EL MUNDO › OPINIóN

“Ya está todo arregladito”

 Por Santiago Rey *

Desde Medellín

Tres lecturas posibles para comenzar a entender el triunfo del No en el referéndum colombiano: se plebiscitó más la imagen alicaída del Presidente Santos, que los términos del acuerdo de paz firmado por el Gobierno con las FARC; se cristalizó el rechazo a las prácticas de la más antigua guerrilla del continente; y la población fue permeable a una insistente y engañosa campaña de la derecha.

Y cuando en Colombia se dice derecha, debe entenderse como el poderoso conglomerado empresarial de las principales ciudades, terratenientes, algunos medios concentrados, políticos neoliberales prestigiosos entre los sectores populares -como el ex Presidente Álvaro Uribe-, y una exacerbada religiosidad, que hace juego con una pobreza palpable en cada calle.

Un ejemplo de esa simbiosis: luego del triunfo del No, Uribe pronunció un discurso triunfalista –incluso, manejó los tiempos de su exposición y dejó que el perdidoso Santos hablara primero–. Su breve alocusión ante los medios concluyó con un “nos encomendamos a Dios”, quien, según su mirada, les respondió con la victoria electoral.

En tanto, cuando se dice izquierda, en Colombia, se está hablando, fundamentalmente, de un grupo insurgente que fue a la selva hace más de 50 años, para intentar, durante décadas, realizar una revolución socialista, y que en los últimos años produjo matanzas entre campesinos, en algunas zonas se involucró con el narcotráfico, y –según detalló el primer responsable de los contactos entre FARC y Gobierno, Henry Acosta–, había abjurado del socialismo y la toma del poder para volcarse a favor de un sistema “democrático” y con un Estado de bienestar, al estilo de los países escandinavos.

Otra mirada posible para entender el resultado: Si bien el Papa militó activamente por la ratificación de los acuerdos, y hasta envió a uno de sus principales colaboradores a Cartagena de Indias para el acto de la firma correspondiente, en el territorio los sectores más conservadores de la extendida Iglesia Católica y, fundamentalmente, los grupos evangelistas, machacaron contra la integración de los guerrilleros a la vida institucional de Colombia. En las consultas callejeras transmitidas por televisión, podían escucharse argumentos como “no ir hacia el comunismo”, “evitar el castro-chavismo en Colombia”, y un muy extendido rechazo al pago de un “sueldo” por parte del Estado a los combatientes a reinsertarse.

En el altar de los mensajes destinados a confundir e infundir temor, un canal religioso aseguraba, durante la campaña, que votar a favor de los acuerdos con las FARC, favorecería la extensión de la “homosexualidad de género” en el país.

Por otra parte, la puesta en escena del acuerdo de paz realizado en Cartagena de Indias, incluyó la imagen de un victorioso y sonriente Rodrigo Londoño, alias Timochenko, líder de las FARC, abrazado a un Santos en busca de recuperar su imagen. Muchas víctimas directas del conflicto, así como los sectores populares urbanos cruzados por la comunicación de los medios concentrados, creyeron ver que se “reían en la cara del pueblo”. Sintieron ajeno el proceso.

“No, señor, no quiero tener un diputado de las FARC, quiero que vayan presos”, planteó una vendedora de jugos de maracuyá, papaya y guanábana, en la popular Carrera 46.

Sería una estigmatización riesgosa atribuir sólo a los empresarios más poderosos o a la oligarquía y los políticos de derecha el voto negativo a los acuerdos de paz. La complejidad del sistema de representación y de una democracia endeble, hizo que en los principales centros urbanos los sectores más vulnerados, a caballo de la antipolítica, la pobreza y cruzados por los mensajes de la derecha, sumaran un importante caudal de votos de rechazo. La percepción religiosa de un destino inmodificable y la escasa participación política hicieron el resto. O como dijo un vendedor callejero de remeras de Atlético Nacional e Independiente de Medellín, los dos equipos de fútbol más populares de la ciudad, “pa’ que ir a votar. Ya está todo arregladito”.

* Periodista. www.revistacic.com.ar

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