EL PAíS › ACERCA DE LAS ENORMES DIFERENCIAS QUE DAN LAS ENCUESTAS SOBRE LA PRESIDENTA

La guerra de las imágenes

Según el estudio que se consulte, Cristina Fernández de Kirchner tiene el 24 o más del 50 por ciento de imagen positiva. ¿Diferencias de metodología? ¿Cosas de dónde se hacen los estudios? Los seis principales encuestadores explican qué puede estar pasando y también hablan sobre la evolución de la percepción del lockout agropecuario.

 Por Raúl Kollmann

En los últimos días se produjo una especie de guerra de encuestas. Varios consultores exhibieron sondeos de opinión pública con resultados muy diferentes. Felipe Noguera, por ejemplo, quien asesora desde hace un año a la Sociedad Rural, publicó un trabajo que sitúa a Cristina Fernández de Kirchner con una muy baja imagen positiva: sólo el 24 por ciento de los consultados opinan bien o muy bien de ella. Poliarquía coincidió con ese diagnóstico. Por otro lado, consultores que han provisto de encuestas al Poder Ejecutivo –Enrique Zuleta Puceiro, Analía Del Franco, Roberto Bacman– sostienen que el panorama es muy distinto y que la jefa de Estado retiene opiniones favorables a su desempeño por encima del 50 por ciento.

PáginaI12 les propuso a algunos de los consultores más conocidos que expliquen las razones del choque y de los resultados tan disímiles de sus estudios.

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¿Qué es lo que explica que algunos consultores sostengan que la imagen positiva de Cristina sea del 24 por ciento y otros hablen de 60 por ciento de opiniones favorables a su desempeño?

Rosendo Fraga: –Los sondeos se han transformado en un campo de batalla de la lucha política. Es como con otros datos estadísticos: la inflación, la medición de la pobreza y hasta los informes del Banco Central sobre la compra de dólares se han convertido en parte de la batalla política. En consecuencia me parece que acá, más que los sondeos, la interpretación de los sondeos es lo que genera diferencias enormes y efectos mucho más fuertes que un análisis desapasionado y meditado de las cosas. Por ejemplo, si se pregunta por la imagen de la Presidenta, incorporar o no el regular cambia mucho los números porque obviamente las opiniones a favor se reducen. También hay que ver qué dato se destaca y cómo se lo compara con números anteriores. Pero, resumiendo, yo diría que las enormes diferencias que se exhiben en las encuestas tienen que ver con que hay un problema de lucha política.

Enrique Zuleta Puceiro: –Existen, en primer lugar, diferencias muy importantes en lo que se refiere a las muestras utilizadas, los instrumentos, metodologías y fechas de realización de las encuestas. Una cosa es ese concepto confuso de imagen, que utilizan algunos consultores y que resulta de una apelación al gusto o a la sensibilidad del encuestado. Algo así como la pregunta “¿Qué imagen tiene Ud. de CFK?”. En este punto no sorprende la “baja imagen” de figuras como los Kirchner, puesto que está referida a las preferencias de la gente por el estilo, los modales, las formas de polemizar y tantas otras cuestiones que preocupan muy poco a líderes actuales, desde los Kirchner hasta Zapatero, Sarkozy, Putin, Chávez, Castro, Uribe, Calderón o tantos otros. Merkel por ejemplo está a la cabeza de los líderes que basan su acción política en un estilo de alta confrontación. No me sorprende que quienes investigan “imágenes” detecten subas y bajas importantes como las que han señalado algunos en los últimos días.

Creo que lo más importante es medir dos dimensiones que tienen verdadera relevancia para un análisis político más serio y riguroso. De allí su utilización universal en los estudios comparados. Uno son los apoyos, que es una respuesta a una pregunta simple y directa como “¿apoya Ud. o no a CFK como Presidenta?”. En las muestras nacionales, estos apoyos no han variado. En las últimas diez semanas, se han movido en una franja que va desde el 63 por ciento a finales de marzo al 64,2 de este último viernes. Otra cosa muy diferente y también relevante es la evaluación de desempeño gestión, que mide las respuestas a la pregunta “¿Cómo evalúa Ud. el desempeño como Presidenta de CFK?”. En este caso, ya no se mide como en los apoyos un sí o un no, sino una escala amplia de evaluación que va desde muy bien hasta muy mal y el encuestado tiene cinco opciones además de no responder o no contestar a la pregunta. En este aspecto, la evaluación de desempeño a nivel nacional tampoco ha variado sustancialmente y en las últimas diez semanas va desde el 44,5 de evaluación positiva de finales de marzo hasta el 46,0 de este último viernes.

