EL PAíS › EL GOBIERNO TEME TENER QUE TOMAR UNA DECISION TREMENDA ANTE LA PRESION DEL FMI

La cuenta regresiva

Un ejercicio de fantasía que cunde en la Rosada: qué pasará el 4 de noviembre. Los datos que computa el Gobierno. La dureza del FMI y las dificultades para descifrarla. El establishment no duda: hay que pagar y resucitar a Lole. Su lógica. Una anécdota de la Plaza.

 Por Mario Wainfeld

El lunes 4 de noviembre de 2002 Eduardo Duhalde amaneció tenso y de mal humor. La semana precedente había sido una pesadilla, recurrente, reiterativa de la de la semana precedente y de la otra y de la otra. El lunes 28 de octubre, los diarios y las radios habían dedicado parte de su atención a las repercusiones de la amplia victoria de River sobre Boca en el Monumental. Pero, desde el martes, los medios habían sido monotemáticos: el debate acerca de si habría acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y, en caso negativo, de qué debía hacer el gobierno argentino absorbían todas las mentes y las libidos. Las grandes cámaras empresarias y las asociaciones de bancos no tenían dudas y plasmaban sus certezas en amplias solicitadas y en acuciantes reuniones con funcionarios: Argentina debía honrar sus deudas, así fuera agotando las reservas del Banco Central. Las bravatas y amenazas de Anne Krueger y Horst Koehler, pródigas en los dos últimos meses, ya rozaban con la afrenta y el insulto. Hasta Roberto Lavagna, usualmente flemático, había perdido la calma en alguna tenida telefónica con la teutona Krueger.
Lo peor es que tanto desgaste parecía haber sido en vano. Nadie, ni el gobierno nacional ni el FMI, había decretado concluidas las negociaciones, pero era patente que estaban en un punto muertísimo. El 5 había importantes vencimientos y la opción de hierro debía dirimirse en horas: o pagar con las limitadas reservas o declarar el default con los organismos internacionales.
Duhalde se sintió más solo que nunca. Y decidió que no podía decidir solo. “No tengo poder, el Estado en este país no puede ni resolver el problema de los barras bravas”, repitió, como tantas veces. Llamó a Eduardo Camaño y Juan Carlos Maqueda y les pidió que convocaran, de arrebato, una asamblea legislativa. Ese organismo exótico, fuente de su legalidad política, debía hacerse cargo. Todos decidirían, de conjunto, qué hacer con la deuda externa y las reservas. Teóricamente a las 24 horas vencía el plazo, la sesión empezó a las tres de la tarde, y había 60 anotados en la lista de oradores.
¿Se dejará contar así el próximo 4 de noviembre? Nada es certero en la Argentina y nadie puede profetizar a más de 30 días vista. Pero las circunstancias que relatan las líneas que inician esta nota parecen cada vez más posibles y son más inminentes. Las dudas acerca de qué hacer en ese futuro cercano y factible ronda muchas mentes en los primeros niveles del poder político y económico. Los plazos se abrevian, se corre contra reloj y, ahora sí, muchas mentes ABC1 imaginan que, en un sentido u otro, el 5 de noviembre habrá que tirarse a la pileta.
Lo que hay
Repasemos algunos datos básicos:
- Hasta el mentado 5 de noviembre, Argentina puede, sin mayor demérito, pedalear sus deudas con los organismos internacionales.
- A partir de entonces y hasta mayo de 2003, fecha hipotética del fin del mandato de Duhalde, debe pagar 1209 millones de dólares al Banco Interamericano de Desarrollo (BID), 5335 al FMI y 2700 al Banco Mundial (BM). Son en total 9244 millones de dólares.
- La cifra coincide casi matemáticamente con las reservas de Banco Central. Es decir que, de pagar, se asume el riesgo “de máxima” de dejar al Gobierno entrante en el peor de los mundos posibles: sin acuerdo con los organismos y sin una chirola en el Central.
- Si no se paga, se cae en default y la venganza puede ser terrible.
- El default argentino también haría zozobrar a los organismos. El Banco Mundial, ante la mora patente debería hacer lo que hace cualquier banco con su cartera de morosos: previsionar no sólo la deuda caída sino también la totalidad de los pagos pendientes de Argentina, incluidos los que no vencieron. Es decir, la bonita suma de 8000 millones de dólares. Como notiene esa plata en caja, el BM debería pedirles aportes excepcionales a sus países miembros, entre ellos a las potencias europeas que están pidiendo cierta compasión para Argentina. Por algo lo hacen.
