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ASI LO VEN I

Rebelión en el estado 51

Una serie de golpes a las nuevas fuerzas de seguridad iraquíes reviste la situación última de Irak. Coches-bomba tuvieron por objetivo a los nuevos reclutas de la policía y del ejército, matando a cien personas. El sábado hubo 27 muertos en una toma rebelde a una sede policial y otra militar. Ayer, el “virrey” Paul Bremer habló sobre la expectativa –ahora– en el rol de la ONU en el país ocupado, desesperado por evitar que sus tropas afecten la campaña electoral de Bush.

The Guardian
La legitimidad de la guerra de Irak es una pregunta importante. Su respuesta podría determinar el ordenamiento del mundo en el siglo XXI. Esto tiene consecuencias políticas directas, podría terminar con los gobiernos de Gran Bretaña y los Estados Unidos. No es necesario probar que se trata de un tema serio. El ataque suicida del martes a una comisaría a 30 kilómetros de Bagdad, matando a docenas de personas, es un recordatorio de que Irak sigue siendo un tema de vida y muerte. Las bajas norteamericanas y británicas en aumento clarifican aún más la cuestión. ¿Qué pregunta es más importante que la de si todas estas muertes son el resultado de una triste equivocación? Si la guerra no es un error, sino que fue construida sobre una mentira, entonces esos muertos son víctimas de un terrible crimen.
(Jonathan Freedland)

Los Angeles Times
Nunca iba a ser fácil reconstruir Irak en una nación coherente y superar las discusiones entre las dos ramas principales del Islam, los sunnitas y los chiítas, y separar étnicamente a los kurdos. El Pentágono prácticamente ignoró las enemistades antes de la guerra y pareció sorprenderse después, por ejemplo, cuando los kurdos se manifestaron en contra de la entrada de tropas turcas a Irak como fuerzas de ocupación. El politólogo Bendedict Anderson escribió en su libro Comunidades imaginarias sobre individuos extraños que utilizaron una conexión reconocida y una lengua común para construir una nación. Los kurdos, sunnitas y chíitas dispares deben comprometerse a construir un nuevo Irak y enfrentarse con la ley, no en el campo de batalla ni con bombas.
(Editorial)

El País
La insurgencia iraquí ha tenido desde sus inicios el pasado mayo dos objetivos claros: los soldados ocupantes y los iraquíes que cooperan con ellos. Primero fueron los asesinatos y amenazas a los intérpretes. Desde septiembre, se generalizaron los coches-bomba contra comisarías de policía (al menos 300 agentes ha muerto en atentados). El ataque a los centros de reclutamiento de Iskandariya y Bagdad parecen reforzar el mensaje: quienes ayuden a las fuerzas de la ocupación están en peligro.
(Angeles Espinosa)

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