EL MUNDO › COMO FUERON LOS CINCO MINUTOS
DE SILENCIO POR LAS VICTIMAS DEL 11-M

El día en que Madrid se quedó sin palabras

A un año de los atentados que dejaron 192 muertos y más de 1900 heridos en Madrid, la capital se paralizó ayer durante cinco minutos para recordar en silencio a las víctimas. El duelo en toda España fue unánime, salvo por un grupo de acusados de pertenecer a ETA.

Por P. Martin y E. Granda *
Desde Madrid

El silencio más triste abrigó toda la ciudad. El hondo repiqueteo de las campañas de todas las iglesias marcó el inicio del recuerdo más triste y más vivo de Madrid. Apenas amanecía y todos los ciudadanos ya llevaban un poco de silencio en su interior. Después, cuando el reloj avanzaba hacia el mediodía, cada cual buscó su lugar para dedicar cinco minutos sin palabras a los que ya no estaban. La ciudad entró en una casi parálisis, sólo entorpecida por algunos comercios, muchos coches y algunos despistados que miraban con sorpresa las grandes concentraciones en todas las calles de la capital.
Pero cuando las manecillas del reloj señalaron las 12.00, Madrid dejó que la solidaridad y el recuerdo recorrieran cada calle, cada plaza, cada edificio. Pararon los hospitales, los colegios, los ayuntamientos, muchas empresas, locales, bares, restaurantes. Pero no todos estaban en la calle. Unos callaron en sus oficinas, otros se asomaban a los balcones. Se detuvieron muchos taxistas, muchos conductores se bajaron de sus coches, los autobuses aparcaron desordenados llenos de pasajeros. Los clientes no pedían nada y los dependientes y camareros tampoco atendían. Los lugares más golpeados por las bombas protagonizaron el silencio más sentido. Como El Pozo, Santa Eugenia, las empresas donde hay alguno que ya no está, los hogares de las familias y amigos de las víctimas y la estación de Atocha. En ese epicentro de la tragedia se concentró ayer mucho dolor y mucho duelo. Los trenes pararon al mediodía y el vestíbulo pareció congelarse. En el interior y en el exterior, cientos de personas parecían hasta haber ralentizado su respiración. Las lágrimas de muchos acabaron empapando todo el sentimiento. El final lo marcó un cerrado aplauso que recorrió andenes, pasillos, locales y conciencias.
Miles y miles de madrileños se concentraron en la Puerta de El Sol. A las 12 menos cinco de la mañana estaba llena, pero mucha gente continuaba andando y hablando y el tráfico era rodado como un día normal. Apenas empezaron a sonar las campanas, las mismas que repican cada nochevieja, el silencio fue expandiéndose poco a poco por la plaza. La actividad frenética de cada día pareció detenerse, como si hubieran congelado la imagen en una película. Los autobuses y los taxis parecían abandonados en medio de la calle. Nadie se movía. Muchas caras reflejaban una gran tristeza. Sólo se oía a lo lejos el sonido de un helicóptero que rondaba por la zona. Fueron unos momentos impresionantes, coronados con un gran aplauso. Al finalizar, muchos volvieron a la rutina diaria, pero otros muchos se quedaron un rato más, en silencio, o mirando las imágenes que una gran pantalla de TeleMadrid proyectaba desde el Bosque de Los Ausentes o las estaciones afectadas por los atentados. Había gente procedente de todas partes de la Comunidad de Madrid. Como dos trabajadores de Cuatro Caminos que habían dejado su labor para guardar un homenaje a las víctimas. O cinco estudiantes de periodismo, que habían abandonado las clases. Uno de ellos, Jesús, tenía planeado marcharse a su pueblo. “Pero he preferido quedarme en Madrid un día como éste.” Y también había gente procedente de otros países, turistas que pasaban por allí de casualidad y los que lo hacían a propósito. Como una madre y un hijo de Tánger, que tienen familia en España y han decidido venir precisamente ahora para recorrer los lugares de la tragedia. Aunque no quieren dar muchos detalles, cuentan que aunque la mayoría de los autores de la matanza procedía de Marruecos, en su país fue “tan duro como aquí”. En la escalinata de la Biblioteca Nacional, todos recordaron ayer a sus tres compañeras fallecidas en los trenes. Hubo lágrimas, pero sobre todo mucha emoción contenida. Desde el exterior de la gran verja negra que rodea el edificio, muchos viandantes improvisaban también sus cinco minutos desilencio. Belén se acordó en esos instantes de su compañera Marion, pero sobre todo pensó en la familia de su amiga, “que son los que deben estar sufriendo mucho hoy”.
