EL PAíS › OPINION

Ni se van todos ni todo es lo mismo

 Por Mario Wainfeld

Para Néstor Kirchner, la semana que terminó ayer fue redonda, redonda. Al acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, con la consiguiente trepada de su imagen, le sigue la victoria de dos “pollos” suyos. Uno del riñón en Santa Cruz, uno adoptivo en la esquiva Capital Federal. El éxito de Aníbal Ibarra corona una de las jugadas más audaces del Presidente que fue involucrarse, con patas y todo, en una contienda de final abierto. En su partido, nadie estaba de acuerdo. Tan poco estuvieron que ni un gobernador hizo un gesto, un gestito o un guiño hacia Ibarra. De compartir una foto, ni hablar.
Kirchner jugó fuerte, acompañado apenas por su gabinete. Estaba convencido de que era una parada crucial y apostó. Ganó en consecuencia, fuera y dentro del PJ. Fuera, por haber sido pilar de la victoria del frentegrandista. Dentro, porque el PJ realmente existente reverencia a los ganadores mucho más que a Evita y Ramón Carrillo juntos.
Para apuntalar su liderazgo, el patagónico está “condenado” a una eterna búsqueda de revalidación de sus títulos. Debe hacerlo por la debilidad de su origen electoral, por la falta de aparato propio, por el estilo y contenido de su accionar de gobierno. Esta semana revalidó dos veces y, si el estilo es el hombre, queda claro que irá por más.
- Dos Fernández: El gabinete nacional se disciplinó tras el Presidente en eso de bancar al jefe de Gobierno. Aníbal Fernández que, por decir un eufemismo, al principio no veía con pasión la movida, fue un espadachín puesto a impulsar una improbable denuncia al Correo. El ministro del Interior, autodefinido “duhaldista portador sano”, aspira a (y logra) ganar puntos dentro del gobierno probando ser un kirchnerista todo terreno.
Pero el gran ganador dentro del gabinete es Alberto Fernández. Fue el más convencido impulsor del apoyo a Ibarra, que se adornó con una predicción bastante certera de cómo saldrían la primera y la segunda vuelta. “Aníbal pierde primero por tres o cuatro puntos y gana en ballottage”, auguró cuando Macri prevalecía por doce o quince puntos. En el cono del silencio donde tramitan las discusiones de gabinete hay quien cuestiona al Ministro Jefe por estar muy pendiente de la Capital. No podrán insistir en ese eje por unos días. Fernández estuvo en rango protagónico en el bunker ibarrista, recibió los plácemes del jefe de Gobierno. Toda una liturgia que nada tiene de casual. El jefe de ministros no lo dirá en voz alta y hasta lo negará, pero desde ayer es un precandidato posible para 2007. Ibarra ya no puede reelegirse.
- Otro que ganó sin estar en la boleta: Corrido, a urnazos, Macri de un eventual centro del escenario, en la primera línea del PJ quedan solos dos dirigentes, el Presidente y Eduardo Duhalde. El duhaldismo arrasó en la provincia, tendrá una task force de más de 40 diputados nacionales y un tropel de intendencias. Duhalde mismo irá por la presidencia del partido, que se normalizará antes del 30 de marzo. Tras el resultado de ayer parece difícil que Carlos Reutemann, José Manuel de la Sota y el menemismo residual se atrevan a competir. Pero si lo hace, Duhalde cuenta con “fierros” como para arrasar. Por ahora, la relación entre el actual presidente y su precursor es muy buena. Son más que aliados, son aliados que se tienen confianza.
Pero hay un peligro virtual, la contradicción profunda que media entre la nueva política que propone Kirchner y el funcionamiento real del PJ bonaerense. Una bomba de tiempo, acaso, que no tiene por qué detonar en los próximos días ni en los próximos meses. Y el largo plazo en la Argentina es algo muy, muuuy remoto.
- Un desafío novedoso: Mauricio Macri le pasó cerca al sueño del pibe, un novato en la política llegando a ligas mayores en su primera tenida. Quedó en la puerta pero no con las manos vacías. Los votos que acumuló en la primera vuelta, un bloque importante de legisladores porteños y una oferta tentadora para la maltrecha derecha nativa son su patrimonio. Cuenta con un equipo de campaña notable, seguramente mejor que el candidato, que le armó un discurso astuto y le determinó tácticas fértiles, en especial después de la primera vuelta. También fue sensato reconocer su derrota temprano y evitar cualquier desgaste o gesto de mal perdedor “a lo Cavallo”.
