Un año después del final de la misión de combate de la OTAN en Afganistán, el talibán intensificó su insurrección multiplicando los ataques contra sus objetivos preferidos: las tropas extranjeras aún presentes en el país y las fuerzas de seguridad afganas. Ayer, un atentado suicida provocó la muerte de seis soldados estadounidenses de la Alianza Atlántica, cerca de Kabul.

Los militares estadounidenses murieron en un atentado suicida contra una patrulla conjunta del ejército afgano y fuerzas extranjeras, según indicó un funcionario en Washington. “Seis miembros de la misión murieron en un ataque con vehículo bomba cerca de la base aérea de Bagram”, había indicado antes un portavoz de la OTAN. El ataque se produjo cerca de la base de Bagram, al norte de Kabul, cuando un kamikaze a bordo de una moto se hizo estallar al paso de la patrulla, precisó Mohamad Asem, gobernador de la provincia de Parwan.

Los insurgentes reivindicaron el ataque y afirmaron que habían matado a “19 soldados estadounidenses”. El talibán con frecuencia exagera el balance de víctimas de sus ataques contra las tropas extranjeras y contra las fuerzas de seguridad afganas, su otro objetivo predilecto. Se trata de uno de los atentados más sangrientos contra la OTAN producidos este año en Afganistán.

Los 350.000 soldados y policías afganos sufren incesantes ataques y hostigamientos, no solamente en los feudos tradicionales del talibán –sur y este del país– sino también en el norte. Recientemente, la OTAN anunció que mantendrá unos 12.000 efectivos en Afganistán a lo largo de 2016 en su operación de asesoramiento a fuerzas afganas, el triple de su presencia actual, ante la situación de inseguridad en el país. Estados Unidos, por su parte, mantiene unos 9800 soldados en el país asiático, de los que cerca de la mitad permanecerán más allá del final del mandato del presidente Barack Obama, en enero de 2017.