Miércoles, 2 de abril de 2014 | Hoy
EL PAíS › CARTA DE LA MADRE DE DAVID
Por Lorena Mónica Torres *
Nació el 4 de enero de 1996, en el Hospital Centenario de Rosario. Su abuela, su hermana María y su tío estaban allí, mientras su papá trabajaba para poder sostener a su familia. Era hermoso, de pelito negro y de piel blanquita, un principito según todos. Creció en un hogar humilde, pero a su lado tenía a quienes lo amaban de verdad, como su adorada tía Anabel, que le enseñó a caminar. Era tímido, se ponía colorado y sentía mucha vergüenza cuando alguien le decía lo lindo que era. Muy compañero de todos los chicos a lo largo de su infancia y muy compañero de sus vecinos de Empalme, donde vivía actualmente, dejó amigos por toda la ciudad, que hoy en día van cayendo en mi casa para consolarme, a medida que se van enterando de la triste noticia.
Tuvo tres hermanos más: Micaela, Elías y Tomás. Los adoraba. Los vivía aconsejando, como hacía su papá, que es vendedor ambulante y a veces no estaba en todo el día, por lo que David era para ellos un segundo papá. Después de dos años, debió abandonar la secundaria, para ayudar con esos hermanos. Y yo me enojé muchísimo con él, pero su decisión era que no les faltara nada. Entonces empezó a trabajar como albañil y también en una fábrica de calzado con su tío Gastón, a quien quería tanto... David era mi compañero, tomábamos mate juntos y, si salía hasta tarde, me avisaba, o nos llamábamos continuamente. De hecho, ese día fatal estuvo conmigo. Me dio su billetera con lo que había cobrado, y me dijo: “Poné la pava que ya vengo, y si necesitás algo, sacá”.
No llegaba. Salí a esperarlo afuera, pero no estaba. Lo esperé. No me llamaba. No lo podía encontrar por ningún lado, y sus amigos tampoco lo habían visto, porque se habían ido a la cancha a ver a su querido Central. David no fue para no gastar, porque me había ayudado a mí a comprar los útiles para sus hermanos. Y sí, lo terminé encontrando, como N.N.
Jamás imaginé verlo así... Mi marido lo reconoció por un tatuaje que se hizo en el tobillo, cuando cumplió 18 años, con las iniciales de sus hermanos. Y así se me fue un ángel de la peor manera, un chico al que le encantaba ayudar a todos, conocidos o no. No sabía decir no y, si veía a alguien sin zapatillas, era capaz de sacarse las suyas para dárselas... Por eso opté por donar sus órganos: para que siguiera ayudando, a siete personas de la lista de espera. Pues él lo hubiera querido así.
Se fue mi mano derecha, mi David querido, pero hay muchos David que pueden ser asesinados o maltratados. Y eso no puede ser así de ningún modo, así sean culpables o inocentes del delito que se los esté acusando. ¿O acaso esas personas enfurecidas que lo mataron a golpes y patadas de la peor manera, como si fuese un animal, no son culpables? Ojalá le pidan perdón a Dios y ojalá entiendan que nadie tiene derecho a hacer “justicia” por sus propias manos.
Ahora, ya nadie podrá ya devolverme a mi hijo, pero encima pareciera ser que quienes lo mataron no son asesinos... ¿No lo son? Por favor, que esto no ocurra nunca más y que la Justicia esté en manos de quienes deben garantizarla. De mi parte, sólo agradecerle a La Garganta Poderosa por este espacio para limpiar el nombre de mi hijo, y recordarlo.
Hijo, te fuiste sin poder disfrutar de tus sueños y proyectos, pero mamá los hará posibles junto a papá y a todos los que te amaron.
Te amo, y sé que estás con Dios.
Mamá.
* Texto redactado por la madre de David Moreyra para la revista La Garganta Poderosa.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.