Así las cosas, el joven heredero tiene un futuro posible para intentar colar en la derecha, en especial en la derecha que cuenta que es la del peronismo. Pero no le será fácil porque, ya se dijo, la derrota es una mochila pesada en la cultura justicialista. Tendrá que sentarse a una mesa con Lole, De la Sota, Rubén Marín y esperar que hablen primero los demás. Los diputados nacionales que fueron ungidos con su boleta saldrán disparados hacia Kirchner. Su carrera política no ha terminado si el hombre acepta arremangarse, remar, bancar reuniones, construir. Puede tener un futuro si acepta un desafío, para él, novedoso. Tendrá que laburar, posiblemente por primera vez en 44 años de vida.
- Dos knocks outs: La campaña de Ibarra produjo rezongos ostensibles entre sus apoyos, en especial dentro del gobierno nacional. La sensación térmica ulterior a la primera vuelta es que su contendiente primaba. Sin embargo, levantó una carrada de votos de diferencia, remontando casi cuatro para ganar por siete. Y ya acumula en su historial dos victorias contra dos pesos pesado de la derecha. También es cierto que su gestión no fue formidable, pero que no arrió las principales banderas que lo llevaron ahí. Puesto a elegir en un período de malaria, privilegió las áreas sociales y la educativa. Y, a la hora de la hora, armó la mejor coalición posible para intervenir en las elecciones, sumando al ARI, a gente de la CTA y del kirchnerismo porteño. Queda como el más exitoso de los dirigentes progres no peronistas y punta de lanza de una transversalidad difícil de construir pero bien necesaria. Hablando de cuán ardua es la transversalidad, si hay elecciones provinciales...
- ...poné local: Un factor común en las cinco provincias que eligieron gobernantes ayer fue la revalidación de los respectivos oficialismos. Lo mismo había ocurrido antes en Tucumán, Córdoba y Santa Fe (peronistas), Río Negro y Catamarca (radicales). Tierra del Fuego fue la excepción. O sea, diez a uno para los locales en la era Kirchner.
Quizás en los comicios por venir cambien de mano Entre Ríos y Mendoza (dos distritos que suelen virar en consonancia con las tendencias nacionales), pero lo cabal es que las provincias propenden a convalidar a sus partidos gobernantes. Un voto conservador si se quiere, o conservador popular como mucho. La consigna “que se vayan todos” no cuela mucho cuando hablan las urnas. En cualquier caso, un dato a seguir, en especial para quienes como Kirchner aspiran, si no a rupturas, a cambios y transversalidades.
- Otra cariocinesis: La capacidad de las células para dividirse empalidece ante la aptitud simétrica que ostentan las izquierdas y centroizquierdas. La provincia de Buenos Aires, cuyos datos finales se desconocen al cierre de esta nota, espejó otra vez la incapacidad del sector para articular alianzas y dejó la parte del león de las bancas en manos del PJ y la UCR. Fuerzas que son casi la prolongación del cuerpo de algún referente o partidos tradicionales sin arrastre siguen traspapelando chances y consolidando la hegemonía del partido dominante.
- No es lo mismo: Hace seis meses, antes del maratón electoral, este columnista comentó “no es lo mismo, en lo nacional, que ganen Carrió o Kirchner que Menem. Ni en Buenos Aires es lo mismo Solá que Rico o Patti. Ni en la Capital Ibarra es igual a Macri”. Se trata de un punto de vista, claro está, de una forma de ver la política, que no todos comparten. Luis Zamora disputa ese razonamiento y se expuso mucho en tal sentido.
Para quienes piensan que existen grises, incluso grises claros que no son iguales a lo negro, el saldo de las sucesivas elecciones es razonablemente positivo. Los monstruos de la derecha, el presidente desacreditado, el nené de papá que entró a la política, el carapintada y el torturador fueron desplazados por opciones no perfectas pero más tolerables. Opciones que permiten más juego dentro de los oficialismos y también para la oposición. Algo dijo Ibarra durante su campaña que merece resaltarse, un gobierno progresista levanta el nivel de la discusión política.
El voto popular no es una sabiduría incontrastable, ni se construye en el vacío. Tiene que ver con la educación, la cultura, los miedos, también con las ofertas de los candidatos. Como fuera, saldada la mayor parte de los comicios nacionales y provinciales, el pueblo eligió repudiando lo peor. A su modo, dentro de lo posible, expresó que no todo es lo mismo.

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