EL PAíS › LA INCREIBLE PASIVIDAD DE DUHALDE Y EL GOBIERNO NACIONAL

¿Sabrá que intentaron un magnicidio?

El Ejecutivo nacional no se dio cuenta (¿o sí?) de que Estela Carlotto es hoy, sin contar la música o el deporte, la figura argentina más prestigiosa y respetada en el exterior, y que un atentado contra su vida tiene una proyección sin antecedentes.

 Por Martín Granovsky

Solamente un funcionario del Gobierno nacional reaccionó con velocidad tras el intento de matar a Estela Carlotto: el embajador en Estados Unidos Diego Guelar. El resto calló inexplicablemente, como si la seguridad en la provincia de Buenos Aires fuera un tema exclusivo del gobernador Felipe Solá y como si buscar la muerte de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo no fuera, en verdad, el mayor intento de magnicidio desde el atentado contra Raúl Alfonsín en los primeros años de democracia.
El Presidente Eduardo Duhalde había ensayado el mismo tipo de respuesta (es decir, la nada) luego del asesinato de los dos piqueteros el 26 de junio. Ese día se encerró en estado de desconcierto y recién dio muestras de movimiento por la noche. Esta vez ni siquiera eso.
Tampoco se lanzaron a hacer declaraciones los ministros, ni los habitualmente tan locuaces Alfredo Atanasof, jefe de gabinete, y Aníbal Fernández, secretario general de la Presidencia.
No hubo comunicados de los precandidatos peronistas, salvo en el caso del gobernador de Santa Cruz Néstor Kirchner. Adolfo Rodríguez Saá, que hace dos meses gritaba (sin pruebas) contra supuestos planes de magnicidio en su contra, no gritó ayer. Y eso que, en vez de chismes extraídos de una página de los servicios de inteligencia en Internet, Carlotto recibió perdigones de Itaka dentro de su casa.
De los intendentes peronistas importantes, solo Julio Alak, de La Plata, protagonizó una expresión fuerte y pública de repudio al ir a la conferencia de prensa.
Es difícil exagerar la importancia de tanta pasividad. Una pasividad que se destaca aún más por el solitario gesto de Guelar. “El atentado contra Estela Carlotto es una agresión contra la mejor Argentina, la que se opone a la violencia, la que respeta el sistema legal aunque lo critique, la que ha hecho de la dignidad y la justicia una bandera inclaudicable”, dijo el embajador. “Ya bastantes desgracias tenemos en la Argentina como para agregar la violencia política e ideológica”, afirmó en un comunicado desde Washington.
Guelar, justamente, acababa de concertarle a la presidenta de Abuelas contactos en Estados Unidos entrevistas para la semana que viene, con la idea de ampliar los apoyos institucionales al organismo de derechos humanos y dar el paraguas para conseguir fondos en la campaña de recuperación de chicos robados por la dictadura.
Es que fuera del país Carlotto es hoy, sin contar el deporte y la música, la figura más prestigiosa de la Argentina. También es la menos discutida y, para decirlo en términos de encuesta política, la que genera el menor nivel de rechazo. Solo la repudian, y en silencio, los violadores de derechos humanos. En el resto provoca simpatía y, como mínimo, no genera ningún tipo de conflicto. Como el pañuelo blanco de las Madres, la epopeya de un grupo de madres de desaparecidos luchando por recuperar a sus nietos y exigiendo procesamiento judicial para los responsables, porque el delito de apropiación no prescribe, es una de las imágenes más poderosas de las últimas décadas.
Por eso el atentado de ayer hay que inscribirlo entre los intentos de magnicidio. Es grande el personaje, es grande la repercusión nacional y es grande el impacto internacional.
Con su pasmosa inactividad y su falta de reflejos, el gobierno nacional solo da pie a conjeturas y especulaciones de todo tipo:
- Indica que considera el atentado a Carlotto como un problema doméstico de la provincia de Buenos Aires.
- Obliga a interpretar que en los hechos Duhalde se desentiende de la seguridad en su propio distrito.
- Fuerza a confirmar que el Gobierno analiza cualquier cosa en clave de interna peronista, es decir que sabe que en clave de guerra interna todo es posible, incluyendo un magnicidio con efectos más allá de Lomas de Zamora, Quilmes o Hurlingham.
- Permite que cualquier malicioso relacione el atentado con hechos de los últimos días, que muestran a la Policía Federal en su peor momento luego de que hombres de esa fuerza ordenaron a chicos internarse en el Riachuelo. (La malicia consistiría en preguntarse si los perdigones contra Carlotto no opacan el episodio de Pompeya).
- Pensando lo mejor, revela torpeza y una peligrosa tendencia autodestructiva, casi gorila, del peronismo. Pensando lo peor, señala aliento, complicidad o encubrimiento de sectores duhaldistas si los autores tienen vinculación con alguna de las estructuras que responden al peronismo bonaerense opuesto a Solá.

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Duhalde dio la espalda a las consecuencias institucionales de los balazos a Carlotto.
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