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La pérdida de un hombre de misterios y paradojas

Yasser Arafat, guerrillero, estadista, pacificador, símbolo de la aspiración palestina a un Estado propio, murió el jueves pasado a los 75 años. Se abrió así una etapa de transición política en la Autoridad Palestina y en el conflicto con Israel.

Los Angeles Times:

Las segundas oportunidades que da la historia raramente son tan buenas como la primera, como muchos palestinos cayeron en la cuenta. Pero la muerte de Arafat ofrece a los palestinos la oportunidad histórica de conseguir un Estado propio. Probablemente no consigan tanto como lo que habrían obtenido con el acuerdo que Arafat rechazara tontamente cuatro años atrás, pero al menos el pueblo cuyo territorio ha sido ocupado por Israel en los últimos 37 años tendrá la chance de vivir en paz y libertad en su propia tierra. La muerte de Arafat les quita a Israel y a Estados Unidos la excusa que han tenido durante años para evitar negociaciones: que no hay nadie del lado palestino para conversar. Llevará tiempo determinar quién será el nuevo líder, pero Israel puede ayudar a los palestinos en sus elecciones, el único modo de que tenga legitimidad un nuevo jefe de la Autoridad Palestina.
(Editorial)

Common Dreams.org:

Aunque hay muchas cosas negativas que se pueden decir del difunto Yasser Arafat, no fue él la principal razón por la que se rompió el proceso de paz entre Israel y Palestina. Como mucho, él fue la excusa. Esto no significa que Arafat no haya tomado una serie de decisiones estúpidas y poco éticas en su larga carrera que demoraron las esperanzas por la paz e hirieron profundamente la causa palestina. Sin embargo, en los últimos años, la posición del líder palestino respecto de los principales temas del proceso de paz –como la magnitud de la retirada israelí, el status de Jerusalén y el destino de los asentamientos– fue realmente moderada, más consistente con la ley internacional, y más en línea con las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que las posiciones actuales de los israelíes y los norteamericanos.
(Stephen Zunes)

The New York Times:

Dice mucho sobre las profundidades a la que han caído las perspectivas para la paz en Medio Oriente el hecho de que sorprenda que israelíes y palestinos hayan logrado acordar dónde enterrar a Yasser Arafat. Es un logro modesto, pero da esperanzas. Arafat hace mucho dijo que quería que lo entierren en el este de Jerusalén, hogar de uno de los santuarios más sagrados del Islam, el Noble Santuario, pero también del Monte Templo del judaísmo. Los líderes israelíes se negaron y en vez propusieron el cementerio Jeque Yousef en el sur de la Franja de Gaza, al lado de un mercado. Cualquiera de las partes podría haber convertido esto en un tema polarizante. Pero los líderes emergentes de la Autoridad Palestina ofrecieron un lugar que Israel aceptaría: el edificio de Ramalá donde Arafat pasó sus últimos tres años como exiliado en su propia comunidad, rodeado de tropas israelíes.
(Editorial)

Haaretz:

La mayoría de los que respaldan el plan de desconexión mantienen su apoyo, a pesar de la feroz y vociferante lucha luego de su aprobación en la Knesset (Parlamento). Sin embargo, los israelíes están divididos equitativamente entre los que piensan que el desplazamiento de Arafat del escenario político no debería afectar la implementación del plan en Gaza y los que dicen que, a la luz de la desaparición de Arafat, debería haber un primer intento de coordinar el proceso en la Franja de Gaza con los nuevos líderes palestinos, dejando Gaza unilateralmente sólo si esa coordinación no se consuma. No hay demasiado optimismo del lado israelí deque con otros líderes palestinos podría llegarse a un acuerdo. Este pesimismo es entendible por el amplio consenso entre los judíos de que la mayoría de los palestinos no ha aceptado aún la existencia de un Estado de Israel, y que harían todo lo posible por destruirlo si pudieran.
(Ephraim Yaar y Tamar Hermann)

The Jerusalem Post:

