EL MUNDO › OPINION

JFK puede rescatar a su país

Por Robin Cook *
Desde Boston

Mucho antes de que John Kerry subiera al escenario de la Convención Demócrata, el estado de ánimo de los delegados era palpable: nada iba a obstaculizar la elección de su candidato. Y el candidato presidencial estuvo a la altura de las circunstancias. Fue racional, lúcido. Muchos podrán criticar la falta de brillo, pero eso mismo da seguridad, es un contraste bienvenido con muchos políticos de ambos lados del Atlántico. Describiendo la elección de noviembre como “la elección más importante de nuestras vidas”, habló en forma convincente de la necesidad de un presidente que ponga fin al aislamiento norteamericano y vuelva a ganarse el respeto del mundo. Aquí había un hombre de integridad preparándose para conducir a la superpotencia mundial con un mensaje que hizo énfasis en la seguridad nacional, pero también habló de la necesidad de justicia social en una tierra dividida.
La verdad, sin embargo, es que no puede llevarse el crédito por la formidable sensación de propósito común en la convención. La persona que forjó la unidad en el Partido Demócrata es George Bush. La política norteamericana se ha polarizado por Bush, un presidente tan reaccionario que, en comparación, Margaret Thatcher parece una progre moderada. Ni siquiera ella se animaría a los recortes de impuestos a los millonarios como hizo Bush. Esto es doblemente resentido por ocurrir cuando el crecimiento de los ingresos para el norteamericano promedio está estancado. Bajo George Bush, la proporción de norteamericanos que se describen como pobres o desposeídos ha aumentado, más de una cuarta parte de los blancos y casi la mitad de los negros. Las profundas divisiones políticas y sociales del EE.UU. contemporáneo no ofrece mucho para una política futura de Tercera Vía, hoy olvidada. John Edwards logró captar el ánimo de la convención al prometer mejoras en Medicare, la ampliación de los programas de cuidado de niños, el ensanchamiento del acceso a la educación universitaria, y que llegarían a esto mediante un aumento de impuestos al 2 por ciento superior de la pirámide social. Queda por ver si el “Nuevo Laborismo” británico, que tantas ganas ha mostrado de americanizar su política, se animará a copiar esta receta de justicia social.
Las promesas de recanalizar los fondos utilizados para Irak hacia la seguridad social en Estados Unidos fueron también muy populares. Cada vez que un orador preguntaba por qué Estados Unidos puede afrontar los costos de la construcción de un servicio de salud gratuito en Irak, pero no encuentra fondos para financiar un sistema de salud para sus pobres, fue respondido con largo y fuerte aplauso. Lo cual nos trae a la principal motivación de los delegados para vencer a Bush: su convicción de que engañó a Estados Unidos sobre las razones de la guerra. Como dijo Bill Clinton, “no se puede liderar al mundo si no se empieza por EE.UU.”. El único debate en torno de Irak en los caucuses y en las reuniones aledañas era cuán pronto se podían retirar las tropas estadounidenses con dignidad. No encontré a nadie dispuesto a defender la decisión de enviar las tropas a Irak en primer lugar. Ni los activistas demócratas defendieron una preocupación por la política exterior que el público no compartiera. En cada una de las elecciones presidenciales de la última década, solamente el 2 o el 3 por ciento del electorado señaló la política exterior como un tema importante. Esta vez, ha aumentado a un impresionante 40 por ciento.
Hay cierta justicia en la difícil situación de la administración Bush. Después de falsamente presentar la invasión como una respuesta al 11-S, la Casa Blanca ahora encuentra que su éxito en la lucha contra el terrorismo está en peligro de ser juzgada por su fracaso en Irak y su aislamiento del mundo.El veredicto que los demócratas esperan que la nación les devuelva es que Estados Unidos sería un lugar más seguro si hubiera mantenido sus alianzas con otros países y si tuviera un presidente que comprenda que la construcción de alianzas no es una señal de deblidad sino de fortaleza. Este mensaje fue proclamado en el logo de la convención: “Fuertes en Casa. Respetados en el exterior”. Es útil para distinguir a los demócratas de los neoconservadores que manejan la administración Bush y que han convertido al unilateralismo en un principio. También señala la fortaleza de John Kerry, que tiene las cualidades genuinas de un internacionalista. Es hijo de un diplomático y pasó gran parte de su niñez en Europa. Desde que fue elegido como senador ha trabajado en el Comité de Relaciones Exteriores. Ya publicitó su compromiso con el multilateralismo y prometió dirigirse a la ONU dentro de los primeros 100 días de convertirse en presidente.
Pero el Atlántico se ha ensanchado bajo Bush y será más difícil puentear la distancia. Fue notable que al hablar de reconstruir alianzas Kerry y Edwards enfatizaran los objetivos de EE.UU., como persuadir a la OTAN de desplegarse en Irak. Quedó en manos de los viejos del partido como Bill Clinton explicar que el multilateralismo también acarrea demandas sobre EE.UU., como la firma de un acuerdo para detener el calentamiento global.
Downing Street tendrá sus propias reservas en torno a una victoria de John Kerry. Este ya declaró que una prioridad será restaurar las relaciones con Francia y Alemania. Habiendo deteriorado sus propias relaciones con ambos países para apoyar a Bush, Tony Blair no está en un lugar para ayudar al presidente Kerry en ese proyecto. Ni necesitará ayuda. Es poco corriente, no sólo en Washington, sino también en Westminster, que la persona en el poder pueda dirigirse al presidente Jacques Chirac y al canciller Gerhard Schroeder en sus propios idiomas. Teresa Heinz Kerry es una ciudadana portuguesa por nacimiento, y en su discurso en la Convención demostró su fluidez en cuatro idiomas europeos. Tendremos una Primera Familia en la Casa Blanca que se sentirá igualmente en casa en París o Berlín como en Londres.
Afuera de la sala de convenciones, los comentaristas pontificaban acerca de si Kerry tiene la personalidad para ganar en noviembre. Esta especulación parecía terriblemente injusta para un candidato que ha vivido una vida mucho más interesante que muchos políticos.
En la puerta de la sala de convenciones había una foto de Kerry junto con John Lennon en una manifestación contra la Guerra de Vietnam. ¿Cuántos políticos británicos pueden mostrar la misma foto? ¿Cuántos no expondrían esa foto después de que Blair explicara que los años ‘60 trajeron como consecuencia los atracones alcohólicos de hoy?
La convención no estaba segura de si estaba más orgullosa de John Kerry, el héroe de guerra, o John Kerry, el manifestante anti-guerra. Por lo tanto, decidió estar orgullosa de ambos.

* Ex canciller británico. Renunció a su cargo en repudio a la decisión de Blair de participar en la guerra de Irak.
De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Ximena Federman.

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