EL MUNDO › POR SEGUNDO DIA, EL EJERCITO BOMBARDEO EL CAMPO DE REFUGIADOS PALESTINO

Un campo teñido de sangre en Líbano

La ofensiva contra milicianos islamistas dejó, según fuentes dentro de Nahr al Bared (al norte de Trípoli), unas 45 víctimas y más de 70 heridos. Las organizaciones humanitarias creían que la situación podía ser mucho peor. El ejército intentaba negociar una tregua con el grupo palestino Fatah al Islam, vinculado a Al Qaida.

El humo cubría anoche el cielo en el norte libanés. Las enormes columnas que salían del centro del campo de refugiados Nahr al Bared marcaban el final de otro día de violencia y muerte en el castigado país. En total, los medios reportaban entre 40 y 45 nuevas víctimas y más de 70 heridos, aunque las organizaciones humanitarias creen que la situación dentro del campo debe ser peor. “Hay civiles muertos y muchos heridos en las calles del campo. Ya no hay agua ni electricidad”, contó el médico Yusef al Asad, responsable local de la Media Luna Roja palestina. Después del mediodía, el ejército libanés y la milicia de origen palestino Fatah Al Islam habían sellado una tregua. Sin embargo, dos horas después el gobierno negó esta versión y se reanudaron los bombardeos de las fuerzas militares, que provocaron nuevos e incesantes disparos de ametralladoras y morteros. Al cierre de esta edición, el ejército intentaba negociar una tregua.

Los combates callejeros se concentraban ayer en las entradas sur y este del campo de refugiados, mientras lanchas de la marina tomaban posiciones en las costas para impedir la llegada de posibles refuerzos de Fatah Al Islam. Bordeado al Oeste por el mar y al Este por una carretera que lo une con la frontera siria, Nahr al Bared se encuentra a unos diez kilómetros al norte de Trípoli, la ciudad en donde el domingo el ejército se enfrentó con un grupo de los extremistas islámicos. Según los últimos datos oficiales, 48 personas –23 soldados, 19 milicianos de Fatah el Islam y seis civiles– murieron en los enfrentamientos del domingo.

La cifra de ayer, en cambio, sigue siendo incierta. La cadena árabe Al Jazeera aseguraba en su página web que los combates dentro del campo de refugiados podrían haber dejado hasta 40 muertos. Su rival estadounidense CNN publicaba que los enfrentamientos habían resultado en 30 soldados libaneses y 15 milicianos muertos, después de varias horas de incesantes bombardeos. Lo que sí se sabe es que dentro del campo, donde conviven hace décadas más de 30 mil refugiados palestinos, ya no hay agua ni electricidad, muchas casas han sido destruidas y los heridos son rehenes a la espera de una tregua que les permita salir. La Cruz Roja libanesa informó que anoche logró evacuar solamente a 17 heridos.

En el resto del país la vida continuaba normalmente, excepto por un nuevo atentado en el barrio de Verdun, en el oeste de Beirut. Diez personas resultaron heridas cuando una bomba adosada a la parte de abajo de un coche explotó en una calle muy transitada. Este es el segundo atentado que sufre la capital libanesa. El domingo una explosión en Achrafiyé, en el Este de la ciudad, dejó un muerto y diez heridos.

Frente al asedio del ejército, Fatah Al Islam, acusado de mantener vínculos con Al Qaida y con el espionaje sirio, amenazó con ampliar sus ataques más allá de los límites de la localidad norteña de Trípoli. “El ejército no nos dispara sólo a nosotros. Realiza bombardeos a ciegas. Si esto continúa, llevaremos la batalla fuera de la ciudad de Trípoli”, amenazó uno de los portavoces de la milicia, Abu Salim Taha. Este grupo islámico se instaló en el campo de Nahr al Bared el año pasado y gracias a que el ejército libanés no puede intervenir allí, logró crecer.

Aprovechando la atención del mundo, la oposición libanesa comenzó a asignar culpas. El político cristiano Michel Aun, feroz opositor del primer ministro Fuad Siniora, culpó al gobierno de permitir el crecimiento de la milicia. “Llevan un año preparándose con armas y entrenamientos, no han llegado en paracaídas. El gobierno lo sabía y no hizo nada por evitarlo”, aseguró. La administración de Siniora no dudó en contraatacar y desviar la responsabilidad hacia su eterno enemigo, Siria. “Hay alguien que intenta crear el caos para mandar este mensaje a la opinión pública mundial: ‘Si el tribunal se establece, habrá problemas de seguridad en Líbano’”, sostuvo el ministro del Interior Ahmed Fatfat, recordando que en los próximos días la ONU podría ordenar la instalación de un tribunal que investigue la muerte del ex premier libanés Rafik Hariri. Tanto el gobierno antisirio de Siniora como la comunidad internacional sospechan que Damasco estuvo detrás del magnicidio en febrero de 2005. Siria coincidió ayer en que el caso Hariri está detrás de los violentos combates de los últimos dos días. El embajador ante las Naciones Unidas, Bashar Jaafari, deslizó que la crisis podría haber sido provocada para influir a favor del gobierno antisirio de Siniora, que reclama que se investigue a Siria por el asesinato del ex premier.

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Los enfrentamientos causaron la muerte de treinta soldados libaneses y quince milicianos, según informó ayer la cadena CNN.
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