En uno de los mostradores del edificio, otras cuatro compañeras vuelven a recordar. Hoy es un día duro, pero desde la masacre ninguno ha sido fácil: “No se olvida. Te acuerdas todos los días”. Una de las empleadas calla y se esconde tras el mueble. Ella estaba el día 11 en uno de los andenes afectados por la explosión. Prefiere no hablar. Su mirada enrojecida y llorosa lo dice todo. Muy cerca de uno de los lugares donde estallaron las bombas, en el colegio de dominicos Virgen de Atocha vivieron tan de cerca la tragedia que han tenido que aprender a interiorizarla. Siete de sus alumnos iban en uno de los trenes de la muerte. Todos han vuelto al colegio y han retomado en parte su vida normal. “Pero todavía tienen secuelas. Estos días están nerviosos y yo los veo desilusionados”, comenta el director del centro, Ismael Cuenca. También la madre de dos alumnos, Clara Escribano, sufrió heridas muy graves y fue la portavoz de las víctimas durante la primera etapa de la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo. Marcó tanto la matanza en el colegio, que en el equipo directivo se comprometió a “rentabilizar este hecho no desde los aspectos negativos” sino desde el punto de vista “creativo y formativo”. Por eso, entre los objetivos que se han marcado para el curso 2004-2005, con las siglas ONCE M, quieren reforzar los siguientes aspectos: Orden, naturalidad, compañerismo, esfuerzo y multirracial. Además, han organizado charlas con víctimas del terrorismo, han tenido una actividad extraescolar dedicada a eliminar la violencia, etc. Ayer los 1045 alumnos, de 6 a 18 años, formaron en el patio las letras “No más 11-M”. Pasados los cinco minutos de silencio, soltaron 192 globos blancos y rezaron un padrenuestro. Para el director, “ha sido un acto tremendamente emotivo, por la seriedad y el respeto con el que se han comportado los chavales y porque esto demuestra que la labor de los educadores durante este año ha dado sus frutos”. A la salida del colegio, tres alumnas de 3º de ESO explican que los días posteriores al atentado “fueron muy tristes pero que ahora todo ha vuelto a la normalidad”.
En otros muchos colegios se aprovechó la jornada para lanzar mensajes de paz y solidaridad con las víctimas. Por ejemplo, en el Alhucema de Fuenlabrada se confeccionó un crespón blanco gigante con 192 lazos negros que se colgó en el patio. Hortensia, la psicóloga del centro, colgó un cartel elaborado por los estudiantes, con firmas de muchos de ellos, en uno de los cristales de las escaleras de entrada a Atocha, junto al santuario improvisado.
En el Congreso fueron centenares de personas las que se concentraron, con una pancarta con el lema “11-M. Nos faltan las palabras, nos queda el sentimiento”. En Moncloa, en el Ministerio de la Presidencia, decenas de funcionarios guardaron esos cinco minutos de silencio junto a la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, y el ministro del Interior, José Antonio Alonso. El Ayuntamiento de Madrid vivió un pleno especial que su alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, resumió con un mensaje: “El 11-M nos pasó a todos”. En la Plaza de la Villa, sede del Consistorio, hasta un millar de personas se sumó al duelo.
El duelo de toda España encontró una peculiar excepción. En las puertas de la Audiencia Nacional, jueces, fiscales y funcionarios guardaron al mediodía cinco minutos de silencio. Ni los abogados ni los familiares de los 33 acusados de pertenecer a ETA a los que se juzga en el proceso contra Jarrai-Haika-Segi se sumaron a este homenaje. Sí lo hicieron los tres magistrados de la causa y varios miembros de la AVT, que llevaban una camiseta con la bandera de España y el mensaje “¡A por el 18/98! y más...”, en alusión al sumario en el que se los juzga.

* De El País de Madrid. Especial para Página/12.

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Dos niños encienden una vela durante una reunión espontánea en la estación de Santa Eugenia.
 
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