EL MUNDO › ANALISIS DEL TRIUNFO DE LA IZQUIERDA EN URUGUAY

Pasó un torbellino progresista

 Por Mercedes López San Miguel

El Uruguay del cambio alumbrado en las presidenciales de octubre fue evidenciado en las municipales del domingo. Por primera vez en su historia se quebró la hegemonía conservadora en el interior del vecino país y la izquierda obtuvo 7 departamentos clave, aparte de su bastión Montevideo: Canelones, Maldonado, Salto, Paysandú, Rocha, Florida y Treinta y Tres, 5 de los cuales generan más del 80 por ciento de la riqueza nacional. Los uruguayos castigaron la corrupción y votaron por la transparencia en la distribución de los recursos, además de que pudieran incidir factores muy localistas. El Encuentro Progresista-Frente Amplio anunció que sus intendentes iniciarán auditorías.
En el interior, la izquierda demolió a los partidos conservadores y pasó a gobernar localmente a 991.600 habitantes, un 54,54% mientras los tradicionalistas sólo pudieron conservar su hegemonía en 826.500 pobladores, sólo un 45,46%. Mientras el frenteamplismo se adueñó de toda la costa uruguaya, el Partido Nacional lo hizo en el interior profundo. Las banderas del cambio se impusieron desde el río Santa Lucía hasta el Tacuarí pasando por toda la zona del Río de la Plata y del Océano Atlántico, incorporando gran parte del río Uruguay al dominar Paysandú y Salto.
Maldonado, del que forma parte Punta del Este, fue la frutilla del postre. Es uno de los departamentos en mejor situación económica, pero cuya administración saliente del blanco Enrique Antía fue denunciada por corrupta; a esto se le suma que la última temporada turística resultó mala. Mucho más cuestionada estuvo la intendencia en Rocha. La mayor humillación blanca se registró en Paysandú, el feudo del temperamental presidente del Directorio del Partido Nacional y ex candidato a la presidencia, el senador Jorge Larrañaga, otrora intendente de ese municipio. Allí, el candidato de su formación reprodujo el mismo destino en las urnas que Larrañaga frente a Tabaré.
El terremoto electoral hizo estragos en los partidos tradicionales. El Partido Nacional, que dominaba desde hace 5 años 13 de las 19 intendencias, debió resignar 5 de sus feudos (Maldonado, el citado Paysandú, Rocha, Florida y Treinta y Tres) a manos de la izquierda pero como le ganó a los colorados en Artigas –fue una sorpresa– y Río Negro, quedó con 10 municipios. Pero fueron tres menos que los que dominaba, una pérdida de la cuarta parte de sus dominios. La victoria en Canelones ya se había anticipado, siendo el segundo departamento más populoso.
El primer triunfo electoral de la izquierda se produjo en 1989, cuando ganó la intendencia de Montevideo, donde reside casi la mitad de la población del país. Desde entonces la capital se convirtió en el bastión del EP-FA, y desde allí cimentó la histórica victoria en los pasados comicios generales. Su líder, el socialista Tabaré Vázquez, se convirtió en marzo en el primer mandatario de izquierda de Uruguay. Con la propuesta de impulsar un país productivo y generar trabajo, el FA ganó adeptos en los campos de tradición caudillesca, en un país con elevados niveles de desocupación (12 por ciento) –varios departamentos lo superan– y un tercio de población pobre. El tricolor blanco azul y rojo se sobreimprimió al blanco-colorado, modificando el mapa político del interior uruguayo.

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