Aquí va una de las frases más escuchadas en el mundo sobre Donald Trump: “No importan mucho los exabruptos de campaña, lo que importa es su gobierno”. El sobreentendido es que Trump será un presidente moderado. Centrista. Sin embargo cualquier exploración breve sobre sus asesores actuales o eventuales funcionarios no permite ninguna tranquilidad. 
Un caso es Newt Gringrich, republicano, ex presidente de la Cámara de Representantes (diputados) y hombre de confianza de Trump. Dijo a la cadena CBS que “Trump tiene que ser muy duro y muy agresivo en su primer año en Washington”. La dureza debería aplicarse a ganar muchos legisladores demócratas para un gran recorte de impuestos y para nuevos gastos de infraestructura. En términos internos Gringrich apostó a un trabajo intenso de vigilancia interna para detectar inmigrantes ilegales, que podrían llegar a los 11 millones.
Otro caso es John Bolton, ex embajador de George Bush en las Naciones Unidas y un teórico ultraconservador. Durante la campaña Bolton creo su propio Comité de Acción Política para recaudar fondos. Aportó 680 mil dólares a Trump. Está vinculado a la poderosa Asociación Nacional del Rifle, que no quiere regulaciones para la venta, posesión y portación de armas, y a la Heritage Foundation, un centro de estudios influyente desde la década de 1980. El modelo de Bolton es Ronald Reagan, presidente entre 1981 y 1989. Propone que, como Reagan, Trump tiene que conquistar dirigentes demócratas neoconservadores. Sugiere “reconstruir las Fuerzas Armadas” como si Barack Obama no hubiera realizado inversiones en ellas ni hubiera encabezado intervenciones en el exterior. Y promete que la vacante en la Corte Suprema que ya existe, más otras que pueden existir en el futuro, “no serán llenadas con progresistas sino con gente que quiera aplicar la Constitución tal como fue escrita”. 
Si así será el gobierno los negros en prisión desproporcionada (son el 40 por ciento de los presos aunque representan el 6,5 por ciento de la población) y los mexicanos atemorizados por la miseria y el riesgo de expulsión, empezarán a extrañar los exabruptos.