EL MUNDO

Un soldado juzgado y los generales en el banquillo

Una corte marcial le dio al soldado Jeremy Sivits la pena de un año de prisión por su implicación en los abusos a iraquíes. La cúpula militar de Irak se responsabilizó por el maltrato en el penal de Abu Ghraib.

Por Justin Huggler *
Desde Bagdad

Los más altos responsables de las operaciones militares estadounidenses en Irak prestaron testimonio ayer ante la comisión de las fuerzas armadas del Senado a propósito de las torturas infligidas a prisioneros iraquíes por militares bajo sus órdenes. El director del comando central estadounidense, general John Abizaid, y el comandante de las fuerzas estadounidenses en Irak, Ricardo Sánchez, asumieron responsabilidad por los abusos en la prisión de Abu Ghraib en Bagdad y advirtieron que otros soldados podrían ser juzgados. También se encontraba el responsable de las prisiones de la coalición en Irak, general Geo- ffrey Miller. En un tribunal en Bagdad, Estados Unidos también intentó responder al escándalo por el abuso a prisioneros iraquíes. El acusado es el soldado Jeremy Sivits, el hombre que tomó las fotografías infames de los presos iraquíes desnudos apilados en una pirámide con soldados estadounidenses sonriendo detrás y del soldado Lynndie England señalando los genitales de un iraquí desnudo. Se declaró culpable y rompió en lágrimas ante el tribunal. Se le dio la pena máxima que dispone la corte: fue sentenciado a un año en prisión y expulsado por mala conducta.
Pero mientras se dictaba la sentencia a Sivits, Estados Unidos estaba enfrentando acusaciones de que están convirtiendo al soldado y otros seis acusados en chivos expiatorios para tapar una política sistemática de abuso de prisioneros iraquíes. El ejército de Estados Unidos dice que está llevando a cabo cortes marciales para Sivits y otros tres acusados en Irak, en un esfuerzo por disipar la ira aquí y demostrar a los iraquíes y al mundo árabe que Estados Unidos está rastreando y castigando a los responsables por los abusos en Abu Ghraib. Debía ser, en las palabras del general Mark Kimmit, el vocero del ejército, una oportunidad para que los iraquíes vieran “la democracia estadounidense en acción”. Todo el proceso se atiene al guión oficial de que los malos tratos fueron obra de siete únicos acusados, unas pocas “manzanas podridas”. Esto es a pesar de los descubrimientos del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), cuyos representantes visitaron Abu Ghraib para verificar el trato a los prisioneros antes que surgiera el escándalo. “Estamos tratando aquí con un patrón y un sistema mucho más amplio, lo contrario de acciones individuales”, dijo el director de operaciones del CICR, Pierre Krahenbuhl. También a pesar de los descubrimientos de Amnesty Internacional. La organización dijo que sus entrevistas con ex detenidos en Irak mostraban que los abusos en Abu Ghraib “no eran casos aislados”.
La audiencia de ayer con el primer soldado implicado en el escándalo estuvo abierta a los periodistas árabes e internacionales, pero por motivos de seguridad estuvo cerrada para el público iraquí. Tuvo lugar en un centro de convención de la era Saddam, detrás de altos muros de concreto y de tres puestos de control estadounidenses, uno de ellos vigilado por un tanque. Eso significaba que para el iraquí medio, los procedimientos parecían tan remotos como el resto de las acciones de la autoridad de la ocupación, que tienen lugar detrás de muros similares.
La audiencia duró menos de cuatro horas, después que Sivits se declarara culpable. Su abogado le dijo a la Corte que había hecho un “acuerdo prejuicio” con la fiscalía, que se cree que es un trato por el cual él atestiguará contra los otros acusados en futuras cortes marciales. Aunque la sentencia era el máximo que se podía sentenciar, eso fue porque a Sivits se le permitió ser juzgado por una corte marcial especial en lugar de una corte marcial general, que puede dar sentencias de hasta 15 años. Sivits brindó detallada evidencia en la Corte ayer sobre algunos de los abusos que implicaban a varios otros acusados. Declaró que en la noche del 8 de noviembre estaba afuera de Abu Ghraib cuando el sargento Ivan Frederick le pidió que lo acompañara a la prisión. Llevaba a un detenido con él; cuando llegó, había varios detenidos ya ahí.
Charles Graner, que supuestamente fue uno de los líderes, le estaba gritando a los prisioneros. “Vi a los detenidos tirados en el piso con bolsas sobre sus cabezas”, dijo Sivits. Atestiguó que Javal Davis y Lynndie England “les pisaban los pies y las manos”. Graner golpeó con su puño a un detenido en la cabeza. Luego se les ordenó a los prisioneros desnudarse y formar la famosa pirámide de cuerpos. Varios de los acusados ya han dicho que los interrogadores les ordenaban abusar de los prisioneros. Sivits atestiguó que uno de los seis, a quien no identificó, le dijo en aquel momento que “la inteligencia militar les había dicho que siguieran haciendo lo que hacían”, pero que él no le creyó al soldado.
Dijo que las fuerzas de Estados Unidos en Abu Ghraib estaban bajo fuego de morteros y misiles regularmente. “Era un infierno”, dijo. “Me gustaría pedir disculpas al pueblo iraquí y a aquellos detenidos”, dijo Sivits en una declaración y rompió en llanto mientras hablaba. “Debería haber protegido a esos prisioneros, no sacar fotos. Aprendí grandes lecciones. No se puede abusar de la gente como lo han hecho ellos.”
Estados Unidos anoche se enfrentaba a demandas para que investigue hasta dónde llega la cadena de responsabilidad. El periodista investigador del New Yorker sostuvo que la política de maltrato de prisioneros fue personalmente aprobada por el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Los soldados Graner, Frederick y Davis fueron citados para audiencias separadas hoy. Los tres aducieron motivos legales, diciendo que no había tenido acceso a los testigos de la fiscalía.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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Los jefes militares Ricardo Sánchez, John Abizaid y Geoffrey Miller (de izq. a der.).
 
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