La llegada de una muy esperada era post Arafat trae consigo esperanza para algunos y un déjà vu a otros. La esperanza es comprensible. Mientras el rol del individuo en la historia sigue siendo un tema de debate, no hay discusión en torno de que Yasser Arafat inspiró y presidió una era de ferviente confrontación entre el Estado judío y sus vecinos palestinos. Su reclutamiento eficiente, su entrenamiento y su permisividad para desencadenar terroristas sobre Israel, además del rol que tomó en el movimiento global para deslegitimar la empresa sionista, seguramente le darán un lugar entre los enemigos históricos de la nación judía. La causa palestina ha tenido líderes anteriores a Arafat y fueron ellos, y no su sucesor, quienes primero rechazaron el derecho judío a una nación en la tierra ancestral judía.
(Editorial)

Palestine Chronicle:

Israel y Estados Unidos cometieron un gran error al ignorar el hecho de que la “paz” a la que habían llegado era una paz entre líderes y no entre pueblos. La lucha palestina para su libertad e independencia es más grande que el fallecido presidente Yasser Arafat. El simbolismo representado por Arafat no debe ser subestimado. Es por este simbolismo que los palestinos lloran. El simbolismo de Arafat tiene que ver con cómo representó el nacionalismo palestino y la lucha de cinco décadas por justicia para la gente que fue desposeída en 1948, ocupada militarmente en 1967, atacada en el exilio en 1970 en Jordania y en 1982 en el Líbano, y más recientemente golpeada en sus propios hogares en Cisjordania, la Franja de Gaza y el este de Jerusalén. El mundo debe estar advertido de que la lucha palestina va más allá de cualquier individuo.
(Sam Bahour)

The Guardian:

Yasser Arafat es irreemplazable (se aseguró de eso). Tendrá un sucesor (o más bien dos sucesores desde que fuera tanto presidente de la Autoridad Palestina y el líder de la OLP), pero ningún líder palestino tendrá probablemente tanta autoridad como él. Arafat representaba el viejo estilo de liderazgo árabe, donde la toma de decisiones, incluso en temas triviales, puede ser paralizada hasta que el Gran Hombre asienta o niegue con su cabeza, y donde las reglas del gobierno son ajustadas informalmente de acuerdo con las necesidades del momento. Si su muerte significa el fin de esto, al menos en una esquina del Medio Oriente, nosotros estaríamos aliviados. Por la fuerza de las circunstancias, los palestinos tendrán que confiar en el futuro en un colegiado, más cooperativo y con métodos de gobierno más consultativos, que podrían terminar en una verdadera democracia.
(Brian Whitaker)

La Repubblica:

Fue hace treinta y seis años que su genio político afloró realmente. Arafat (cuyo nombre de guerra en ese momento era Abu Ammar) había entendido una cosa fundamental: que los palestinos estaban listos para la resistencia. Setecientos mil habían sido expulsados de sus casas con la guerra del ’48-’49, decenas de miles habían huido ante el ejército israelí en el ’067, y aquellos que quedaron en Gaza y en Cisjordania vivían bajo la ocupación militar. Entre los palestinos, el sentimiento de angustia, la separación de las familias, las primeras expropiaciones de tierra para uso militar comenzaron a producir una forma de revuelta. Y Arafat representó para su pueblo la posibilidad de rebelarse. Les ofreció el bosquejo de una organización político-militar capaz de golpear al ocupante, y al mismo tiempo de llevar la cuestión palestina a la escena internacional.
(Sandro Viola)


Le Figaro:

El homenaje que le rindió Francia ilustra una evidencia. No es solamente que Yasser Arafat fuera enterrado en Ramalá. Es un símbolo. Gracias al rais, el pueblo palestino jamás dejó de creer que la creación de su Estado estaba muy próxima. Entre los palestinos, el poder debe surgir de las urnas. Renunciar a la elección con motivo de la ocupación israelí y el terrorismo de los islamistas sería un pretexto muy pobre. La designación de un fetiche por un cónclave de notables de Cisjordania y de Gaza, que los israelíes manipularían, no haría más que prolongar la violencia. La muerte de Arafat, que no supo jamás convertirse totalmente de terrorista en hombre de Estado, ofrece una oportunidad única a la paz. Negar la negociación porque el rais era un mal interlocutor ya no es posible. Ariel Sharon perdió su coartada.
(Charles Lambroschini)

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