EL MUNDO › OPINION

Por qué llorar la muerte de Ahmed Yassin

Por Johann Hari *

El jeque Ahmed Yassin era un teócrata de extrema derecha. Si el programa de Hamas que él inspiró alguna vez fuera puesto en práctica, los sueños de la liberación palestina se convertirán en una pesadilla el día de un retiro israelí. Explícitamente, él quería convertir al Estado palestino, cuando tuviera existencia, en un Estado fundamentalista bajo la ley de la sharia. No habría ninguna liberación para la mujer en su Palestina. Los disidentes recibirían el trato que reciben en los estados fundamentalistas. La crueldad ejercida sobre cualquier judío que quedara ahí sería demasiado horrible para describirla. A mí me lapidarían por ser gay. Es comprensible que algunos palestinos, impulsados por la psicosis de la limpieza étnica de 1948 y la ocupación que sufren desde 1967, tengan cierta simpatía por este programa. Pero ningún extraño debería llorar por Yassin o apoyar a Hamas.
Sin embargo, deberíamos llorar por su asesinato. Algunas de nuestras lágrimas deberían ser por las consecuencias de Israel mismo: cuando Ariel Sharon dio la orden de incinerar a Yassin, garantizó la incineración de incontables civiles israelíes, gente inocente, en ataques de represalia. Pero más debemos llorar porque esto revela una asombrosa ignorancia por parte del gobierno israelí. Esta ignorancia asegurará que sigan matando y oprimiendo a palestinos. El gobierno del Likud todavía no comprende las causas de los terroristas suicidas. Alentados por la derecha estadounidense, Sharon y Benjamin Netanyahu imaginan que el terrorismo suicida es la tarea de unos pocos genios creadores malignos lavando el cerebro de jóvenes impresionables para que cometan masacres suicidándose. Es por esto que mataron a Yassin y todavía pueden matar a Yasser Arafat. Genuinamente creen que si eliminan a esos “maestros del terror”, los ataques se reducirán. Hay un solo problema: conocí a jóvenes preparándose para ser terroristas suicidas, y este análisis no tiene ninguna relación con la realidad.
La ola de terroristas suicidas que actualmente masacran a civiles en Israel son los hijos de la primera Intifada. La experiencia formadora de sus vidas fue mirar cómo sus padres preparaban un programa masivo de resistencia pacífica a la ocupación. La respuesta de Israel fue clara: Yitzhak Rabin dio la orden de “romperles los huesos”. No es necesario ningún lavado de cerebro para volver violentos a esos hombres; lo aprendieron en su niñez de las fuerzas de ocupación israelíes. Lo que sucede cuando Israel mata a figuras palestinas es que la humillación se profundiza. Yassin será ahora un fantasma en cada fiesta palestina, instando al martirio. Es mucho más peligroso, para los israelíes y para la causa del nacionalismo secular palestino, muerto que vivo.
Para comprender esto podemos escuchar la explicación del terrorismo ofrecida por un hombre que una vez fue universalmente considerado en Gran Bretaña como el “Terrorista Número Uno”: “Todo lo que queríamos era ser gente libre en nuestro propio país. Nuestros enemigos nos llamaron terroristas, pero sólo usamos la fuerza física porque nos enfrentamos a la fuerza física, por esta razón cometemos ataque tras ataque contra el opresor, y nuestra revuelta se enciende en una gran llama”. Estas son las palabras de Menajem Begin, que se convirtió en el primer primer ministro del Likud de Israel. Lideró a Irgun, un grupo terrorista que luchó contra la ocupación británica de Palestina en la década de 1940. Si alguien debiera entender cómo esta única agonía de vivir sin un Estado vuelca a la gente hacia el terrorismo, son los israelíes. La obligada autobiografía de Begin, La Revuelta: Historia del Irgun, es una imagen espejo de los escritos de los terroristas palestinos contemporáneos. Fríamente justifica la masacre de 91 personas en el Hotel Rey David como “necesaria” para asegurar la libertad de Israel.
Es una verdad reconocida que si uno priva a la gente de un Estado, lucharán por lograr uno. Lo que vemos hoy es una directa guerra de independencia palestina. La única manera de ponerle fin es brindarles independencia. Esto sólo puede significar un Estado que comprenda a Gaza y Cisjordania. Esto no sería una solución mágica para todo. Siempre habrá fanáticos que busquen no una solución de dos estados sino una Gran Palestina sin judíos. Sin embargo, las encuestas de opinión sugieren que tal fundamentalismo islámico sería una minoridad en una Palestina libre, aun después de años de abuso inducido por psicosis. ¿Cuánto más puede durar esto? ¿Cuántas más provocaciones antes de que se vuelvan todos locos?
La tragedia es que Israel está maldecida con un liderazgo que es psicológicamente incapaz de tomar el camino de la paz. Todas las encuestas de opinión muestran que la mayoría de los ciudadanos israelíes puede ver que la única oportunidad de sobrevivencia de Israel es como uno de dos estados, dividido entre dos pueblos que comparten una pequeña franja de tierra entre el río Jordán y el mar Mediterráneo. Sin embargo, Sharon ve a todos los árabes como parte de una hirviente turba con la que no puede haber discusión, ni razonamiento ni coexistencia. Pacifistas y terroristas suicidas, Abu Mazen y el jeque Yassin, son igualmente asesinos, y sólo un tonto trataría de llegar a un arreglo con tales salvajes. Sharon creció en Kfar Malal, un pequeño pueblo judío que era continuamente asediado por los palestinos. Esta sensación de absoluta amenaza –vienen por nosotros, pasame las municiones–, nunca lo abandonó. Para Sharon, todo Medio Oriente es un eterno Kfar Malal. Está inclinando Israel/Palestina hacia una situación de la que no hay regreso. Actualmente, una mayoría de palestinos busca su propio Estado dividido de Israel por las fronteras de 1967. Esto es algo que puede lograrse dejando a Israel a salvo e intacto. Sin embargo, Sharon hace que sea imposible volver a esas fronteras, al construir un muro que penetra en los territorios palestinos.
Ahmad Qureia, el primer ministro palestino, dejó esto en claro cuando explicó que las movidas unilaterales de Sharon convertirían al impulso por un Estado palestino en un “slogan sin sentido”. Ningún Estado viable podría existir con lo que propone dejar atrás Sharon. De manera que el objetivo palestino cambiará. “Si la situación continúa como es ahora, elegirán la solución de un Estado”, dice Qureia. Un gran Estado abarcando los dos territorios ocupados e Israel propiamente dicho significaría una mayoría árabe y el fin de Israel. Sharon, al negarse a ver la diferencia entre palestinos moderados y extremos, está empujando a los palestinos más lejos de la moderación secular y hacia el fanatismo de Hamas y el propósito de erradicar todo Israel. Acaba de unificar a todos los palestinos detrás de Hamas.
Si esto sigue así, habrá una guerra perpetua sin ninguna posibilidad de acuerdo, y yo estaré todavía escribiendo lamentos para la paz en Medio Oriente cuando sea un hombre anciano. Esto es el abismo hacia el cual Sharon está llevando a su pueblo. A no ser que cambie radicalmente de dirección, su legado serán hileras de tumbas judías y árabes extendiéndose hasta el infinito.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12. Traducción: Celita Doyhambéhère.

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