EL PAíS › POCO DESPUÉS DE ANUNCIAR QUE HABÍA GANADO, DEBIÓ RECONOCER SU DERROTA

“Un aparato que no dudó en mentir y agraviar”

El candidato de Compromiso para el Cambio, Mauricio Macri, señaló que a pesar de la derrota “éste es un camino que recién empieza”, pero en sus filas muchos dudan de su futuro político. Las mesas testigo le confirmaron poco después de las 18, que su derrota era “irreversible”.

 Por Fernando Cibeira

“Nuestras mesas testigo nos dan una ventaja irreversible para la fórmula Ibarra-Telerman.” El anuncio de Mauricio Macri en su primera aparición luego del cierre de los comicios tuvo en sus simpatizantes el efecto de un gancho al hígado. Se habían acercado corriendo al escenario listos para escuchar un pronóstico victorioso y de repente los dejaron sin nada. Lo más insólito fue que el anuncio se hizo a las 19.50, cuando todavía no se conocía ni un dato oficial. Pero Macri, puesto al tanto de que las mismas mesas que le dieron un resultado muy preciso a favor en la primera vuelta ahora se lo daban en contra, decidió que no había motivos para prolongar el suspenso. Bajó y leyó un discurso multiuso que le habían escrito el día anterior, que servía tanto si ganaba o si perdía. “Este camino recién comienza, les puedo garantizar que no vamos a aflojar”, leyó. Sin embargo, anoche, nadie podía aportar certezas sobre su futuro político.
“¿Cómo?, ¿ellos también festejan?”, se preguntaba, contrariada, una chica en el bunker de Compromiso para el Cambio frente a los seis televisores sintonizados en los canales de noticias que mostraban en ese momento imágenes del campamento de Aníbal Ibarra. Hacía un ratito, exactamente un minuto después de las 18, el jefe de campaña de Macri, Juan Pablo Schiavi, había salido a anunciar un boca de urna que le daba 2,2 puntos de ventaja al empresario pero la proclama no tuvo el efecto esperado.
Esta vez, a diferencia de lo sucedido en la primera vuelta, la gente de Macri fue sorprendida por la reacción de sus rivales. Primero, porque directamente salió Ibarra a anunciar su triunfo; segundo, porque después instalaron un carnaval en el Palacio San Miguel mientras que el ambiente del local macrista tiraba a frío. Al rato, Schiavi volvió a aparecer, enojado, para exigir a los medios que lo sacaran al aire porque en su primera aparición los canales se quedaron con Ibarra. En la batalla mediática también estaban en desventaja.
A regañadientes, algunos dirigentes cercanos al empresario reconocían que el boca de urna era fantasioso y que su autor, el encuestador Julio Aurelio, aportaba otros datos por debajo de la mesa. Fue el único boca de urna que dio arriba a Macri. Schiavi decía que había que abrirle crédito porque les había dado casi exacto en ocasión de la primera vuelta, pero no dijo palabra sobre los otros datos que circulaban en forma paralela.
Algunos de los legisladores electos que caminaban el hall de la sede partidaria de Chacabuco y Alsina, como Jorge Argüello, Diego Santilli y Jorge Enríquez, se pasaban los datos que iban recibiendo. También se veía a Horacio Rodríguez Larreta, al relator Marcelo Araujo y al fiscal federal Carlos Stornelli. Santilli hablaba en cámara de la posibilidad de “un efecto Pinky” que trastrocara el festejo anticipado de Ibarra en velorio. Para contrarrestar, algunos jóvenes de Macri se habían puesto a bailar con las canciones de Diego Torres y La Mosca. La idea era mostrar alegría, intención que se multiplicaba cuando algún canal volvía a transmitir.
Los primeros datos de los fiscales sirvieron para pintar una perspectiva oscura. Por ejemplo, en las mismas mesas de Colegiales en las que en la primera vuelta Macri había sacado una amplia ventaja, ahora se mostraban casi parejas. El balde de agua fría llegó con los números de las “mesas testigo”, una medición que habían preparado a partir de mesas en puntos estratégicos del distrito que suele resultar infalible. Lo más notorio era que Macri aparecía abajo en barrios de la zona sur como Villa Lugano, La Boca y Pompeya, los que a priori se tenían como su punto fuerte.
Macri había repetido el recorrido de la elección anterior. Llegó temprano al local y se paseó despreocupado, incluso jugó al metegol. Después se encerró en una oficina del primer piso junto a su mujer, sus hijos, su madre y su hermano Gianfranco. Pasadas las 19.30 le acercaron los números de las mesas testigo más los boca de urna verdaderos. “¿No sepuede revertir?”, preguntó. “Según nuestros datos, no”, le respondieron. “Entonces salgamos a admitirlo, ¿para qué vamos a esperar?”, concluyó.
El discurso que le prepararon sus asesores daba tanto para una situación de triunfo como de derrota, con agradecimientos para los que lo apoyaron y una convocatoria a la unidad. “Enfrentamos un inmenso aparato político que no dudó en mentir y agraviar para mantenerse en el poder”, lanzó. Y finalizó: “Me siento orgulloso de lo que hemos construido y siempre, indefectiblemente, estaré al servicio de lo mejor para nuestra sociedad”.
Pese a que el discurso hablaba de la continuidad de su novel fuerza, en el círculo más cercano al empresario nadie se animaba a pronosticar cómo seguiría la carrera de Macri. Los macristas políticos mencionaban una posible candidatura a senador, los no políticos no descartaban que volviera a los negocios. “Hay que esperar a mañana”, decían.

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Mauricio Macri a la hora de reconocer la derrota.
 
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