EL PAíS › OPINION

Las democracias

Por Eduardo Pavlovsky

Dice Galeano en Página/12 que su país “está en la ruina, que ha sido despojado por los banqueros y no por los punguistas. Pero la ley castiga con la misma pena mínima de dos años de prisión al punguista que mete la mano en el bolsillo de un pasajero en el ómnibus y al banquero que roba mil millones de dólares”. En nuestro país veinte millones de argentinos viven en la pobreza y diez en la indigencia y sin embargo la riqueza de una minoría de los argentinos en el exterior aumentó a razón de 20 millones de dólares por día en el 2002. ¡Sólo en el 2002!
Mientras un sector en la Argentina es pobre y miserable, otro sector de argentinos giraba al exterior su riqueza que había obtenido en nuestro país transfiriendo su dinero a las plazas financieras internacionales. La friolera del total es de 160.000 millones de dólares.
Estos ejemplos se repiten en todas las “democracias latinoamericanas” donde un sector de la población (70 por ciento) vive en la pobreza y otro sector se sigue enriqueciendo cada vez más. La diferencia es cada vez mayor. La Argentina es el país latinoamericano con mayor desigualdad social. Sabemos también que cada vez que en Latinoamérica algún gobierno intentó modificar esta injusticia tremenda, el Departamento de Estado norteamericano arrasó con el gobierno de turno.
En las democracias latinoamericanas no puede haber justicia social. La buena voluntad de un gobernante siempre se verá obstruida por los alcances de una minoría enriquecida y por la corrupción que esa misma minoría genera en los planos jurídicos, políticos y legislativos. Insisto: las democracias en nuestro continente no tienen justicia social. No puede haber justicia social con libertad para los ladrones.
En estos días el Presidente dijo en el hogar de ancianos San José: “estamos a diez kilómetros bajo tierra”. El Presidente sabe que tiene pocas opciones de salir de este pozo infinito. Son la misma estructura de las democracias y nuestra producida y no tan necesaria dependencia las que limitan la anhelada justicia social.
El pueblo parece haberse reducido a una automatización codificada. Según Negri, la multitud de las singularidades no puede reducirse a la idea de pueblo, “el pueblo ha representado durante el período moderno una reducción hipostática de la multitud”. La gran mentira de la representación política se ha tejido a través de los conceptos de soberanía y pueblo. Pero según Negri pareciera que el pueblo soberano se halla perdido en la bruma del Imperio y su composición ha sido anulada por la corrupción de la representación. Sólo queda la multitud como potencia. Una multitud que intenta representar el deseo de transformar el mundo y convertirlo en un gran horizonte de subjetividades que se expresen libremente y que constituyan una comunidad de hombres libres. Son tal vez el grito de rechazo de Chiapas y la lucha sin cuartel de hoy del MST y la presencia molesta en las calles de los nuevos sujetos sociales argentinos. Su presencia constante es la visión deshumanizada de los excluidos. Su voz es la voz del subdesarrollo de los recursos humanos al grado extremo de lo imaginable. Existe una estética de la exclusión. Un ritmo propio.
Hay que aprender a tomar la fuerza de nuevos niveles de organización con la máxima presencia de participación ciudadana. Formas espontáneas colectivas pero organizadas de contrapoder. Como dice Negri: ya no hay sujetos de resistencia sino multitud de subjetividades. La resistencia de la multitud.
El día que estas voces se desplieguen en toda su potencia seguramente la Justicia uruguaya penará al punguista con un año de prisión y con quince al banquero que robó mil millones de dólares y entre nosotros habrá que impedir que nuestra burguesía banquera y empresaria siga enviando 20 millones diarios al exterior. Recién entonces los ancianos del hogar San José comerán un poco mejor para alegría del señor Presidente.
Pero ya estamos hablando de “otro orden”. De “otro tipo” de democracias con un nivel máximo de participación ciudadana. Habrá que construirla. Las ideas de Luis Zamora con las comunas coinciden para mí con esta línea depensamiento. La construcción de “otra” forma de democracia. La invención y la práctica de una nueva democracia de la multitud.

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