EL MUNDO

Un enviado argentino en misión de riesgo en Bagdad

El grupo armado que mantiene secuestrados a tres japoneses en Irak le dio un plazo de 24 horas que vence hoy para que el gobierno de Japón retire su presencia de ese país. En este contexto volátil, Página/12 dialogó con el juez argentino Santiago Corcuera, quien se encuentra en Irak evaluando el futuro político de ese país.

 Por Raúl Kollmann

“Nos movemos en camionetas blindadas, con equipos rotativos de custodia. Tenemos prohibido concertar reuniones que no sean verificadas por el equipo de protección 24 horas antes. Y lo habitual es que los custodios interrumpan una reunión para ordenar que nos tenemos que ir de inmediato. El problema principal es que nos pueden acertar con un obús o un misil portátil.” El argentino que le hace este dramático relato a Página/12 desde Irak no es un especialista en temas militares. Es Santiago Corcuera, uno de los tres integrantes de la Cámara Nacional Electoral. Desde hace dos semanas está en Bagdad y en todo Irak como enviado de las Naciones Unidas para responder a una pregunta casi imposible: ¿es viable o no realizar elecciones libres y democráticas en Irak el 31 de enero de 2005?
La Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) les encomendó a Corcuera y a un pequeño puñado de especialistas electorales que hagan el diagnóstico. Es que existe una fuerte presión para que la ONU se haga cargo del proceso de transición en Irak, ante el pantano en el que se han metido Estados Unidos y sus socios. De entrada, estaba previsto que fueran expertos de numerosos países, pero finalmente la delegación es pequeña porque fueron excluidos los especialistas norteamericanos, ingleses y españoles, que son muy irritativos para los iraquíes. Corcuera ha tenido que viajar al interior de Irak, ya que se buscan arreglos con todas las etnias y franjas religiosas. “Nos llevan en helicópteros artillados Black Hawk y en ese caso el ejército asume nuestra custodia. Los vuelos no son muy gratos porque siempre tienen que estar atentos y permanentemente hay movimientos bruscos para evitar zonas sospechosas. Se vuela a muy baja altura y le digo que no es una experiencia muy agradable la sensación de volar tan cerca del piso.”
–¿Es posible organizar una elección democrática en Irak?
–Si hay que esperar las mejores condiciones para llevar adelante la elección, este proceso no se va a producir nunca. Acá hay un proceso de recuperación de la soberanía que empieza el 30 de junio con el traspaso del mando a un gobierno de iraquíes. Si ese proceso no avanza, es predecible que la situación sólo empeore. Esto no quiere decir que las elecciones se puedan hacer en el marco de la violencia actual, pero sí que es indispensable tratar de encontrar consensos básicos que hagan posible una transición.
–¿Pero sería una elección creíble?
–Nosotros les proveemos soluciones de técnica electoral posible y hablamos con todos los grupos, aun con los más duros, para buscar salidas transaccionales. Acá hay tantos países como etnias y sectores religiosos. Por eso los acuerdos son tan difíciles. No puedo afirmar si se pueden o no hacer elecciones en enero. Para que eso ocurra, nosotros, los enviados de las Naciones Unidas tenemos que lograr un acuerdo entre las partes antes de fin de mayo.
–¿Qué sucede si en la futura elección gana una fuerza partidaria de Saddam Hussein, o si ganan los partidarios de los sectores más duros chiítas? Todo eso parece intolerable para Estados Unidos.
–La condición de la intervención de la ONU es el respeto a la autodeterminación. Si estamos acá es porque fracasaron todos antes. Y eso nos da cierta autoridad. De todas maneras, no quiero ser ingenuo. Al día de hoy nuestro reclamo de autodeterminación se reduce a asegurar que la autoridad electoral sea independiente y creíble para la mayoría de los iraquíes, lo que incluye a los grupos más radicales. Personalmente debo reconocer que esto es bastante difícil. Sorprende observar la violencia y el desprecio por la vida que tienen todos aquí.
Visto a la distancia, para la misión encomendada a Corcuera parece hacer falta más un mago que un juez. Deben contemplarse un manojo de otras cuestiones: que no existe padrón electoral; la mayoría de los iraquíes notiene documentos; no hay tradición democrática ni partidos que representan a buena parte de la población; no existe la experiencia de hacer campañas explicando programas o propuestas y, más aún, hay muy poca credibilidad y confiabilidad en el proceso electoral. Para colmo, la idea es que los votos permitan elegir a representantes de cada una de las etnias y religiones, que tendrían una cierta autodeterminación, pero no está claro cuál será la proporción de cada una de esas franjas en un eventual gobierno democrático. La ONU ha planteado que no puede haber proscripciones, pero no está claro si Estados Unidos aceptaría a un partido que reivindique a Saddam o al clérigo Al Sadr, el más duro.
Los expertos tienen sólo pocas semanas para redactar su informe definitivo. Mientras tanto, se dice que en Bagdad todos los especialistas internacionales empiezan el día de la misma manera: en el desayuno, una buena parte de los expertos de esa comisión y de todas las demás existentes plantea abandonar el país de inmediato. Ya el año pasado el atentado contra la sede de las Naciones Unidas se cobró 22 víctimas y ahora las cosas están mucho peor. Los secuestros y los atentados evidencian que la resistencia a la ocupación norteamericana es cada vez mayor.

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Iraquíes observan una oficina de la milicia chiíta destruida por la fuerza ocupante en Irak.
 
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