EL MUNDO › OPINION

Un triunfo de Rumsfeld

 Por Claudio Uriarte

Viniendo después del golpe de estado dentro de la ocupación que representó la instalación de Iyad Allawi como primer ministro y de Ajil al Yawer como presidente de Irak, la renuncia de George Tenet como director de la CIA representa un nuevo triunfo de Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa norteamericano que hace dos semanas parecía contra las cuerdas, pero que ahora ha recuperado la iniciativa política dentro de la administración Bush. Es un triunfo perverso: los conservadores de la CIA y el Departamento de Estado fueron obligados, por imposición de la derecha revolucionaria civil del Pentágono, a presentar los argumentos falsos sobre las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein; ahora, en momentos en que toda la campaña militar de Irak es rehén de la campaña de reelección de George W. Bush, Tenet es despedido como el fusible burocrático que nunca dejó de ser.
Hay una guerra civil en Irak, pero no es tanto entre los iraquíes, sino entre los funcionarios de la ocupación. El Departamento de Estado y las Naciones Unidas planeaban el traslado del poder el 30 de junio a un gobierno de tecnócratas. El sábado último, sufrieron un golpe de mano cuando facciones del Consejo de Gobierno iraquí pactaron el nombramiento de Allawi, un chiíta ex agente de Saddam, del MI6 y de la CIA, como primer ministro. Las reacciones en Washington y Nueva York tradujeron el desconcierto de quien no sabe bien qué está pasando. Dos días después, allegados a Paul Bremer, hasta ahora el virrey de Irak, negaban que Adnan Pachachi o Ajil al Yawer fueran considerados como posibles nuevos presidentes de Irak. Veinticuatro horas más tarde, Al Yawer era designado presidente de Irak por el Consejo de Gobierno iraquí, una entidad formada por los norteamericanos que se autodisolvió ese mismo día. Una decisión de ese tipo, pasando por encima de la llamada “Autoridad Provisional de la Coalición”, es impensable sin un guiño desde algún lugar de Washington. Que, en este caso, se encuentra a orillas del río Potomac.
Porque, contrariamente al Departamento de Estado –y en consonancia con las prioridades reeleccionistas de Bush–, Rumsfeld siempre detestó la noción de “nation-building” –la idea de que EE.UU. debe construir países extranjeros– y favorece una entrega rápida del poder a aliados confiables. Tenet y Bremer intentaron golpearlo al allanar hace dos semanas las oficinas de Ahmed Chalabi, el hombre del Pentágono. Ayer, Rumsfeld se cobró su primera pieza. La próxima es Colin Powell.

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