EL PAíS › GUALEGUAYCHU, DONDE SE JUNTAN LA PROTESTA AMBIENTALISTA CONTRA BOTNIA Y EL LOCKOUT AGRUPECUARIO

Una ciudad atravesada por dos reclamos

La localidad que se convirtió en uno de los epicentros del lockout agrupecuario se prepara para la cuarta marcha anual contra la pastera. Cómo se conjugan las dos protestas. Hay apoyos al campo y cuestionamientos al modelo sojero.

 Por Laura Vales

Desde Gualeguaychú

Es la meca de la protesta ambiental y acaba de convertirse, además, en el ojo de tormenta del lockout agrario. Cuatro años de cortes de ruta contra Botnia y veintiún días de corte contra las retenciones hacen de Gualeguaychú un territorio movido, complejo y contradictorio: una mesa servida para que la Facultad de Sociología entera se dé un festín. La ciudad, todavía agitada por el reciente piquete del agro, prepara para este mediodía una nueva marcha al puente internacional –actividad que es, cada año, la mayor movilización ambiental del continente–. ¿Por qué se cruzaron acá las dos protestas? ¿En qué puntos se tocan estas movilizaciones que comparten un mismo territorio, una figura como Alfredo De Angeli, un considerable número de manifestantes en común? ¿Dónde hacen cortocircuito? La asamblea, como organización, no tomó postura sobre el lockout agropecuario, y acá a nadie le resulta cómodo hablar del tema. Pero el debate atraviesa la ciudad.

En los galpones del puerto, a las diez de la mañana, Juan Veronessi pinta con aerosol una de las pancartas que esta tarde van a colgar del puente San Martín. La hicieron muy larga para que los uruguayos la vean desde la otra orilla, donde está Botnia. Acusa, en letras de imprenta, Finland guilty (culpable). Veronessi está ducho en el tema del aerosol: es uno de los fundadores de la asamblea ambiental y debe tener mil carteles pintados. Es un maestro jubilado que se dedicaba a criar abejas hasta que la instalación de la pastera en Fray Bentos puso su actividad bajo amenaza. Así empezó a meterse en la cuestión ambiental y terminó dedicado cien por cien a la asamblea. Veronessi, a su vez, se siente ligado al campo por vínculos familiares, porque tiene cinco hermanos productores. Su caso, en ese sentido, es el de muchos otros en Gualeguaychú.

Veronessi cuenta que fue a apoyar a los ruralistas el primer día. “Me acerqué para ver, por curiosidad, porque me meto en todo lo que pasa. Puedo darme ese gusto.” También porque conocía a De Angeli, “que siempre estuvo con nosotros en el tema de Botnia”. Como titular de la Federación Agraria de Entre Ríos, De Angeli era el que cruzaba el tractor en la ruta cuando decidieron empezar a hacer piquetes contra Botnia. Veronessi se quedó acompañando el piquete agrario los veintiún días que duró, “del primero al último”.

“Tengo una posición tomada sobre el tema. La asamblea en cambio no, evitamos tomar una postura, aunque yo creo que el consenso general es que estamos a favor, porque la mayoría de la gente está sufriendo las consecuencias de la política del gobierno para el campo. Adentro de la asamblea hay muchos productores que están en la lona.”

–¿Por qué la asamblea no tomó postura?

–Para preservarse. Directamente, el tema ni se llevó a votación.

La pizzería de Pepo Pouler está en el centro, en la calle principal, cerca del teatro donde desde hace cinco años una vez por semana, desde hace cuatro años, sesiona la asamblea. Pouler está sentado en una mesa contra la ventana, y con él está Gustavo Rivollier. Los dos fueron coordinadores, en distintas épocas. Están juntos hace mucho y coinciden en muy poco.

Pouler, como Veronessi, apoyó el lockout. Argumenta: “Mi hija menor se está por casar con un productor. El chico puso su capital en máquinas para el campo, iban a hacer una buena fiesta y a pagarse la luna de miel con la cosecha, y de golpe se quedó sin nada. “¿Siembra soja? “Sí, lo que más siembra es soja.” Rivollier se remueve en la silla; es el que va a dar la opinión de la discordia. A diferencia de Pouler, dice que se mantuvo a distancia de las protestas del agro. “No fui nunca”, señala. “No estoy con el Gobierno, pero soy crítico con la cuestión del campo, porque hoy las fumigaciones son peores que Botnia.”

Rivollier habla del tema del glifosato: “Sin entrar en el modelo sojero, que sería tema para varias horas de discusión, si hablamos solamente de lo que pasa con los agroquímicos, ya no se puede dar un apoyo ciego. Hay cosas que cualquiera puede ver sin ni siquiera necesidad de ir al campo, desde la puerta de su casa: yo tengo el jardín lleno de pájaros y eso no es casualidad, los pájaros aparecieron en los últimos años, porque hemos destrozado el hábitat en el campo, y se han venido al centro de la ciudad”.

¿Afectaron los piquetes rurales la relación de la asamblea con el gobierno? Rivollier dice que sí, que las cosas se enfriaron. “Pero ya de antes veníamos mal y no había diálogo. Nosotros nos reunimos en la Casa Rosada con la presidenta, le llevamos un paquete de pedidos. Ella nos recibió, participó de toda la reunión. Fue todo muy dialogado, pero nos fuimos de esa charla con una impresión: el Gobierno quiere que levantemos el corte de ruta; mientras el corte del puente siga, no nos van a dar nada. Esa impresión se fue confirmando con el paso del tiempo”.

En el corte de ruta de Arroyo Verde, Isabel y María Ema reciben a losque vienen desde otras provincias para participar de la marcha. Llegan Juan Carlos y Marisa, un matrimonio de Bernal, integrantes de la asamblea de Quilmes. La mayoría de los manifestantes de la marcha ambientalista suelen ser, como ellos, de pequeñas organizaciones vecinales. Este año se sabe que van a acercarse muchos del interior de la provincia, pero está en duda si van a poder viajar tantos desde Buenos Aires. El humo de los incendios en el delta, por la quema de pastizales, es un problema imprevisto que complicó la situación. Algunas organizaciones, como el Sindicato Argentino de Televisión, por ejemplo, redujeron su comitiva: vinieron sólo los que pueden faltar al trabajo el lunes, porque no se podían arriesgar a que les cortaran la ruta para volver. Juan Carlos y Marisa se largaron igual y tuvieron suerte.

Como dueña de casa, María Ema descree que los incendios tengan que ver con la protesta del campo. También ella apoyó las protestas contra las retenciones. Cuenta que su suegro vive del campo. Se corrige: vivía: sembraba maíz y criaba ganado. Hace tres años sufrió un infarto y se mudó a la ciudad. Empezó a arrendar el campo. “Mientras producía él, vivía en crisis; desde que lo alquila se le terminaron los problemas”. ¿Qué siembra? La respuesta no es sorpresa: “Soja, y se la pasa panza para arriba”. Su compañera Isabel se aleja del grupo: la conversación se ha puesto otra vez incómoda. María Ema pregunta si ya sentimos un gusto ácido en la boca. “Es por Botnia –avisa–, en un rato también les va a picar la garganta.”

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