EL MUNDO › LA AMENAZA REAL QUE EL MUNDO
PODRIA ENFRENTAR EN LOS PROXIMOS AÑOS

Bioterrorismo, un reto globalizado

La cumbre policial más importante en la historia de Interpol se dio cita en Francia hasta ayer, a la que asistieron policías, médicos y expertos de 155 países. El tema: el bioterrorismo o última etapa evolutiva del terrorismo de hoy.

 Por Eduardo Febbro

¿Psicosis o realidad concreta? ¿Angustia colectiva o amenaza tangible? Hasta hace poco, los responsables políticos rehusaban integrar en el vocabulario oficial el término “bioterrorismo”. Reservado a los expertos y a los servicios secretos, el concepto de bioterrorismo evolucionó para dejar el territorio de la ficción o la psicosis y ocupar el lugar bien real de las amenazas que el mundo podría enfrentar en los próximos años. Prueba irrefutable de su “potencialidad” es la reunión organizada por Interpol en Francia y a la que, durante dos días, asistieron policías, médicos y expertos de 155 países. En total, más de 500 representantes reunidos en Francia en lo que constituyó la “cumbre policial” más importante de la historia de Interpol.
La conferencia apuntó a evaluar los peligros que representa el bioterrorismo así como a elaborar un programa de acción a fin de incrementar la cooperación internacional en la materia. Sin ambigüedad literaria alguna, el ministro francés de Interior, Dominique de Villepin, abrió la reunión advirtiendo que era preciso “aumentar los esfuerzos frente a la amenaza bioterrorista” porque, según precisó, “no sólo se cierne sobre nuestras sociedades con riesgos particularmente odiosos, sino también porque podría constituir la próxima etapa de la evolución del terrorismo”. Reveló que los servicios de seguridad saben que “algunos grupos terroristas intentaron apoderarse de agentes químicos o biológicos” y propuso la creación de una base de datos “común” para colectar allí las informaciones. El responsable francés también adelantó la idea de reforzar la vigilancia en torno a los laboratorios que trabajan con gérmenes y agentes biológicos (categoría P3 y P4), así como la creación de una suerte de “centro internacional de vigilancia contra el bioterrorismo”.
Salvo en contados casos, poco o nada se conoce sobre la manera de elaborar una respuesta en caso de ataque. Por su parte, Ronald Noble, secretario general de Interpol, declaró que “no existe ningún sector criminal donde la policía disponga de tan poca práctica y entrenamiento como el que atañe a la prevención o la respuesta a las acciones bioterroristas”. Más aún, Noble argumentó que “ninguna amenaza criminal representa un peligro potencial tan grande en todas las regiones, pueblos o países semejante a la del bioterrorismo”. El responsable señaló que si se produjera una ofensiva terrorista mayor con la consiguiente aparición de una epidemia contagiosa, “no estaríamos preparados para ello”.
La cumbre francesa fue única en su género, no sólo por la cantidad de especialistas presentes sino también porque puso frente a frente a los protagonistas de la lucha contra la violencia masiva bacteriológica, es decir, el eje compuesto por los círculos policiales y los médicos, los científicos. Viruela, ántrax (carbón), cólera, peste o botulismo son los “agentes” más comunes señalados por centros especializados como el Instituto Pasteur de París. En ese sentido, la cumbre de Interpol ha puesto de relieve la necesidad urgente de elaborar lo que el ministro francés de Interior llamó “una cartografía de los laboratorios sensibles”, entiéndase, la localización de los centros donde están depositados los agentes más “sensibles”. Según se desprende de los debates, los laboratorios, las empresas especializadas en biotecnologías, los organismos de investigación e incluso los hospitales no cuentan hoy con los sistemas de protección adecuados. Los responsables franceses evocaron la intervención de las Naciones Unidas y la OMC, la Organización Mundial de la Salud. Ambos organismos multilaterales estarían vinculados con una red internacional de supervisación cuya meta consistiría en controlar la venta de los productos peligrosos y señalar todo riesgo de contaminación. Villepin resaltó que los “terroristas sacan provecho del más mínimo eslabón débil, sean los suministros de las materias sensibles o el transporte de sepas patógenas”.
En diciembre de 2002, la policía francesa logró desmantelar una red terrorista que tenía planeado llevar a cabo un operativo bioterrorista en el país. La llamada célula Romanville-La-Courneuve había preparado una serie de acciones a base de cianuro. Desde entonces, París se dotó de una serie de mecanismos específicos y profundizó su programa de lucha bioterrorista, Biotox. En su conjunto, los expertos presentes en el cónclave francés reconocieron que la amenaza bioterrorista “nunca fue tan específica como hoy”. Su respuesta, sin embargo, empieza a tomarse en cuenta recién ahora al nivel de los Estados. Los expertos convocados por Interpol evocan sin prejuicios la fórmula de “tsunami biológico” para dar cuenta de las consecuencias de un ataque con medios bioterroristas. François Bricaire, jefe del servicio de enfermedades infecciosas del hospital de la Pitié-Salpêtrière y espina dorsal del Biotox, afirma que “el problema más significativo es cómo dar la alerta. Todo depende del tipo de agente infeccioso empleado, de su período de incubación. La viruela, por ejemplo, requiere un plazo de 12 a 14 días”. La otra pesadilla es el recurso a los organismos genéticamente modificados, es decir, específicamente preparados para resistir a los tratamientos en curso. Los expertos argumentan que esta pesadilla es, por ahora, de “pura ciencia ficción”. Con todo, advierten que los avances de la ciencia, de la biología, tornan plausible un bioataque de esa naturaleza.

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El ministro de Interior francés, Dominique de Villepin (cen.), junto a representantes extranjeros.
 
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