EL MUNDO › OPINION

La guerra hasta ahora

 Por Claudio Uriarte

Lo que se consumó hace tres años con mentiras cumple hoy tres años en medio de una nueva mentira: la llamada Operación Enjambre, grandiosamente descripta como “el mayor asalto aéreo” desde el inicio de la guerra, salvo que lo único que se asalta es territorio desértico donde es imposible encontrar insurgentes –no tendrían dónde esconderse, para empezar– y donde se enfatiza el nuevo “protagonismo” de las fuerzas iraquíes entrenadas por Estados Unidos, aunque esas fuerzas no han logrado hasta ahora controlar ninguna de las 18 provincias de Irak y, en “Enjambre”, se limitan a desplegarse en círculos esporádicos más cerca o más lejos de la ciudad de Samarra, pero sin atreverse a entrar en ella, no sea que el tercer aniversario de la invasión se vea mediáticamente comprometido por el espectáculo de un baño de sangre como el que manchó a más de 17.000 tropas estadounidenses (comparadas con sólo 900 que participan ahora) en la ciudad de Faluja, en noviembre de 2004. Desde el punto de vista militar, Operación Enjambre no tiene ninguna relevancia; muchas de sus imágenes podrían haber sido pedidas en préstamo por el Pentágono a alguna productora de películas de guerra, con lo cual todo habría salido mucho más barato. Pero lo que hay detrás de ella es la percepción de que la guerra se estanca, la decreciente popularidad de George W. Bush en EE.UU. y la creciente renuencia del Congreso a aprobarle nuevas partidas presupuestarias para lo que se parece cada vez más a un barril sin fondo.

Pero la guerra aún no está perdida para EE.UU. y sus aliados. Desde el punto de vista militar más serio, están trabajando en una táctica que tuvo éxito en Afganistán y que consiste en asegurarse el dominio de una zona, después replegarse a sus cuarteles y entregar la tarea de reconstrucción a grupos mixtos de ingenieros militares y civiles bajo la protección del ejército y la policía iraquíes. Excelente, salvo que en Afganistán los norteamericanos contaron desde el vamos con el apoyo de una fuerza insurgente autóctona, legítima y organizada como la Alianza del Norte, mientras la construcción de las fuerzas iraquíes parece mucho más difícil. (Por vía de demostración inversa, compárense los contingentes norteamericanos que cada país requiere hoy: 19.000 en Afganistán contra 140.000 en Irak). El general Peter Chiarelli, segundo en comando de las fuerzas estadounidenses en Irak, sorprendió a muchos anteayer al estimar que las nuevas fuerzas iraquíes podrían controlar tres cuartas partes del país para agosto o septiembre, una estimación aún más optimista que la oficial de Bush, que había hablado de un control iraquí de “la mayoría del país” para finales de año. John Reid, ministro británico de Defensa, dijo también esta semana que el número de fuerzas iraquíes ya ascendía a 240.000, con 59 batallones listos para entrar en combate. Pero es una fuerza a ser probada, sin mencionar que esos contingentes deben incluir a una buena cantidad de fuerzas rebeldes infiltradas.

Desde el punto de vista político, las perspectivas de estabilización son algo más promisorias, aunque más no sea por el anclaje de intereses que tiene la mayoría chiíta del país (un 60 por ciento de la población, radicada además en las regiones de mayor riqueza petrolera) en que el tortuoso proceso que salió de las elecciones llegue a buen puerto. Esta es la razón por la que el fantasma de la guerra civil aún no se materializa: pese a instigaciones monstruosas a los chiítas como la voladura de un templo, presumiblemente por Al Qaida, la otra semana, y ataques terroristas regulares contra zonas de densa población civil chiíta, los chiítas saben que tienen el país para ganar si proceden con cautela y apoyan la transferencia de poderes (transferencia a ellos, naturalmente) que está quemándole cada vez más entre las manos al jefe de la Casa Blanca. Por otra parte, atrocidades como las de Al Qaida están creando una fractura entre insurgencia y terrorismo. Pero, por otro lado, la mayoría chiíta no es un bloque homogéneo, y es verdad que la violencia intersectaria muestra tendencia a aumentar en todas partes.

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