EL MUNDO › CUATRO IRAQUIES Y UN SOLDADO DE EE.UU. MURIERON EN UN ATENTADO

La sangría de casi cada día en Bagdad

Por Juan Miguel Muñoz *
Enviado especial a Bagdad

Al menos cuatro civiles iraquíes y un soldado estadounidense murieron ayer viernes en Bagdad por la explosión de una bomba de fabricación casera activada por control remoto. El artefacto estalló pasadas las 08.30 GMT al paso de un convoy de tres vehículos militares junto a la mezquita de Samarri, en el barrio popular de Nuevo Bagdad, al este de la capital iraquí. La calle por la que circulaban los “Humvees” del ejército norteamericano era muy transitada a esa hora de la mañana. Entre 15 y 20 personas más, transeúntes y viajeros de un autobús, sufrieron heridas, tres de ellas de gravedad. Es el primer atentado en Bagdad después de tres jornadas de relativa calma.
El soldado fallecido pertenecía a la 22º Brigada de Transmisiones, según un comunicado del ejército norteamericano. Otros dos uniformados resultaron heridos. El comunicado, que informó que se había iniciado una investigación, señaló que “el soldado se encontraba en un convoy de tres vehículos cuando un artefacto artesanal estalló entre el primero y el segundo” de los Humvees. El pequeño autobús en el que se desplazaban la mayoría de los heridos quedó seriamente dañado. Los muertos iraquíes son tres hombres y una mujer. Fuentes del Hospital Al Hindi informaron que tres cadáveres ingresaron en este centro. Otro hospital neurológico confirmó la existencia de una cuarta víctima mortal. La explosión, que se produjo a unos 200 metros de una mezquita sunnita, abrió un socavón al que inmediatamente se acercaron numerosos bagdadíes, antes de que los militares acordonaran la zona, en la que comercios y puestos callejeros funcionaban a pleno rendimiento en el instante de la deflagración. El tráfico de coches era incesante, el habitual en esta ciudad de cinco millones de habitantes, aunque fuera viernes, día festivo para los musulmanes. Un comerciante testigo del ataque citado por la agencia EFE aseguró que en el momento del estallido el tráfico estaba colapsado por uno de los monumentales atascos que convulsionan a diario la capital iraquí. Un bagdadí grabado por la cadena de televisión británica BBC clamaba indignado por el creciente número de civiles iraquíes que están pereciendo en los atentados que ejecuta la resistencia. Pero en absoluto lamentaba las muertes de los soldados estadounidenses. Al contrario. Como gran parte de la población, justificaba los ataques contra el ejército norteamericano y la necesidad de expulsar a las tropas ocupantes.
Pocas horas después del ataque en Nueva Bagdad, y en el centro de la ciudad, muy cerca de la plaza del Paraíso –donde fue derribada la estatua de Saddam Hussein el día que cayó Bagdad, el pasado 9 de abril– se celebró una manifestación “contra el terrorismo y los ataques contra las fuerzas norteamericanas”. En la marcha, organizada por la llamada Corriente Democrática Iraquí, participaron unas 1000 personas, la mayoría de ellas chiítas con bastantes niños. Podía leerse una pancarta en la que se proclamaba: “La infancia inocente, una de las víctimas del terrorismo”.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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