- Un conflicto de intereses separa a varios países europeos de los norteamericanos. Empresarios de Francia, España e Italia tienen importantes activos en suelo pampeano y no quieren que se degraden y deprecien más, Los norteamericanos, que se quedaron afuera del desguace del Estado argentino, miran con desdén (o con ojos de comprador a precios de bicoca en futuros remates) esos activos y esas empresas.
Detalle más, detalle menos, ese cuadro se conoce desde hace meses. Con todos esos datos, el Gobierno siempre imaginó que suscribiría algún pacto, así fuera mínimo, con el FMI. En estos días, tanto en Economía como en la Rosada han pasado a pensar lo contrario.
El viraje de Lavagna
Hace quince días Roberto Lavagna le bajaba el precio o la ansiedad a su actual viaje a Washington. La asamblea del FMI es una suerte de gigantesca misa a la que hay que concurrir sí o sí, pero donde no se sostienen grandes discusiones, explicaba, palabra más, palabra menos a ansiosas orejas de sus compañeros de gestión. Hoy, en cambio, todos sus allegados juzgan determinantes que las reuniones que sostendrá mañana primero con Paul O’Neill y luego con Koehler. Las declaraciones del ministro anunciando que no habrá de pagar nuevos vencimientos sin contrapartidas significaron un drástico cambio de actitud del Gobierno. Lavagna viró porque, seguramente por primera vez desde que es ministro, atisbó que este gobierno no se sentará jamás a firmar algo con el FMI.
Es casi redundante apuntar que el ministro y el Presidente siguen ansiosos de llegar a un acuerdo, por minimalista que fuera. Pragmático, Lavagna verbaliza la posibilidad de no pagar para intentar, desde su debilidad, presionar al Fondo. Pero, también, para ir instalando en Argentina la discusión acerca del 5 de noviembre.
Incomprendidos
No hay despecho en el primer nivel del Gobierno pero sí estupefacción. Los “deberes” están hechos; el corralito, sensiblemente acotado... y el pescado sigue sin venderse. Alguna espada política de la Rosada intenta una explicación: “El FMI no nos concede nada porque quiere que haya cambio de gobierno ya. No nos considera interlocutores válidos, porque no le garantizamos lo que prometemos”. La interpretación no satisface siquiera a todo el oficialismo, lo que no significa que circule una más precisa.
“¿Y la hipótesis del escarmiento, del ejemplo para el mundo? ¿No será que no acuerdan para zaherir a quien festejó la cesación de pagos”, pregunta Página/12 a un ministro que conoce el paño. Su respuesta mete frío: “Si ellos quieren mostrarnos como ejemplo para el mundo, no tienen necesidad de castigarnos más. Lo que va a ser Argentina en los próximos diez años puede escarmentar a cualquiera. Pase lo que pase, ya pueden señalarnos, poner de relieve nuestros índices de pobreza y desocupación de la próxima década y decir ‘ven, eso es lo que les pasa a los que decretan cesación unilateral de pagos’... y asustar al más pintado”.
En la Rosada y en sus suburbios extrapolan y padecen a cuenta: las semanas por venir, auguran, serán un agravado calco de la que hoy termina: maltratos de los mandamases del FMI, idas y vueltas y la cuenta regresiva corriendo inexorable. Duhalde viene diciendo a los suyos –ya se relató en esta columna hace siete días– que no drenará las reservas del Central en lo sucesivo si no media un arreglo. Pero a medida que se acerque la hora de la verdad, crecerán las presiones del establishment y de los propios organismos. Y habrá que decidir dendeveras. ¿Qué hará entonces? Dos ministros le aseguran a Página/12 que, hoy por hoy, si llega a esaencrucijada no resolverá solo, como lo hiciera Adolfo Rodríguez Saá. Le pedirá al Congreso que comparta los costos de la decisión.
“¿Como hará, en tal caso? ¿Propondrá un rumbo de acción y lo someterá a votación? ¿O abrirá una asamblea-psicodrama para que el propio Congreso decida a agenda abierta?”, se interroga e interroga este diario. Nadie sabe; las respuestas son imprecisas: falta mucho, habrá que pensarlo... por ahora, es sólo una hipótesis de trabajo.