Artemio López: –Las diferencias entre consultores tienen que ver con dos cuestiones. Por un lado, la oportunidad de la encuesta. Si uno pregunta por la imagen en el peor momento de la crisis, obviamente no consigue un resultado ecuánime, objetivo, sino un dato coyuntural. Pero es tal vez más importante la cuestión metodológica que se está planteando y tiene que ver con que las encuestas son telefónicas y hechas llamando a teléfonos fijos. La realidad es que el teléfono fijo está desapareciendo en los sectores de menos recursos, que son los que más apoyan a Cristina. Ya no es sólo por un tema de ingreso familiar, sino que el celular se ha hecho más accesible que el teléfono fijo. Hoy, el celular es el medio de comunicación de los pobres. Con los 40 pesos de abono que se pagan por el teléfono fijo se compran tarjetas como para usar el móvil. Y eso es lo que está ocurriendo. En 2001, entre el 50 por ciento y el 77 por ciento de los hogares humildes, depende de la zona, no tenían teléfono fijo. Eso se profundizó, ahora la proporción que tiene teléfono fijo es todavía más baja que en 2001 por el fenómeno de los celulares. Eso hace que las encuestas telefónicas reflejen muchísimo más a la clase media que a los sectores populares.

Felipe Noguera, de Felipe Noguera Consultores: –Yo diría, las explicaciones clásicas es que se producen por el momento. Es un momento de mucha subida y bajada. Muchas veces además las diferencias se producen por la forma de preguntarle al encuestado. Si existe o no la categoría regular o si se pregunta aprobación versus desaprobación, si está haciendo las cosas bien o mal. Es que muchas veces se publica la que más favorece al cliente, al que compra la encuesta. Todo esto, igual no sé si las diferencias enormes de la actualidad se explican por diferencias metodológicas.

Analía del Franco, de Analogías: –Las diferencias se explican por el método, el momento en que se hace la encuesta y las simplificaciones para comparar resultados. Por ejemplo, hay encuestas que le permiten al encuestado opinar regular de Cristina, o sea ponerse en un punto medio. Pero hay otras que no. Y eso produce resultados muy distintos. Dónde se hace el estudio es clave. Si se hace sólo en grandes ciudades, el resultado va a ser diferente a la encuesta que toma grandes y pequeñas ciudades. Y después está el tema de la encuesta telefónica. Hoy en día los sectores de menores recursos o tienen celular o directamente no tienen teléfono. Con lo cual las encuestas telefónicas no los alcanzan.

Un ejemplo clarísimo fue lo que ocurrió en la campaña presidencial de 2003. Si la encuesta se hacía telefónica el que entraba al ballottage era Ricardo López Murphy, si se hacía en los domicilios, a través de una entrevista personal, entraba al ballottage Néstor Kirchner. Y eso fue lo que ocurrió.

Manuel Mora y Araujo: –No me gusta a hablar de mis colegas y siempre tuve ese principio. Sin juzgar a unos u otros, hay claramente una diferencia importante cuando se trabaja con la encuesta telefónica y cuando se trabaja persona a persona. La encuesta telefónica hoy no capta la opinión de los sectores de menos recursos y esos sectores tienen una opinión homogénea diferente a la que tienen las franjas de clase media. Sin embargo, eso no explica tamaña diferencia en los sondeos. Nuestras encuestas, las de Ipsos, están en un punto medio, 40 por ciento de aprobación de la gestión presidencial. Y son hechas en forma domiciliaria, persona a persona.

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¿Cómo ve el conflicto entre el Gobierno y el campo desde el punto de vista de la opinión pública? ¿Qué recomendaría como consultor?

Mora y Araujo: –Este es el conflicto en el que más notoriamente la corriente mayoritaria no ha estado del lado del Gobierno. En otros conflictos de la era Kirchner, siempre tuvo de su parte una parte muy grande de la opinión pública. Aquí no. Eso no quiere decir que la gente avale todo lo que hace el campo, pero más bien lo mira con simpatía y tiende a estar de su lado. El Gobierno especula con el desgaste, algo que puede ocurrir, pero hasta ahora no se produjo. Es verdad, siempre que un sector toma medidas de fuerza, tiende a desgastarse, pero es por cansancio, no porque la gente opine que no tengan razón. Es como con los docentes: por ahí la opinión pública les dice “termínenla”, aunque al mismo tiempo consideren que tienen razón. Cuando me piden un consejo como consultor, hay que ver quién es el que hace la consulta. Puede ser para ver cómo ganar el conflicto, de manera que las sugerencias son muy distintas depende quién hace la consulta. Ahora, como ciudadano, opino que deben deponer el orgullo, no buscar la derrota del otro y sentarse a negociar como corresponde.

