EL MUNDO › MULTITUDINARIA PROTESTA CONTRA EL UNILATERALISMO

Parábola de la caída de los halcones

Por Cahal Milmo y Matthew Beard *

Llegaron preparados con pancartas exigiendo venganza contra “Bush, el terrorista número uno”. Desde prostitutas hasta clérigos musulmanes, ejecutivos de la city y norteamericanos expatriados, de maestros jubilados a colegialas, fueron la alianza más unida que llevó a un tranquilo alto en el centro de Londres. En la tarde en la que Downing Street (sede de gobierno) trocaba la pompa y la situación de la visita oficial de George W. Bush con la política dura, se hicieron presentes miles de manifestantes que vistieron de simbolismo al día de marcha a través de la capital contra el presidente norteamericano.
Los organizadores de la protesta contra Bush dijeron que, como se podía visualizar, 200 mil personas marcharon desde Bloomsbury a la plaza Trafalgar Square, cerca del Parlamento de Westminster y del 10 de Downing Street, una ruta acordada con Scotland Yard luego de días de dura negociación más conveniente a un acuerdo de paz internacional que a una demostración de dos horas. Al principio, la policía británica insistió en que el número era considerablemente menor –entre 30 y 50 mil personas–, pero a medida que fue aumentando, elevó el cálculo a unos 110 mil manifestantes.
El resultado, según insistieron sus organizadores, fue que en las calles la gente común dio un mensaje unificador. Andrew Burgin, un vocero de la organización “Stop the War” (Paren la guerra) señaló que “terminó siendo una excelente convocatoria. Pero se debe ver también quiénes marcharon: la clase media británica que no sale a la calle por lo general, mezclada con otras causas y credos. Por Irak, por lo que Bush le ha hecho al medio ambiente; por la erosión a las libertades, se ha marchado pacíficamente”. Con un despliegue de 5123 efectivos, la policía se dio por satisfecha.
Andy Trotter, el hombre a cargo de la “operación saxo” (el nombre en código de la policía por la visita de Bush), declaró que “hemos tenido una marcha que discurrió en tranquilidad”. El único acto que podía verse como “violento” era la estatua de cartón que derribaron en Trafalgar Square análogamente al derrumbe de las efigies de Saddam Hussein, que fue símbolo de la caída de Bagdad el 9 de abril pasado. La estatua pintada en color dorado de Bush fue hecha con papel maché y rollos de cartón durante una semana y la confeccionó un grupo de teatro. Mell Harrison, que coordina ese grupo, ayudó a construir la escultura y dijo que “así como la estatua de Saddam simbolizó el fin del régimen de Hussein, pensamos que tirando abajo ésta comenzará el proceso del fin de la agresión de la administración Bush”.
La demostración incluyó la referencia de hechos belicosos durante los pasados doce meses. Los manifestantes repetían en sus pancartas y consignas los motivos ya denunciados en las gigantescas marchas de la pasada primavera, cuando la invasión de Irak empezaba a parecer inevitable. Se unieron ayer las evocaciones al campo de prisioneros de Guantánamo, con jóvenes vestidos con monos de color naranja, encadenados y encapuchados como los presuntos terroristas capturados por Estados Unidos en Afganistán y que esperan desde hace meses, años ya, a ser juzgados o al menos acusados.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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