A La Meca, compañeros
Duhalde tiene una inclinación, pero lo suyo es cavilar. La flor y nata del empresariado nativo y del foráneo afincado ahí carecen de dudas, esa jactancia de intelectuales. Para lo más granado del capitalismo local hay que ponerse y basta. Los reclamos en tal sentido son audibles ya en estos días y lo serán aún más.
Si en su escueto horizonte conceptual pagar es la solución al intríngulis económico, el político también tiene su salida sencillita: Lole 2003. Sigue siendo palmaria la desesperación del establishment por resucitar la candidatura de Carlos Reutemann. La cantidad de dotes que le atribuyen parece exceder largamente el formato del gobernador santafesino pero, ya se sabe, la política se construye con representaciones y aun con mitos.
El duhaldismo también fantasea con que la resurrección de Lole lo aliviaría de muchos de sus problemas. “Un altísimo empresario español con intereses en la Argentina está armándole una reunión con José María Aznar”, devela un hombre con despacho en la Rosada. Objetivo: convencerlo en nombre de los intereses europeos de que se postule a presidente. El funcionario se ilusiona. Página/12, escéptico, imagina un encuentro entre Aznar que habla sin mover los labios y Reutemann que casi no habla. ¿Serán así los brain stormings de derechas?
Como fuera, Santa Fe es La Meca y muchos peronistas y muchos hombres de negocios miran y peregrinan hacia allá buscando su hombre del destino.
Digresión sobre resistentes
Refresquemos una anécdota sucedida en Plaza de Mayo el jueves que ya contó la crónica de este diario. Aníbal Ibarra se acercó a saludar a Estela Carlotto. Un grupito de militantes de un partido de izquierda lo chuceó “salta, salta salta,/ pequeña langosta/ Ibarra y Metrovías/ son la misma bosta”, reprochando al jefe de Gobierno quien vetó una ley que disminuía la jornada laboral de los empleados del subte. Rápidamente Madres y Abuelas, incluida Carlotto, privilegiaron una consigna de unidad. También, obviamente, preservar en ese momento y en ese ámbito, al jefe de Gobierno que (como harían el viernes Felipe Solá y Juan Pablo Cafiero) venía a ponerle el cuerpo a una jornada de protesta y de pertenencia. “Nunca más” coreaban a voz en cuello, enérgicas, chiquitas como lo son cada día más, convencidas. Los militantes de izquierda no entendieron, no callaron, no se sumaron, no cejaron en plantear su disputa. No se trata de negarles derecho ni razón en sus reclamos sino de reprochar su olímpica falta de sentido de la oportunidad y su exasperante ineptitud para concertar algo de conjunto. Así sea algo tan potente como un desagravio a una militante excelsa de derechos humanos que fue baleada a itakazos. En el imaginario de algunos la revolución se juega en cada baza, el que no está conmigo en cada instancia es el enemigo. La imagen de un puñado de militantes compitiendo con Abuelas y Madres (¡en la Plaza, ese jueves!) es una triste metáfora sobre las dificultades de quienes, se supone, encarnan la resistencia en la Argentina.
El relato se puede empalmar con lo que venía antes. Pocas veces como en estos días la derecha argentina careció de una cartilla para manejar la coyuntura. No tiene un plan de gobierno, ni un candidato, ni un paquete demedidas así fueran impopulares e irrealizables. Pero aun en tamaña carestía, a la hora de la hora aúna fuerzas y define un candidato –Reutemann– y una decisión estratégica –pagar con lo nuestro– con algo bastante cercano a la unanimidad. Enfrente pululan las capillas, los sectarismos, las dificultades aun para armar una lista de oradores.
El 5 de noviembre, si nada extraordinario adviene, Duhalde estará solo ante una decisión tremenda. Será la suya una situación poco envidiable pero para nada exclusiva. La política argentina propende a parecer un archipiélago de mujeres y hombres solos puestos ante decisiones muy superiores a sus fuerzas y sus saberes.

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