EL PAíS › OPINIóN

El padre de nuestra democracia definitiva

 Por Susana Rinaldi *

Vengo a compartir algunas reflexiones respecto de Raúl Alfonsín, primer presidente de la democracia conquistada y sabemos hoy definitiva. En estos días, a cinco años de su partida, recordamos no solamente su gestión al frente de un país desacostumbrado a la esperanza de modificación social y cultural, sino más bien al primer ciudadano que supo articular con agallas medidas drásticas que mostraron a parte de una sociedad decidida a recuperar dignidad.

Pertenezco a una generación más bien descreída de las promesas que –desde ese sillón desteñido por falta de uso debido– se nos hicieran llegar en momentos pretéritos, donde lo único que se incubaba –una vez más– era otra negra dictadura.

Quizás a causa de este acostumbramiento a los golpes al poder, mal podríamos respetar la opinión de un pueblo que se volcó a favor de una política posible, representada por quien en todo momento nos recordaba desde el Preámbulo de nuestra Constitución, el amparo de las leyes que en tiempos lejanos dieron la posibilidad de pensar un país mejor.

Hay gestos inolvidables que engrandecen la presidencia de este señor en nuestra historia, por ejemplo, la visita obligada a Estados Unidos para satisfacción de viejos patrones –propios y ajenos– donde cambia el discurso a último momento y, sin necesidad de leer, responde con altiva voz y convicción de cetro a ese poste de cerco desvencijado que ya era el presidente Ronald Reagan, sobre la gran diferencia que nos separaba entonces.

La templanza enfrentando a quienes opusieron argumentos de artillería pesada amenazando al mejor “estilo Tejero” en España.

Soportar junto a la ciudadanía trece paros generales haciendo mención en cada uno de ellos al derecho que existía (después de años) al respeto a la diversidad de opinión y por lo tanto de defensa de la misma.

Como broche ejemplar: qué no decir recordando su discurso abucheado por todos los sectores presentes en la benemérita Sociedad Rural Argentina. Curiosamente, la misma que hoy acompaña a los señores Moyano y Barrionuevo, quienes dicen defender los derechos del trabajador.

En esta recordación al doctor Alfonsín no estaría bien dejar de lado estos apretujes habidos, y que sufrimos todos los que creíamos que la democracia bastaba por sí sola para poder, con dignidad, ampararnos en ella. Cierto es que hubo errores, pero también presiones de todo orden que azuzaban guerras. Debiéramos reconocerlo. Darnos cuenta de que perdimos la oportunidad de adelantar tiempos. No supimos entender debidamente que es cierto que con la democracia se cura, se educa y se aprende. Por sobre todo, se ampara, se cuida, se defiende.

Fueron probablemente estos fuertes recuerdos los que surgieron aquel día en la Casa Rosada, cuando nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner, tomando la palabra para honrar al ex presidente Raúl Alfonsín, haciéndole en vida entrega del busto que comparte con los presidentes constitucionales, expresó mi memoria y reconocimiento al decir: “Doctor Alfonsín, aunque a usted no le gusta oírlo, usted es para todos nosotros el padre de nuestra democracia”.

Recordamos que la presidenta de los argentinos tampoco lee para expresar lo que piensa y siente.

* Artista y diputada porteña.

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