EL MUNDO › LOS DIEZ AÑOS DE KOFI ANNAN COMO SECRETARIO GENERAL DE LA ONU

Un Nobel y unas reformas obstruidas

Después de diez años como secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan se retiró de su cargo con un Premio Nobel de la Paz bajo el brazo y enemistado con Estados Unidos. Aunque su designación para sustituir a Boutros-Boutros Ghali en 1997 fue vista como un intento de sanar heridas con Washington, más tarde el gobierno de George W. Bush le bajaría el pulgar. El punto de quiebre de la relación fue la invasión norteamericana a Irak, que el diplomático ghanés calificó de “ilegal”. “El peor momento de mi mandato fue, por supuesto, la guerra de Irak, que como organización no pudimos detener, aunque hice todo lo que pude para hacerlo”, indicó Annan en su discurso de despedida.

Annan, un abogado de 68 años, dedicó la mayor parte de su vida a la ONU. De hecho fue el primer secretario general elegido de las filas del personal de la ONU. Su labor en la institución mundial comenzó en 1962, cuando ingresó como oficial administrativo y de presupuesto en la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra. Antes de ser nombrado secretario general, fue subsecretario general de Operaciones de Mantenimiento de la Paz y después secretario general adjunto.

El legado de Annan se centra en su ambicioso plan de reformas de la ONU, que ha concretado en ciertas áreas, como la creación de un Consejo de Derechos Humanos, para sustituir a la politizada Comisión de Ginebra, y el establecimiento de una Comisión para la Consolidación de la Paz. “Su figura representa el avance en pilares como los derechos humanos y el impulso de las operaciones de mantenimiento de la paz en lugares neurálgicos, como en Africa”, afirmó a Página/12 el embajador argentino ante la ONU, César Mayoral, quien suele tener contacto con Annan en la sede de Nueva York.

Esta insistencia en el perfeccionamiento de las operaciones de mantenimiento de la paz tiene origen en un sentimiento de culpa que persigue al ghanés desde 1994, cuando estaba al frente del departamento que coordinaba esas misiones. Muchos consideran que podría haber evitado la matanza de ochocientos mil hutus y sus simpatizantes en Ruanda. Le echan en cara no haber dado la voz de alarma al recibir un telegrama del comandante militar de la ONU en la zona advirtiendo del inminente genocidio que llevaría a cabo la etnia tutsi. “La experiencia de Ruanda lo afectó profundamente. Cuando ahora se refiere al genocidio, se emociona mucho”, indicó Juan Antonio Yáñez Barnuevo, embajador español ante la ONU. Lo paradójico es que Annan entró en funciones siendo la persona favorita de Washington, y se va siendo su gran enemigo. Su relación con el gobierno demócrata de Bill Clinton había sido muy buena. El entonces embajador norteamericano en la ONU, Richard Holbrooke, lo calificó incluso de “el mejor secretario general de la historia” tras su reelección en 2001. Todo cambió en 2003 cuando Estados Unidos invadió Irak. Annan sentenció entonces que la operación no estaba en conformidad con la Carta de la ONU y que era “ilegal” invadir el país árabe. Sus palabras hicieron saltar chispas con Washington, que lo acusó de extralimitarse en sus funciones. “Los estadounidenses estaban furiosos con él y no hicieron nada cuando círculos derechistas trataron de desestabilizarlo”, explicó un diplomático que se mantuvo en el anonimato.

Otro tema que aportó munición a los críticos de Annan fue el escándalo del programa “Petróleo por Alimentos”, a través del cual se permitía al régimen del ex dictador Saddam Hussein sortear el embargo internacional impuesto a Irak tras la primera Guerra del Golfo (1991) para adquirir artículos de primera necesidad. Según la investigación oficial, unas 2000 empresas que hicieron negocios en el programa pagaron sobornos que contribuyeron a que Bagdad se apropiase de más de 1800 millones de dólares. El hijo de Annan, Kojo, fue uno de los que se benefició del programa, aunque no se hallaron evidencias de que su padre estuviese enterado.

Pero Annan se mantuvo firme y defendió a la ONU hasta el final. “Sabemos que tenemos críticos muy elocuentes en Estados Unidos. Quizá son una minoría, pero son muy elocuentes. Aceptamos las críticas honestas y justas. Lo que debo decir a quienes quieren debilitar y destruir la ONU, es que, si la ONU desaparece, ¿quién va a encargarse de ciertas cuestiones? ¿Quién hablará por los pobres y los defenderá?”, afirmó Annan recientemente. Ahora su destino es incierto. Fuentes de la organización afirmaron que se va a tomar un descanso después de diez estresantes años al frente de lo que el primer secretario general, Trygve Lie, describió como “el trabajo más imposible del mundo”.

Informe: Virginia Scardamaglia.

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