López: –El conflicto tuvo inicialmente aceptación en los sectores de clase media. Y a eso hay que agregar que los grandes medios de comunicación se inclinaron a favor del campo y las opiniones de aquella clase media. En la medida en que avanza la negociación y hay propuestas del Gobierno, las cosas se fueron canalizando. Hoy diría que hay hartazgo. Eso es lo que domina las encuestas. Entre siete y ocho de cada diez personas quieren que el conflicto se termine. Entre otras cosas, por los efectos que produce. Por ejemplo, hay una caída en las expectativas de la gente sobre el futuro. Nadie se beneficia con la continuidad. Mi consejo es el obvio: que lo resuelvan por el bien de las dos partes y de todos los sectores.

Fraga: –El conflicto está teniendo un impacto alto y sorprendente en la opinión pública. Los programas políticos de televisión están teniendo más rating que en la campaña electoral. Hoy, la opinión pública está más pendiente del conflicto que durante la campaña electoral. Eso se ve también en el rating de los canales de noticias. Antes, no bien aparecían políticos en televisión, el rating bajaba. Hoy no es así. Mi hipótesis es que lo que actualmente genera el conflicto es temor. Porque la gente teme que el conflicto derive en violencia. Se hace referencia a los años ‘30, ‘55, ‘76 o sea los peores momentos del país. Yo recomendaría a las partes bajar la tensión. La tensión genera angustia y puede llevar a situaciones no queridas. Ambas partes necesitan reestablecer el diálogo y hay que buscar formas, mecanismos y personas adecuadas. Eso es lo que le recomendaría a ambas partes por igual.

Noguera: –Hay muchos momentos en los últimos 25 años en que la opinión pública estuvo adelantada a los dirigentes. Por ejemplo, ocurrió con la ley de divorcio. La opinión pública estaba a favor y al aparato político le llevó tiempo instaurarlo. Así que el primer consejo que daría: escuchen a la opinión. ¿Cómo? Mire las encuestas. Si algunas cree que son truchas, no las mire, pero sí mire las que hace el otro y trate de ver las cosas como las ve el otro. La opinión pública ahora está un poco adelante, otra vez: el mensaje más fuerte es “arreglen esto dialogando”.

Del Franco: –Ante todo se percibe “fatiga” de la opinión pública acerca de este tema, uno de los indicadores que tomamos para identificar esta situación es el menor nivel de interés y atención que a esta altura le prestan o prestarían si el tema no tuviera tan alta exposición en los medios ni el temor de verse involucrada en las consecuencias de paros o huelgas (como en el desabastecimiento del mes de abril). Como sucede con casi todos los conflictos de demanda económica en general sindicalizados, el campo ha logrado el acompañamiento de gran parte de la población a su demanda. Por el contrario –y como también sucede habitualmente– concentró el total repudio por los mecanismos de protesta implementados. Con 80 días de conflicto la mayor demanda se centra en la finalización del mismo y se da por descontado que finalizará en algún punto entre lo que el Gobierno propuso inicialmente y lo que también el campo demandó inicialmente. Para el ciudadano, no resulta un tema sencillo de modo que evalúa más por los gestos que por las explicaciones técnicas. Esta semana el Gobierno mostró una actitud más flexible y modificó su propuesta inicial. Y si esto se quiere medir en “costos” no es un gesto menor tratándose de un gobierno al que se lo caracteriza como inflexible. El campo ya mostró también que tiene poder de convocatoria, ahora debería aprovechar la oportunidad de mostrar su flexibilidad.

Zuleta Puceiro: –Es un conflicto estructural, que refleja la llegada a la agenda pública de los grandes temas que la sociedad argentina ha soslayado en los últimos años. En este caso, se trata de un conflicto en el que están en juego imágenes muy diferentes respecto a modelos económicos, expectativas respecto al lugar en el mundo que se desea ocupar, ideas acerca de la relación entre economía y Estado, iniciativa privada e intervención estatal. Son debates de fondo, sanos e indispensables. Tanto al Estado como al sector agropecuario les es muy difícil salir de la trampa. Se imponen instancias de arbitraje. Pero no porque sean dos “partes” en conflicto. Esto no puede aceptarse. De un lado está el Estado y la legalidad y legitimidad de su proceder. De otro, un sector como el agropecuario, que se rebela ante la presión tributaria y lo hace porque tiene capacidad de extorsión que muchos otros sectores no tienen. El desparpajo retórico de algunos dirigentes rurales no es muy diferente del de algunos sectores sindicales y los métodos son exactamente los mismos. El gran arbitraje creo que es del Congreso Nacional. Como consultor aconsejaría una urgente y profunda intervención del Congreso Nacional. El Parlamento es hoy en todo el mundo y desde hace algunos años el gran árbitro en sociedades afectadas por conflictos de fondo aparentemente irresolubles. Países como Irlanda del Norte, Sudáfrica, Tailandia, Ruanda, Afganistán suministran excelentes ejemplos de este nuevo rol de los Parlamentos, más allá de su tradicional función legislativa.

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