escalera que va del quinto al sexto piso “casi frente a la puerta de mi casa”, precisa María Eugenia. En el lugar de la tragedia hay un descanso que tenía la baranda floja. “Desde que yo llegué, en 2005, todas las escaleras, todas las barandas se están cayendo, se están desmembrando, esto salta a la vista de cualquiera porque se ven las vigas, los pedazos de cemento que caen al paso de la gente”.

Cuenta su odisea, y la del barrio. La primera denuncia la hizo en 2009, logró la primera sentencia favorable en 2011 y la definitiva, en abril de 2014. Lo que ordena el fallo es que se haga la reforma estructural del “nudo 10”, donde ocurrió la tragedia de los tres chicos. Eso implica “la reparación y puesta en servicio, en buenas condiciones, como corresponde, de escaleras, ascensores, gas, cañerías de agua, la cisterna que es la que lleva el agua al nudo, en suma, todo, todo lo que hace a la estructura y por último, la pintura”. Agrega con un toque de ironía: “El gobierno porteño empezó por lo último, por la pintura”.

Aclara que lo de la pintura “fue para todo el barrio, de manera que ellos nunca respondieron al amparo, porque no lo hicieron sólo para el nudo 10, aunque de todos modos no servía para nada porque sólo pintaron la fachada y no hicieron nada para solucionar los problemas estructurales”. Subraya que “lo que querían era cambiarle la carita, darle una pinturita al barrio”. Confirma que la denuncia que hizo sobre los problemas en el nudo 10 “son los mismos que padece el barrio”.

“Hay quienes no tienen gas, otros que les faltan escalones en las escaleras, otros que no les anda el ascensor hace meses (o años según pudo constatar este diario) cuando se trata de gente mayor que fueron los primeros que llegaron en 1974, con sus años joviales y ahora tienen que subir y bajar por las escaleras, siendo que algunos tienen problemas cardíacos, de huesos o que padecen un cáncer, vienen de hacer quimioterapia y no pueden llegar a sus casas; realmente es muy grave la situación que se vive desde hace años.”

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La baranda que cedió. El estado deplorable del edificio ya había sido denunciado por los vecinos desde hacía varios años.
Imagen: Joaquín Salguero
 
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