EL PAíS › KIRCHNER APROVECHO EL CONTACTO CON BLAIR PARA HABLAR DE SOBERANIA

El regreso de la palabra prohibida

Durante un encuentro informal de 25 minutos con el primer ministro británico, el Presidente tomó distancia de la aventura dictatorial pero aprovechó para plantear la cuestión de la soberanía de las islas Malvinas. La conversación seguirá hoy mismo.

 Por Fernando Cibeira

Página/12
en Gran Bretaña

Por primera vez desde el conflicto bélico de 1982 un presidente argentino pronunció frente a un primer ministro británico la palabra “soberanía” al hablar de las islas Malvinas. Fue ayer, durante un contacto informal de 25 minutos que Néstor Kirchner mantuvo con Tony Blair luego de la cena inaugural de la Cumbre de Gobiernos Progresistas que se desarrolla en el condado de Surrey, unos cincuenta kilómetros al sur de Londres. Kirchner y Blair volverán a encontrarse hoy con un poco más de tiempo para explayarse y el reclamo volverá a estar presente, tal como prometió el Presidente que haría: en cada ocasión, en todo lugar.
Kirchner introdujo el tema cuando le explicó a Blair que había nacido en la Patagonia, en “la provincia más cercana a las Malvinas”. Por eso, le dijo, sintió muy de cerca la guerra y “la locura de Galtieri”. Por si hacía falta tomar un poco más de distancia con los militares, Kirchner también le contó que había estado preso durante la dictadura. Pese a ello, remarcó, el de Malvinas resultaba “un tema ineludible de tratar”. Y ahí fue cuando mencionó la palabra “soberanía”, un vocablo perdido en el lenguaje presidencial en los contados contactos bilaterales que se produjeron en los últimos veinte años.
Durante la presidencia de Raúl Alfonsín se mantuvo el estado de beligerancia que siguió a la guerra, por lo que no se concretaron reuniones cumbre. En 1989, Carlos Menem decidió normalizar las relaciones con Gran Bretaña poniendo a la soberanía bajo un umbrella (paraguas) y buscando seducir a los kelpers mandándoles ositos de regalo para Navidad. Cuando al fin le tocó estar frente al entonces primer ministro, el conservador John Major, se cuidó muy bien de hablar de soberanía. Fernando de la Rúa siguió el mismo ejemplo, incluso aquel día que Blair aterrizó en Misiones para visitar las cataratas del Iguazú.
Por eso, lo de ayer significa una vuelta a las posiciones históricas del reclamo argentino, que el Presidente prometió mantener de ahora en más como una política de Estado. La cuestión de la soberanía volverá a surgir hoy. La diferencia es que esta vez el Presidente espera tener una respuesta más concreta que la silenciosa sonrisa con la que Blair lo escuchó ayer. Un tema suplementario es el de la pesca en los alrededores de las islas, una riqueza que le permite a los kelpers mantener un alto nivel de vida. Kirchner quiere rediscutir la amplitud con la que los malvinenses conceden esos permisos.
Cara nueva
Kirchner fue invitado a la Cumbre gracias a una sugerencia del sociólogo Anthony Giddens –el creador del concepto de la “Tercera Vía” y uno de los principales ideólogos de Blair– y a los oficios de la Cancillería argentina. El interés del premier inglés por estudiar de cerca esa cara nueva del campo “progresista” quedó demostrado en cuanto lo recibió en la puerta del salón donde se realizaría la cena inaugural en el victoriano Penny Hill Park Hotel. “Estaba ansioso por conocerlo”, le dijo Blair. También lo felicitó, un poco tardíamente, por su triunfo en las elecciones presidenciales.
Luego de la cena, aprovechando lo templado del clima y que todavía había algo de luz, los presidentes salieron a caminar por la terraza del hotel que fue construido como si fuera un country, con apartamentos alrededor de una gran cancha de golf. Fue Blair quien sorprendió al acercarse a Kirchner para concretar un encuentro formal, que programaron para hoy a la mañana. Pero un tema fue llevando al otro y al final terminaron conversando ahí mismo, traducción mediante, casi media hora.
El primer punto que tocaron fue el de la guerra de Irak y sus consecuencias, una cuestión que ya había ocupado buena parte de la cena y que divide a los europeos. Blair le dijo a Kirchner que a veces hay que tomar decisiones de Estado más allá de las distintas opiniones. Con todo, le aseguró que sólo el 30 por ciento del laborismo estaba en contra de su determinación de convertirse en el aliado número uno de Estados Unidos en su cruzada contra Saddam Hussein. El Presidente le explicó que consideraba que el camino más adecuado para resolver el conflicto era permitir que actuara “la comunidad internacional”, el eufemismo con el que el lenguaje diplomático designa a la ONU, devaluada a partir del avasallante unilateralismo americano. “Primero restablecer la legalidad y el orden, luego que se haga cargo la comunidad internacional”, respondió Blair.
Problema viejo
La invasión a Irak y sus consecuencias tiene a maltraer a Blair. Los asesores del inglés –comenzando por quien se considera el arquitecto de su imagen, el ex ministro Peter Mandelson– habían ideado la Cumbre Progresista como una manera de volver a los temas que le resultan más cómodos y lo pueden reposicionar en los índices de popularidad. Pero, vaya pesadilla, la cena de trabajo inaugural se consumió en la discusión del entuerto iraquí.
Entre los duros se ubicó el primer ministro de Canadá, Jean Chrétien. En su discurso explicó que su gobierno no se había alineado con los Estados Unidos y que esa medida había sido muy bien recibida por los canadienses. Hubo otros, como el premier alemán Gerhard Schroeder, a los que ni siquiera les hizo falta aclarar su oposición porque fueron de los más tenaces opositores a la aventura bélica. El único de los latinoamericanos que habló fue el chileno Ricardo Lagos, quien hizo su discurso en inglés, y también dejó marcada la distancia adoptada por su gobierno frente a la guerra en Irak. En general, los americanos vieron la discusión de lejos y evaluaron la cena como una “catarsis” de los europeos.
La invasión a Irak y sus consecuencias no estuvieron presentes sólo en el debate, sino que también resultó palpable en las abrumadoras medidas de seguridad que rodearon al encuentro. Hubo efectivos de seguridad uniformados y de civil, dentro y fuera del hotel, pertrechados con un intimidante armamento, perros adiestrados y hasta detector de metales. Por más que tuvieran la credencial colgada, los acompañantes de los presidentes eran detenidos en cualquier momento y se les pedía el pasaporte para certificar la identidad. La prensa debió conformarse con aproximarse a “apenas” dos kilómetros del hotel, convertido en algo así como una fortaleza nuclear.
Las deliberaciones se clausurarán hoy pasado el mediodía con una presentación ante los medios y un documento conjunto. Antes de reunirse con Blair, Kirchner tiene previsto un desayuno de trabajo con Lagos y Lula para repasar la agenda de los temas comunes a la región. En otras circunstancias el encuentro no pasaría de la informalidad de un buen momento entre viejos conocidos pero dada la negociación con el FMI que está encarando Argentina y los apremios económicos que está comenzando a pasar Brasil, hay más de un punto interesante para conversar.

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El primer ministro británico Tony Blair recibió a Néstor Kirchner con un abrazo. “Estaba ansioso por conocerlo”, le dijo.
 
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