EL MUNDO › OPINION

Belicismo

Por Alberto Ferrari Etcheberry*

Acotemos el discurso de Bush: 1) Primero con esperanza: sentí a su elección como la situación de los alemanes con Hitler, pero vale también mirar al vaso medio lleno: gran afluencia de votantes, fuerte movilización demócrata, el mensaje de Kerry, especialmente en las últimas semanas, sin temor al rótulo de “liberal” o antipatriótico y como clara opción negadora de Bush. Es admisible concluir que la mitad de los norteamericanos racionalmente rechaza el fundamentalismo a lo Bush. 2) Por lo tanto cabe la pregunta: ¿hasta dónde puede llegar esta locura? O: ¿cuánto hay de demagogia y cuánto de fanatismo real? Para la respuesta sirve un antecedente histórico: la reelección de Nixon; tan triunfante como Bush (similares currículum) perdió muy rápido a su vice Agnew por delincuente y poco después cayó él inmerso en la ignominia. ¿Repetición como farsa? Es idiota descartarlo, aunque el mesianismo religioso es un ingrediente novedoso que no es casual sino el resultado de años de construcción. 3) La ratificación del programa de y para los ricos tiene varios basamentos objetivos; algunos: por un lado, la brutal explotación del trabajo basada en la inmigración legal e ilegal llegada de los lugares más pobres que deprime el salario sin desocupación abierta y así frena la protesta social; por otro, la burbuja de los valores inmobiliarios que sucedió a la burbuja financiera. Ambos factores no dan respuesta al dilema del valor del dólar que expresa una economía y una sociedad que vive de prestado y objetivamente en jaque por sus acreedores, especialmente asiáticos. 4) La defensa de los intereses petroleros, un fundamento del belicismo, como la del acero o la agricultura, muestra un proyecto atrasado para un imperio global dinámico: algo así como una Inglaterra proteccionista en el siglo XIX. Tampoco es congruente pretender que el mundo siga pagando los costos del militarismo y la defensa como ocurría en la Guerra Fría de amenaza atómica. El belicismo responde a estos desafíos: hay que inventar enemigos y esto parece una pretensión débil y retórica; una demagogia que quizás alcance en lo interno pero que necesita hacia afuera la aceptación del resto del mundo y eso está por verse. A la última reunión del G-7 fueron invitados a la discusión los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y Sud Africa: el mundo es menos unipolar y “bushista” que lo que nos venden en este extremo marginal, pero será ésta una realidad inexorable si por la mirada miope del corto plazo seguimos sin objetivos estratégicos, esto es, la alianza con Brasil y la construcción de un espacio regional no cerrado.

* Director del Instituto de Estudios Brasileños de la Univ. Tres de Febrero.

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