EL PAíS › OPINION

Todos juntos para la foto

 Por Washington Uranga

El gesto del encuentro, construido de manera muy consciente por ambas partes, fue lo más relevante de la reunión que protagonizaron ayer en la Casa Rosada la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y la conducción del Episcopado encabezada por el cardenal Jorge Bergoglio. En este caso –y después de varios desencuentros entre el Gobierno y la jerarquía de la Iglesia–, la foto que registró el diálogo fue más importante que los propios contenidos de la conversación.

Según todos los testimonios, el diálogo no salió en ningún momento de las consideraciones generales y tampoco se incursionó en aquellos temas que hoy continúan como diferencias entre el Gobierno y la Iglesia Católica. Se interpreta que, después de una tensa relación con Néstor Kirchner, lo que importa en este momento es restablecer los canales de diálogo y los lazos de confianza. En este sentido, tanto Cristina Fernández como Jorge Bergoglio son afectos a aferrarse a las formas institucionales. Es en ese terreno donde ambos se sienten más cómodos y también es ese el marco donde consideran que pueden manejarse de mejor manera las eventuales diferencias.

Aunque nadie lo expresa de esta manera, tanto desde el Gobierno como desde la Iglesia existe conciencia de que los tiempos que se viven y los que se avecinan van a demandar de todos los actores del escenario nacional el mayor esfuerzo para encontrar coincidencias y sumar a favor de la construcción colectiva.

Cristina Fernández viene insistiendo en esta idea de sumar voluntades en todos los frentes y lo hizo particularmente evidente con los sectores vinculados a la producción. Pero la Iglesia Católica es siempre un actor de primer orden en la Argentina. Por ese motivo, para cualquiera que ejerza la función de gobierno es importante tener los vínculos aceitados con quienes representan a la institución eclesiástica. Salvo, claro está, que las diferencias sean tan radicales o de fondo que lo hagan imposible. No parece ser este el caso.

Los obispos, por su parte, no dejan de insistir en la necesidad del diálogo en pluralidad. Lo dicen en todos los documentos, pero también en los encuentros más reservados. Algunos de ellos consideran también que es el momento de bajar el tono crítico de algunas declaraciones como forma de aportar también a un clima de mayor serenidad y paz social. Si bien no se oculta la preocupación por el agravamiento de ciertos indicadores sociales, consideran que mediante el diálogo y las gestiones directas se pueden lograr mejores resultados. Preocupados por la eventual agitación de la tensión social, los obispos no quieren ser ellos quienes agreguen leña al fuego.

Mientras tanto, en las mesas de negociaciones, se seguirá avanzando con los temas pendientes. El Gobierno no ha dado marcha atrás con su pretensión de abolir, por lo menos en su forma actual, el obispado castrense. Los obispos argentinos ya aceptaron la idea, pero no renunciarán de manera definitiva a su presencia en los cuarteles. Seguramente aceptarán compartirla con otros cultos y para ello se buscarán nuevas formas institucionales. Pero esta es una negociación tripartita, en la que además de la Iglesia y el Gobierno argentinos participa también el Estado Vaticano, con su diplomacia y sus propios intereses.

Compartir: 

Twitter

Imagen: Télam
 
EL PAíS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.