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Superar las disputas comerciales demanda una nueva integración

El viejo camino de imponer barreras comerciales para contrarrestar los desequilibrios muestra claros signos de agotamiento. Los especialistas recomiendan una coordinación que distribuya tanto los costos como los beneficios de la integración económica.

 Por Claudio Scaletta

Para que su realidad no sea el producto de mezquinas luchas empresarias el Mercosur necesita reformularse. Superar la conflictividad en los llamados “sectores sensibles” demanda la creación de una estructura que reparta los beneficios y los costos de la integración. En su defecto, seguirán prevaleciendo las disputas por los mercados y los desequilibrios comerciales subordinados a los avatares de los ciclos económicos, un juego de suma cero concentrado en barreras al comercio que atentan contra el espíritu y las potencialidades de la integración.
Cuestiones complejas, quizá hasta tediosas para el gran público, como los procesos de integración comercial y económica no suelen formar parte de la agenda política. Solo pasan al primer plano cuando los desajustes comienzan a hacer ruido. La nota suelen darla los reclamos empresarios. Las quejas, amargas, hablan de la falta de escrúpulos de la contraparte al momento de promover las exportaciones, de la destrucción de sectores en las economías más pequeñas y de la mutua imposición de medidas arancelarias y paraarancelarias para contrarrestar los daños, supuestos o reales.
Dada la persistencia de las disputas comerciales intersectoriales, una cuestión clave es si las tensiones pueden ser superadas. Para el economista Fernando Porta, quien participó de la formulación de políticas que en los ’80 dieron lugar al nacimiento del Mercosur, parte del problema se explica porque la liberación comercial acelerada del primer lustro de los ’90 no fue acompañada “por la necesaria coordinación de políticas para que un mercado ampliado funcione bien en condiciones de librecambio”.
Para abordar el problema de por qué esta coordinación no pudo conseguirse todavía, Porta propone dejar de lado las “visiones simplistas” tradicionales, según las cuales los límites de la integración residirían, por ejemplo, en cierta tendencia cultural de los países de la región a incumplir sus compromisos, o bien en cierto déficit de carácter meramente institucional.
Una tercera perspectiva es la que enfatiza la “coordinación macroeconómica”, según la cual en economías en proceso de integración las variables monetarias y financieras, como los tipos de cambio y las tasas de interés, deben tender a converger. Si bien esta coordinación es un prerrequisito necesario, el tipo de coordinación que Porta considera central es de las políticas estructurales: las industriales, las tecnológicas y las de competencia.
La secuencia de los ’90 mostró primero un rápido proceso de liberalización que eliminó los aranceles en todos los sectores, salvo en aquellos que gozaron de regímenes especiales, como el automotor y el azúcar. “Cuando se produce una liberalización en condiciones de asimetría es muy probable que exista una captura de los mercados por parte de los actores de mayor peso”, afirma el especialista.
Siguiendo esta lógica, las maniobras defensivas y las restricciones comerciales no tardan en aparecer, provocando, a su vez, contramedidas. En este punto el conflicto ya está en marcha. Las culpas, a diferencia de la visión que transmiten los empresarios locales, no son sólo del empresariado brasileño y la estructura de subsidios e incentivos que su Estado les concede. El neodesarrollismo de la cúpula empresaria local es sospechosamente reciente. Se trata de la misma cúpula que durante la convertibilidad no se acordó de estas cuestiones.
Descripta la secuencia que llevó a la situación actual, la recomendación de política cae por su propio peso: coordinar una estrategia regional que distribuya equitativamente los costos y beneficios de la integración y que resuelva las asimetrías iniciales promoviendo encadenamientos productivos. En un reciente trabajo de la oficina de la Cepal en Buenos Aires, “Evaluación del desempeño y aportes para un rediseño del Mercosur”, Porta describió estas medidas como de “coordinación microeconómica”. Microeconómica, porque al generar encadenamientos productivos opera en el interior de las empresas y desarrolla “complementariedades estratégicas en el espacio regional que permiten aprovechar las economías de escala y de resocialización”. Probablemente una de las ideas más poderosas de este trabajo, que lo distingue de otros sobre el mismo tema y que resignifican la importancia del Mercosur, es su punto de partida. Para el economista la principal debilidad del proceso de acumulación de capital en la economía argentina es que “la modalidad de especialización productiva y su inserción internacional” tendió a “limitar su crecimiento y ser fuente de desigualdades”. Desde esta óptica, el Mercosur puede ser parte central del problema o de la solución. Seguir uno u otro camino dependerá del tipo de coordinación estratégica que se consiga.

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