EL MUNDO › COMO SE VIVIO EL CALVARIO
PAPAL EN IGLESIAS Y EN SINAGOGAS

Las puertas abiertas en Buenos Aires

La metáfora de la lluvia como “llanto de Dios” fue inevitable para los católicos que se acercaron ayer hasta las iglesias y santuarios de la Capital Federal para rezar, no ya por la salud del papa Juan Pablo II, sino por su paso a la “vida eterna”, según la creencia cristiana, y por la ventura del próximo Sumo Pontífice. Resignación fue el sentimiento para nada novedoso que se vio en los rostros sin lágrimas de los fieles que aguardaban rezando rosarios la inminente noticia –¿noticia?–. En medio de un clima lúgubre, algunas iglesias dejaron sus puertas abiertas luego de sus habituales horarios de cierre. En las sinagogas porteñas también se oró por Karol Wojtyla.
Los obispos argentinos se sumaron a la “plegaria mundial” pedida por quienes vieron de cerca las últimas imágenes del Pontífice vivo y no hubo jurisdicción eclesiástica donde no se rezara por él. A través del vocero del Episcopado, Guillermo Marcó, el arzobispo de Buenos Aires y cardenal papabile argentino, Jorge Bergoglio, pidió que todos los fieles “participen con su oración en las distintas parroquias en los horarios habituales de misa” ante la inminencia del “importante encuentro del Papa con el Señor”. Y así fue. No hubo misa en la que no se pidiera “por la salud del Santo Padre”.
Desde temprano, luego de que los noticieros televisivos dedicaran las tres cuartas partes de sus horarios para dar la noticia raramente novedosa de que el Papa estaba “grave”, decenas de mujeres y hombres desfilaron por los templos. Sentados, de pie o de rodillas durante la vigilia de lo inevitable, todos repitieron decenas de avemarías, padrenuestros y glorias.
“Toda la comunidad judía está compartiendo el dolor de la humanidad”, afirmó Abraham Kaul, titular de la AMIA. La comunidad convocó a sus fieles a visitar los templos en los servicios religiosos del shabat, para rezar una oración especial por Juan Pablo II, que “siendo la máxima autoridad de la cristiandad, pidió perdón por los pecados cometidos hacia todos los judíos”.
Desde la basílica de Luján, el arzobispo de Varsovia, cardenal primado de Polonia y amigo de Karol Wojtyla en su juventud, Józef Glemp, pidió “a todos los católicos, ya sea los que provienen de Europa como los argentinos, que recen por el Santo Padre” y lo ayuden “a cargar su cruz” en estos momentos de agonía.
En la Catedral Metropolitana se celebró la última misa a las 18, pedida con anticipación por los Veteranos de Malvinas. Pero los responsables del templo decidieron mantener sus puertas abiertas “hasta que dejara de llegar gente”. En medio de la lluvia de la tarde, un centenar de católicos ocuparon sus bancos y cuando el agua cesó de caer, también. “No vine a rezar ni porque el Papa se recupere ni porque tenga una muerte en paz. Vine para pedir por la Iglesia y el próximo Papa”, confesó a Página/12, Silvia, una joven de 20 años que estuvo durante la misa y las oraciones posteriores. “No sé quién va a venir ni qué tiene que cambiar –sostuvo María Mullen–, pero me gustaría que el futuro Papa sea africano o latinoamericano para que sea alguien del tercer mundo.”
“Vine de paseo desde Sao Paulo y ahora tengo que orar. La salud (del Papa) creo que no va a volver”, admitió Roberto Ravioli abrazando a su novia Jovana. “Es difícil rezar, estamos como de luto”, dijo la mujer, a la vez que consideró que “si es su momento de partir, bem. Ahora, que venga otro melhor”. Turistas y vecinos porteños desfilaron por la sede de la Nunciatura Apostólica para saber sobre el estado de salud del Sumo Pontífice. Antonio Boggiano, juez de la Corte Suprema, fue uno de los que se acercó hasta allí. Aprovechando su cercana relación con la Iglesia Católica, el hombre se entrevistó con monseñor Adriano Bernardini.
En medio de un templo cuyo piso estuvo surcado por cables de cámaras de televisión y ensuciado por panfletos que decían “Apoyamos a monseñor Baseotto ¡no al aborto!”, Ana María Marcó dejó en claro que fue a rezar “para pedir que el Papa tenga una muerte tranquila y que no sufra más delo que ha sufrido”. El motivo por el cual Martín también acercó sus peticiones fue “por el próximo Papa. No sé quién va a ser, pero Dios ya lo sabe”.
“Totus tuus” (todo tuyo, en latín) fue el lema del santo francés Luis María de Montfort que Wojtyla tomó para su papado. La única comunidad montfortiana en la Argentina trabaja en la parroquia Santa Cruz de Fiorito, Lomas de Zamora y su referente, Pedro María Guiot, reflexionó que “acompañamos este momento con la oración. No estamos tristes sino contentos por el regalo que Dios le hizo al mundo con Juan Pablo II: un hombre que defendió la vida y, en la última etapa de la suya, predicó hasta con el silencio”.
Algunas celebraciones de las misas en las catedrales fueron presididas por los obispos; las de las parroquias por sus párrocos y las de las capillas por los curas. Debajo, frente a ellos, el laicado fiel. También hubo quienes pidieron por Wojtyla desde sus casas. Fue el caso de Cecilia Díaz: “Nosotros empezamos a rezar con la oración que el Papa pidió para este momento: ‘Dios mío, ven en mi auxilio; Señor, date prisa a socorrerme”.

Informe: Adrián Figueroa Díaz.

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